Por fin llegan las elecciones para elegir presidente de la república. Una campaña sucia, larga, agotadora, abusada y reabusada por los grandes medios, superficial, con debates en su mayoría centrados en los chismes, las mentiras y los fake, mostrando que la crisis de Colombia es una crisis de las instituciones, del poder y de la política, con un sistema de partidos sin liderazgos ni autoridad, todo cooptado por un presidente despreciable que se irá dejando los organismos de control en las peores manos y con las Cortes llenas de uribistas de mala índole jurídica. La procuraduría debe desaparecer, como ha dicho Fajardo; la Fiscalía atrincherada en el bunker de la corrupción; y la Contraloría en poder del más cínico, ambicioso y desvergonzado clientelista que haya pasado por esas oficinas.
Lo peor de lo que estamos viviendo es la Registraduria con un Registrador que conoce a fondo el sistema electoral y por eso sabe como robarle las elecciones al Pacto Histórico. Sin embargo, aún puede intentar asaltar la voluntad y la libertad de elegir de los colombianos este 29 de mayo. Al momento de cerrar esta columna no se sabía las normas que regirán para los testigos electorales con el fin de evitar la vigilancia a los formularios E-14. Es el último recurso que le queda a la ultraderecha y a la derecha para atracar las elecciones.
El aquelarre de Fico y el viejo raro
Por curiosidad entré a la página de Gutiérrez, última carta del uribismo y de toda la corrupción política, maquillado y peinado para ganar algo de talante, y me encontré con fotos de seguidores orando, con vela en mano, ojos cerrados, manos unidas apuntando al techo, forrados con camisetas con la imagen del adorado, y fotos de este sonriendo al lado de velas representando la imagen del nuevo satanás de la política colombiana.
Estas imágenes son coherentes con un discurso vacío, sin sustentación, perfecto texto de continuismo de la corrupción y del engaño porque representa a los peores clanes de la política colombiana, como quedó en evidencia en el debate final de Caracol. Nada haría este señor para cambiar el estado de postración nacional que deja Duque según le ordenaron Uribe y los Char, porque César Gaviria ya no cuenta una vez quedó en evidencia el asqueroso show que montó para adherir al señor del aquelarre.
El ingeniero Hernández es otro espantoso personaje en la política de éste país. Con un prontuario de promesas, negocios y jugadas jurídicas cuando fue alcalde de Bucaramanga, agitando una bandera contra la corrupción cuando a ciencia cierta no sabemos si es un discurso cierto o una cortina de humo mientras surte efecto la decisión de los jueces, cuya audiencia final quedó para después de las elecciones. Es decir, la decisión ya está, el juez ya sabe cómo va a decidir, pero, decidió aplazar la audiencia donde anunciará su decisión, seguramente por presiones políticas.
Hernández, es el típico populista de derecha, que sabe comunicar ideas para engatusar a un pueblo desesperado. De ahí su ascenso en las encuestas. Sería un desastre de gobierno porque haría una especie de microgerencia tal cual Uribe, que no dejó ningún cambio estructural positivo.
Fajardo y Petro, el cambio que Colombia necesita
Se requiere un cambio político que no puede quedar solo en manos del Pacto Histórico sino de una gran alianza con la Coalición Centro Esperanza, porque es la única manera de lograr un acuerdo de gobernabilidad que garantice iniciar una era de cambios estructurales.
No importa si Fajardo saca el 1, el 10, el 20 o el 30% de los votos, porque lo importante es ese acuerdo donde no debe estar el uribismo. Las IAS se fueron encima de Fajardo y lo neutralizaron. Al poder de la corrupción y al poder económico no les interesa un gobierno con los contenidos programáticos de Fajardo. No les interesa que haya cambio, solo quieren extender un poco la chequera pública para apaciguar algo más el hambre y la precariedad, sin ceder un milímetro en los beneficios tributarios que gozan con los recursos de todos los colombianos, ni pagar un peso más de impuestos, pero sí evadir su pago en los paraísos fiscales, ni tampoco están dispuestos a entregar un metro de tierra robada, ni un poco de democracia para modernizar un país ahogado en un histórico fundamentalismo de derecha.
Fajardo, que parecía el candidato perfecto para mejorar la situación general de la nación, le resultó incomodo a la dirigencia. De lo contrario estaría de segundo en las encuestas y ganaría la presidencia. Pero, no fue así. Detrás de los errores de la Centro Esperanza, que ha mostrado al centro como un híbrido gelatinoso que no se sostiene porque no tiene estructura, está la desconfianza que le inspira a la dirigencia corrupta, violenta y premoderna.
Fajardo entrega a Colombia un extraordinario plan de gobierno. Una nueva visión de país que solo Petro es capaz de incorporar, incluso, llevando a su equipo de gobierno a muchos de los que construyeron esa visión.
Petro, ganará la primera vuelta, y de pronto hay cambio en la primera porque hizo una extraordinaria campaña con Francia Márquez. Su discurso es el de un social demócrata progresista porque no tiene nada de socialista y menos de comunista pues esa ideología desapareció de la faz de la tierra hace treinta años y por eso solo existe en el fascismo de la corrupción que representa Gutiérrez. Su error, lanzar algunas ideas sin antes madurarlas y perfeccionarlas. Sin embargo, ninguna de esas aventuras programáticas es equivocada, pues todas son necesarias de implementar.
Petro hizo una espectacular campaña en la plaza pública, además, supo aprovechar su inteligencia, experiencia y conocimientos cuantas veces fue a la televisión y a la radio.
Los jóvenes tienen en sus manos el cambio, y los mayores libraremos tal vez la última batalla por una gran transformación de Colombia. Vote por Fajardo o vote por Petro pero vote por la libertad y la esperanza.