¿Por qué el miedo a la movilización social?

Esta semana se suscitó una polémica de esas que uno no entiende el por qué o de dónde vienen, al conocerse el decreto de las movilizaciones campesinas para la reforma agraria con el objetivo de socializar y hacer pedagogía con el campesinado colombiano; sin embrago, y sin decirlo en ninguna parte, salieron cuestionamientos sobre si el gobierno iba a entregarles armas, un hecho a todas luces absurdo especialmente porque estamos ante un mandatario comprometido con la paz.

Y es que claro, en un país que por décadas ha estigmatizado territorios y en especial a los campesinos, que los mataba por sospecha como ha quedado claro en las declaraciones de la JEP y que ve la movilización como sinónimo de violencia es entendible que se generen esos ruidos por parte de un sector político que se sigue oponiendo al cambio.

Basta dar una lectura a la imagen que circuló con las fechas y lugares en que se iban a realizar para entender que se trataba de un proceso centrado en la pedagogía y que propendía la articulación del gobierno nacional con los campesinos colombianos, y claro con un gran componente de lo que es nuestro gobierno: plural, social, de las bases y que le gusta estar en los territorios y con la gente.

Este gobierno viene dando una cruzada valiosa por los derechos del campesinado con acciones claras: titulación y entrega de tierras, restitución de tierras despojadas y el acto legislativo que aprobamos en el Congreso de la República para su reconocimiento como sujeto de derechos constitucionales. Es así como seguimos avanzando por el cambio, incluso de paradigma para dejar de estigmatizar a los colombianos y que ello nos cueste vidas.

Uno de los mayores retos que tenemos como sociedad es entender a Colombia en su diversidad, en sus expresiones, en sus costumbres y en sus necesidades para de esa manera dejar de ponerle etiquetas a las personas, especialmente en un país como el nuestro tan plural y que tiene deudas históricas con comunidades y territorios a los que solo les ha llegado el olvido estatal.

Así pues, que sean las movilizaciones campesinas y sociales las que marquen la pauta de los grandes acuerdos nacionales con las comunidades para que el cambio siga siendo imparable.

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