La designada ministra de agricultura se refirió en 2013 a un aspecto clave de la productividad en el campo, disruptivo en aquel momento porque se daba por descontado que solo era alcanzable por las grandes fincas y plantaciones; ahora también se piensa igual. Su propósito de hacer del campo colombiano un motor de prosperidad nacional está condicionado no solo por los elementos necesarios para mejorar la productividad de los campesinos sino de los requeridos para que igualmente sean competitivos. Dos palabras que han confundido tecnócratas en el país pero que no significan lo mismo y este es un gran ejemplo de ello. A continuación, el artículo de octubre de 2013 que escribí a propósito del escrito de la próxima ministra en aquel momento.
Después de leer el artículo ¿Por qué en temas claves vivimos en el pasado? (I) de la reconocida economista y política Cecilia López Montaño, (Portafolio, 2013) es muy difícil no quedar cuestionado acerca de que las pequeñas parcelas agrícolas son más productivas que las grandes plantaciones. Como la autora cita al profesor Albert Berry, profesor en la Universidad de Toronto y candidato a premio Nobel de economía, como una autoridad en el tema que ha insistido en esta conclusión basada en múltiples estudios, fue indispensable recurrir a esa fuente. Algunos de los hallazgos importantes fueron compilados por el mismo autor y publicados en el artículo “Albert Berry, estudioso del agro colombiano, propone un timonazo hacia la pequeña agricultura” (El Tiempo, 2013), que sintetizo de la siguiente forma (en frases casi textuales tomadas del artículo):
- Las ventajas de las unidades pequeñas son sorprendentes y hasta contra-intuitivas para mucha gente. Hay que haber conocido de cerca y estudiado casos reales para poderlo entender.
- Típicamente produce más valor por hectárea que la agricultura grande, y existe la llamada “relación inversa” entre el tamaño de la unidad productora y la productividad promedio de la tierra.
- Se debe en buena parte al uso más intensivo de la mano de obra. Las fincas pequeñas frecuentemente se dedican a productos de alto valor, ya sean de autoconsumo, como legumbres, frutas y animales pequeños, o para la venta, tales como café, té, cacao y legumbres y frutas.
- Pero en países donde la mano de obra es escasa, las unidades grandes tienen la ventaja. No es el caso colombiano.
- Frente a la ambigüedad del concepto de eficiencia, vale la pena distinguir dos alternativas: “eficiencia estrecha” y “eficiencia amplia”.
- “Eficiencia estrecha” corresponde a la relación entre el valor de la producción y el valor de todos los insumos utilizados. Es frecuente que, según este indicador, las pequeñas y las grandes difieran poco, que es el caso de varios productos de Colombia, según el estudio reciente de Forero (2013).
- Con el indicador de “eficiencia económica amplia” la pequeña agricultura sale mejor porque genera más empleo por hectárea, mejora directamente la seguridad alimentaria de la población y disminuye la inseguridad económica y alimentaria de los pequeños agricultores.
- El potencial dinámico (capacidad de aumentar la producción) de la pequeña agricultura es bueno, siempre y cuando el apoyo estatal sea adecuado. El avance de la productividad agrícola depende más que todo de las investigaciones y la difusión tecnológica.
- Cuando el sistema agrícola tiene su base en la agricultura familiar (caso de todos los países más exitosos, tales como EE. UU., fuera del sur con su esclavitud; Canadá, los países europeos, Japón y los otros casos exitosos del sureste asiático), el secreto del éxito ha sido una inversión adecuada del sector público en estos renglones.
- Los dos sectores que más empleos generan en los países en desarrollo son la pequeña agricultura y las microempresas, las pequeñas y medianas empresas (mypymes) no agrícolas, con alrededor de un 60 o 70 por ciento del empleo total.
Estas conclusiones deberían ser buenas noticias para el país. Sin embargo, si la “eficiencia estrecha” se puede entender en términos de productividad, hay que recordar también que no necesariamente tal productividad siempre se pueda convertir en competitividad.
Si los pequeños y los grandes emprendimientos agrícolas difieren poco en productividad, y teniendo en cuenta las múltiples manifestaciones recientes de campesinos reclamando ayuda porque su negocio los ha llevado a la pobreza, entonces ¿por qué nuestros pequeños agricultores no tienen éxito? Parte de la respuesta está en las mismas conclusiones en lo referente a la necesidad de inversión del Estado para apoyar a los pequeños agricultores, en investigaciones y difusión tecnológica para aumentar su productividad. Es decir, en la vía de suplir la falta de masa crítica de los pequeños por parte del Estado, lo cual es lógico desde todo punto de vista.
Pero aumentar su competitividad es un asunto más grande. ¿De qué serviría que un productor de frutas aumentara su productividad a los mejores niveles comparativos en el mundo, si se encuentra en el área rural de un municipio que está realmente aislado de los mercados por culpa de unas pésimas vías? Sin hablar del problema de la violencia, el drama va más allá de que los altos costos totales de transporte no lo dejen llegar a precios competitivos a los mercados en donde pueda colocar sus excedentes, sino que físicamente no se pueda sacar esa producción. Pero hay más problemas ya diagnosticados. Se necesita masa crítica para poder comercializar, para poder comprar insumos a precios razonables, y en general para poder obtener las ventajas comparativas de los grandes. La inversión estatal no sólo debería orientarse a apoyar la investigación aplicada y su difusión tecnológica como lo afirma el profesor Berry, sino de manera indispensable a las vías terciarias y secundarias, al fomento de cooperativas agrícolas, o cualquier forma de agrupación de campesinos y agricultores zonales y regionales, buscando que el campo sea fundamentalmente un buen negocio. Todos los beneficios para los campesinos y agricultores, las poblaciones eminentemente rurales y en general para el país, llegarán como consecuencia de que el campo sea un buen negocio, con una lógica económica probada en los mercados que atienda.
Por el lado de la “eficiencia económica amplia” todas las cosas estarían dichas; no es comprensible por qué el Estado no ha usado todas estas conclusiones para fundamentar una fuerte política pública, que persiga el resurgimiento del campo, y de paso lograr crecimiento del empleo, generación de prosperidad para campesinos y agricultores, seguridad alimentaria de la población, y una no mencionada, la generación o aprovechamiento del enorme potencial de exportaciones de alimentos, como lo ha logrado recientemente el Perú.
Todo vigente.
@refonsecaz