Los rasgos psicológicos detrás de la ideología

Dos interesantes documentos sobre cómo influyen los rasgos psicológicos en las preferencias políticas de las personas en el contexto de Estados Unidos, develan asuntos claves para entender el porqué de tendencias tan marcadas en las personas sin aparente relación con otros factores, pero que quizás, en forma intuitiva, ya pensábamos. Quienes son más conservadores (republicanos, derecha) se comportan en su vida bien diferente a quienes son más liberales (demócratas, progresistas, izquierda). Y los políticos ayudados por los medios se han encargado de hacer que tales diferencias sean antagónicas, de odio y de guerra para poder manipular a los ciudadanos, con un costo enorme para la sociedad puesto que los desafíos de la vida y del mundo sugieren que estos rasgos son más bien complementarios y necesarios colaborativamente.

El primero de ellos, “Los rasgos psicológicos que dan forma a tus creencias políticas” en TED Talks de Dannagal G. Young concluye que los conservadores corresponden más a personas que están en alerta, que viven monitoreando las amenazas, que toman decisiones de manera rápida y eficiente, guiados por la intuición y la emoción, disfrutan de la programación de charlas de opinión política que identifica amenazas y enemigos de manera clara y eficiente, porque no toleran la ambigüedad (texto adaptado de la fuente).

Mientras que los liberales son menos preocupadas por las amenazas, tolerantes con la ambigüedad, en asuntos como la inmigración, el crimen o la sexualidad, tienden a estar de acuerdo con los matices y disfrutan pensando por pensar, a apreciar cosas como el arte abstracto o incluso las historias que carecen de un final claro, y es más probable que aprecien y entiendan la sátira política irónica (adaptado).

El segundo es “¿Nos vuelve estúpidos la política?” de Jose Antonio Marina, que cita varios autores, entre ellos a Lakoff , autor reconocido por su enfoque en los porqués de los pensamientos políticos (en su libro Política moral: Cómo piensan progresistas y conservadores), partiendo de dos modelos de ética familiar: la del Padre Estricto y la del Padre Atento que explican las conductas de los individuos. Y por otro lado, a expertos que sostienen que la preferencia política puede estar genéticamente influida: soportados con un estudio de 12,000 análisis de ADN concluyen que las diferentes pruebas en Estados Unidos muestran que los republicanos valoran más la seguridad y el orden, insisten en la responsabilidad individual (locus de control interno), al explicar algunos temas sociales como la pobreza, el desempleo o la enfermedad, hacen referencia a la responsabilidad individual, tienden a sentirse más responsables de lo que les ocurre, a creer que pueden controlar los acontecimientos y que son menos vulnerables y, además, suelen considerar adecuadas las ayudas que la sociedad ofrece a los grupos más desfavorecidos y obedece al modelo de familia del Padre Estricto (de Lakoff). Mientras que los demócratas disfrutan más con la novedad, el cambio y la búsqueda de emociones, insisten en la responsabilidad social (locus de control externo) al explicar algunos temas sociales como la pobreza, el desempleo o la enfermedad, tienden a usar explicaciones de tipo social, se sienten más expuestos a eventuales riesgos que no pueden controlar (como el desempleo), tienden a juzgar insuficientes las ayudas que la sociedad ofrece a quienes tienen dificultades y consideran que la injusticia social es el origen del malestar de los grupos más desfavorecidos y obedece al modelo de familia del Padre Atento (de Lakoff).

En nuestro contexto donde no hay la nitidez de los partidos como en Estados Unidos, tenemos exactamente los mismos desencuentros, tanto, que parecieran más bien importados. Lo mismo acerca del aborto, la educación, el tamaño del Estado y su función asistencial frente a los más desfavorecidos, la pobreza y todos los temas de política. Pero tenemos a mi juicio dos dimensiones mayores en complejidad que hacen el análisis más difícil: la violencia y la corrupción.

Empezando por la violencia, el mismo tema del aborto tiene aquí unas connotaciones de una gravedad absurda ya: mientras que los de derecha rechazan el aborto aludiendo al respeto de la vida pero se hacen los desentendidos, e incluso podrían estar de acuerdo con la masacre continuada de líderes sociales, los de izquierda, que defienden la vida al protestar por la masacre permanente de líderes sociales, están de acuerdo con liberar el aborto. O el proceso de paz, por medio del cual se tuvo la oportunidad de ver con claridad las preferencias de orden y control por el lado conservador, así representaran una guerra interna prolongada, con muchas muertes y llevada a cabo por fuerzas regulares y no regulares, con masacres y despojos como se conoce; mientras que los más liberales, más amigos de un acuerdo de paz para parar la guerra, preferían las negociaciones así se sacrificara parte de la institucionalidad vigente. Los asuntos en cuestión tienen unas dimensiones brutales en nuestro contexto.

En cuanto a la corrupción, aunque hay también en Estados Unidos (y “en todas partes” dicen los que quieren hacer ver el problema como un asunto no tan mayor) el nivel absurdo al que hemos llegado en Colombia obliga a un análisis diferente: la posible alineación de rasgos psicológicos políticos sería más difusa aún, porque como se oye coloquialmente “es ambidiestra” (refiriéndose a que puede darse por igual en la derecha como en la izquierda). El fenómeno puede deberse al cambio de mentalidad que sufre una persona cuando experimenta sucesivamente un hecho que mueve su estructura de moralidad, y al cual ha sido expuesto muchas veces: la primera vez que se asesina, el choque interno de lo que llamamos “conciencia” es brutal (más o menos respecto al contexto en que haya vivido), pero a medida que comete más asesinatos esa barrera natural se va haciendo cada vez más débil.

Haciendo caso a la advertencia de Young sobre que no estamos ante algo exacto, sí es fácil entender que el modelo de familia que cita Marina debe tener una enorme influencia en cuanto a las preferencias políticas (la diferencia entre el Padre estricto versus el Padre atento), la propensión a la violencia (entorno familiar violento) y a la corrupción (modelo familiar que tolera y enseña la corrupción) que tanto hemos analizado. La familia es en esencia modeladora de rasgos y comportamientos. Esto no va en la misma dirección a lo que siempre salen al paso políticos y abogados cuando, suele suceder, en la misma familia hay varios casos de corrupción y recuerdan “que los delitos son individuales” bajo la ley, pero que en la sabiduría popular se expresa con precisión: “hijo de tigre sale pintado”; lo vemos todos los días refrendado en las noticias.

No se puede despedir este resumen de Young y Marina sin citar sus más importantes conclusiones, en mi libre interpretación: el concepto de que los “otros” son peligrosos, ese odio entre los extremos, esa polarización extrema, ha sido vendida por los mismos políticos y los medios para favorecer su capacidad de conservar o acceder al poder, por razones de codicia en torno al poder que lleva al dinero. ¿Qué pasaría si no nos hubieran vendido esas diferencias, ese odio? se pregunta Young. Al reconocer que el mundo requiere tanto de los rasgos de los más liberales para propiciar los nuevos puntales para el progreso como el de los conservadores para ejecuciones ordenadas y seguras que cristalicen ese progreso, tendríamos un mundo mejor, progresando, haciendo que el bienestar llegue a mayor número de humanos. Marina dice que sueña con unos partidos políticos que no tengan como primera prioridad enfrascarse en “ideologías y más bien estar aprendiendo siempre”, y complementando, que no basen su éxito en vender el odio y la polarización que emergen de la ideología fuerte.

Sin duda, debemos cuidar con celo que la ideología no nos nuble la inteligencia.

(O que la ideología no nos vuelva estúpidos, como citaría Marina).

@refonsecaz

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