“Somos más que petróleo y violencia”: habitantes de Arauca

Como personas constructoras de paz y defensoras de derechos humanos, ocho integrantes del movimiento Defendamos La Paz el cual se originó a raíz de las tentativas de Iván Duque de destruir dentro del Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y condiciones de no repetición, la Justicia Especial para la Paz -JEP-   viajamos a Arauca e iniciamos una travesía desde su capital que nos llevó a distintos lugares de este extenso   departamento.

Nuestro recorrido   nos permitió atravesar múltiples veredas y pueblos   y detenernos en algunos lugares, para realizar distintas reuniones con líderes y lideresas de la región. En Arauca la   capital, visitamos el llamado Centro de los Mártires, un lugar abandonado y presa del olvido. Nos desplazamos luego a Filipinas, donde encontramos el ETCR, territorio en el cual habitan hoy cerca de 350 personas, 180 reincorporados y decenas de niñas y niños. En Tame tuvimos reuniones con lideres políticos, lideresas víctimas de la violencia, empresarios y comerciantes del pie de monte araucano. Visitamos Corocito una vereda donde se desarrolla un proyecto agro-industrial para el procesamiento del   plátano que cuenta   con el apoyo del gobierno local y de cerca de 600 familias campesinas, quienes lo cultivan.   En Arauquita uno de los municipios golpeados por la nueva ola de violencia, nos reunimos con el alcalde, líderes y lideresas de defensores de derechos humanos y con jóvenes del municipio. En todos los testimonios que escuchamos está presente la esperanza por la paz total y también mucho dolor.

La exacerbación de las violencias que lleva décadas en la región, pero que se ha recrudecido en el último año, inicia con un hecho macabro: el asesinato de 22 personas, cuyos cadáveres fueron arrojados en las carreteras el 2 de enero. Poco después a manera de retaliación se puso un carro bomba en Saravena que destruyó un edificio en el cual operaban varias organizaciones sociales de la región. Hoy el enfrentamiento entre el ELN y las disidencias de las Farc-ep – frente 10 y frente 28 –   ha dejado más de 350 personas muertas, convirtiendo a Arauca en el departamento con la tasa más alta de homicidios, según el Informe del Observatorio de derechos humanos, violencia y conflictividades.

Habitantes  de Arauca exigen :  parar la guerra ya ;retomar el espíritu del acuerdo que se pactó en  el l 2010  entre estas  guerrillas  , denominado “ No más confrontación entre  revolucionarios “ el cual fue propiciado por  la iglesia, la sociedad civil y la Comisión de Conciliación y paz; apoyo psicosocial a las víctimas del conflicto armado ;  adelantar un  acuerdo humanitario que frene el asedio sobre la población civil, el  reclutamiento de menores de edad, el  desplazamiento y confinamiento  en  cual se sobrevive en   algunas veredas  ;  anhelan  el cese al fuego no sólo para estos días de navidad y año nuevo,  sino como una  decisión radical de” silenciar los fusiles” .

Encontramos  una población que apoya de manera decidida la paz total y el   proceso de negociación del gobierno de Gustavo Petro con  el ELN ; la apertura de la frontera con el pueblo hermano de Venezuela ; comparten la esperanza de vivir en un país en paz  con justicia social y demandan  la presencia integral  de un Estado que hasta hoy  les ha mantenido en el olvido y la guerra; consideran que el petróleo sólo les ha traído más violencia y que las grandes petroleras que han explotado su territorio,  poco les ha dejado. Consideran que esta llamada “riqueza “que les han extraído, sólo ha dejado   pobreza y dolor por doquier. Expresan también una enorme preocupación por la gobernabilidad en el departamento. Dos de sus gobernadores están en la cárcel y la actual mandataria, tiene un proceso en la Procuraduría, el cual podría terminar muy mal.

Ofrecen convertirse en despensa agrícola    para Colombia y para la región latinoamericana y cuentan con las condiciones para hacerlo. A nuestro paso, pudimos observar amplios cultivos de plátano, arroz y cacao. Saben de   su fortaleza para ofrecer carne y leche, pero no cuentan con infraestructura que les permita disminuir los costos de transacción que implica el transporte. Tampoco cuentan con condiciones para el procesamiento de sus cultivos y de estos insumos. Los cítricos y el maíz también son hoy oportunidad para    aportar a la política de seguridad y soberanía alimentaria que ha planteado el gobierno de Gustavo Petro.

Quieren quedarse en su tierra porque ha sido el lugar de sus ancestros.  Allí está su vida, allí   crecieron, allí está su cultura, su presente, sus sueños colectivos y su fuerza como pueblo araucano.

Hoy cuando escribo este texto, resuenan las voces de las personas de quienes nos acompañaron en nuestras reuniones. Recuerdo especialmente los rostros de las mujeres, la fuerza de sus testimonios, sus biografías enraizadas en el dolor, pero también en la dignidad.  En sus reclamos hay rabia, pero siempre hay propuestas. Exigen parar la guerra y enfrentan la adversidad cotidiana, acechante y en ocasiones letal frente al cuidado de la vida. En el último encuentro en Arauquita una lideresa campesina, defensora de derechos humanos nos pidió contarle   a este país tan roto por la guerra que, desde este territorio hermoso, pero también bañado en sangre, ellas, las mujeres   son fuerza de vida y de paz.

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