Donald Trump impuso el miércoles aranceles globales a las importaciones de bienes hacia Estados Unidos, desatando una histórica guerra comercial.
Aunque todos los países del mundo se verán afectados por un gravamen base del 10 % a los productos, más de 60 Estados o bloques comerciales enfrentarán aranceles aún más altos.
Estos afectan a todos, desde aliados históricos de EE. UU.—como la Unión Europea (20 %), Corea del Sur (26 %) y Japón (24 %)—hasta algunas de las naciones más pobres y vulnerables del mundo, como Camboya (49 %) y Laos (48 %). (CNN en Español, 3 de abril)
La conmoción mundial provocada por los aranceles masivos impuestos por el presidente Trump no ha terminado, pero el mundo respiró con alivio cuando, este miércoles, anunció que serían finalmente menores de lo anunciado, y que otorgaba una pausa de 90 días a los países más afectados para que pudieran negociar nuevos acuerdos con su gobierno. (BBC, 10 de abril)
Los aranceles anunciados por la administración estadounidense, y su posterior pausa, no solo afectan los mercados o elevan los precios para el consumidor estadounidense, o provocan únicamente represalias similares en otros países. También debilitan de forma clara a las industrias verdes y a la innovación tecnológica, impactando directamente la sostenibilidad.
Desde una perspectiva ideológica, estas medidas están alineadas con la intención del expresidente de eliminar todas aquellas políticas y regulaciones que, según su visión, bloquean la explotación minero-energética. Esto va en consonancia con una base política que niega el cambio climático y con sectores radicales del Partido Republicano que perciben la sostenibilidad como una causa «woke». Así, los aranceles anunciados (y ahora en pausa) afectan una parte significativa de la economía verde.
Por ejemplo, la Asociación de la Industria del Plástico de EE. UU. (PLASTICS) ha expresado su profunda preocupación por los aranceles aplicados a países clave como Canadá, México y China. Estas medidas han interrumpido el flujo de maquinaria, productos y materiales esenciales, impactando sectores estratégicos como la atención médica, los bienes de consumo y la industria automotriz.
En 2023, las exportaciones de plásticos de EE. UU. alcanzaron los 74,200 millones de dólares, superando las importaciones y generando un superávit comercial de 958 millones de dólares. Sin embargo, los nuevos aranceles amenazan con erosionar esta ventaja al incrementar los costos y poner en riesgo las cadenas de suministro.
En el sector de energías alternativas, en 2018 se impusieron aranceles del 30 % a los paneles solares importados, lo que encareció los proyectos solares y provocó la pérdida estimada de 23,000 empleos en EE. UU., especialmente en instalación y mantenimiento. Según la Solar Energy Industries Association (SEIA), estos aranceles llevaron a la cancelación de proyectos equivalentes a 10.5 gigavatios de capacidad solar, lo que representó una pérdida aproximada de 62,000 empleos entre 2018 y 2021.
Actualmente, la mayor parte de la cadena de suministro mundial de paneles solares se origina en China, país que enfrenta aranceles del 50 % sobre la importación de células y módulos solares. A esto se suma una tasa arancelaria recíproca adicional del 125 %. Como respuesta, los proveedores chinos han trasladado sus cadenas de suministro a Vietnam, Tailandia, Malasia y Camboya, que ahora abastecen más del 80 % de los módulos solares utilizados en EE. UU. Esto significa que, aunque estos países enfrentan aranceles “moderados” del 10 %, el costo de la energía solar en EE. UU. igualmente aumentará.
En el caso de la energía eólica, los aranceles del 25 % sobre componentes importados desde México y Canadá incrementaron en un 7 % los costos de las turbinas terrestres y en un 5 % los costos generales de los proyectos, lo cual podría frenar el crecimiento de esta industria.
Por otro lado, para las fábricas y propietarios de vehículos eléctricos, los aranceles son una pésima noticia. Aproximadamente el 75 % de las baterías de iones de litio del mundo se fabrican en China. Estas medidas han encarecido componentes esenciales, ralentizando el desarrollo de sectores estratégicos.
Estos impactos evidencian que, aunque el presidente Trump subestime la importancia de estas industrias y su aporte a la economía estadounidense, son fundamentales para los consumidores, para empresas como Tesla (del amigo Elon Musk, en el caso de las baterías eléctricas) y, sobre todo, para los trabajadores.
Más preocupante aún, los aranceles están golpeando a una industria considerada «woke», lo que refuerza su alineación ideológica. Todo lo que incluya términos como sostenibilidad, ESG o “verde” es cancelado de inmediato, ignorando su aporte en innovación, su capacidad para responder a la demanda de una parte importante de la población, su rol en la creación de empleos y su contribución al desarrollo de nuevas tecnologías y empresas.
«La defensa es más importante que la opulencia. Pero proteger industrias ineficientes solo porque existen, es un lujo costoso.»
— Adam Smith, «La riqueza de las naciones» (1776)


Juan Camilo Clavijo
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