New Deal

Por: Juan Ricardo Ortega*


Un país con cerca de 50 millones de habitantes apenas tiene ocupadas 16 millones de personas, más o menos el 33% de su población.

Los peores eventos de nuestra historia se han desatado en contextos similares. Hitler llega al poder en 1933 después de 3 largos años de desesperanza de unos 30 millones de desempleados. En Estados Unidos los movimientos radicales de derecha cristianos son consecuencia de la automatización de plantes, la crisis financiera del 2008 y la migración de la producción intensiva en mano de obra a México y Asia.

Las narraciones mágicas, con soluciones simples, pero atractivas, pero mentirosas; los enemigos ficticios a los que se les imputan siniestros motivos que explican todos los males que se sufren; los populismos irresponsables, que creen poder resolverlo todo ofreciendo dadivas, puestos, servicios gratis pero sin resolver nada de los problemas de fondo son, tal vez, el mecanismo como podemos lidiar con sufrimientos insoportables y niveles de incertidumbre que paralizan.

Esta debilidad de nuestra mente también se ha manipulado para bien y el New Deal y el Plan Marshall son sin lugar a duda casos recientes muy exitosos. Estos no son planes económicos, son estrategias para construir convivencias sanas en momentos difíciles. Los mensajes de esperanza, empatía, disciplina, trabajo, el que todos ponen, o como decía Churchill: nada más peligrosos para la moral de las tropas, que aquellos bendecidos con riqueza y fortuna disfruten lujos y abundancia cuando las mayorías padecen penurias y hambre. Los racionamientos no son solo consecuencia de la escasez. Los grandes líderes entienden que la necesidad de cooperar y cohesionar al pueblo, depende de la forma tanto como del fondo: la solidaridad tiene que ser tangible y demostrable para mantener el espíritu de unión.

Por esto, toca construir esa narrativa de cómo todos vamos a colaborar para darle certeza a esos casi 7 millones de colombianos de que entre todos vamos a construir una solución. Y esa construcción requiere conversaciones sinceras y realistas como la urgencia de flexibilizar el empleo.
A mí también me aterra la idea de un salario por horas, esto parecería hacer al empleado muy vulnerable, pero no nos digamos mentiras, fuera de los funcionarios públicos el empleo es ya muy vulnerable. El millón y medio de independientes son empleados a destajo y los 11 millones de informales viven en el peor de todos los mundos. Es decir, lo que tenemos solo le sirve a 5 millones y a los sindicatos, a nadie más. Naturalmente hablar de un mercado laboral más flexible por si solo es una infamia. Esto tiene que equilibrarse con un buen seguro al desempleo y el fortalecimiento de las agencias de empleo y la capacitación laboral.

También tienen que acordarse planes de inversión intensivos en empleo que le den oportunidades a la gente. Y estos planes exigen ideas sobre como se van a financiar. Impuestos, impuestos, impuestos son la única discusión seria. Y esto no quiere decir mayores tasas. Todos sabemos que el problema son aquellos que teniendo que pagar no pagan y muchos que ni siquiera declaran. En Colombia el sistema tributario solo le llega a una minoría, que para los que cumplen con rigor es una carga pesada.

Un decreto de emergencia debería hacer públicas las declaraciones del impuesto de renta de todas las personas jurídicas por los últimos 10 años. Muchos se quejan de los impuestos, pero no pocos de los quejosos pagan muy poco. Los datos de todas las declaraciones anonimizados deberían ser públicos para que sea público que los asalariados de altos ingresos pagan mucho más que los que poseen grandes patrimonios. Solo con un debate amplio, tranquilo y público se pueden sentar las bases de quienes tienen que hacer el esfuerzo y contribuir lo que justamente les corresponde.

La tierra es una de esas variables fundamentales. El valor de la tierra, por lo menos el valor con base en el cual tributan también debe ser público. La información predial no tiene porque tener reserva, todos podemos ver metro cuadrado y tener idea de cuanto vale cada predio. Y es hora que la gente vea que en edificios y barrios hay personas que tributan sobre valores muy inferiores y que los estratifican para recibir subsidios cuando claramente tiene medios para poder contribuir.

La esperanza solo florece cuando se tiene certeza que la solidaridad y la cooperación son los valores que van a prevalecer. La gran mayoría de los colombianos tienen un gran corazón, si no queremos perder el rumbo este es el momento en que todos tenemos que hacer un esfuerzo. Esta es la gran oportunidad para el acuerdo sobre lo fundamental. Álvaro Gomez Hurtado lo tenía claro, sino obligamos a que el régimen se desmonte y entre todos le encontremos una salida digna a esto con mecanismos para reparar y perdonar, no vamos a ser capaces de superar este desastre natural.

@juanortega3

*Ex director de la DIAN

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