Amor a primera vista, ¿realidad o ficción?

Dicen del enamoramiento que “nubla la razón y acelera el corazón”. La ciencia desvela los efectos de las flechas de Cupido en nuestras hormonas, cerebro y organismo, y algunos expertos creen que en el amor a primera vista intervienen los genes.

Se habla siempre de flechazo, en alusión el dios del deseo amoroso de la mitología romana Cupido, representado como un niño alado, con los ojos vendados y armado de arco y flechas, con las que atraviesa el corazón de los enamorados.

Pero a la luz de la ciencia y la medicina sería más correcto comparar la primera y potente revelación del amor pasional con una droga altamente adictiva, estimulante y alucinógena, porque en lugar de una herida punzante, lo que hace es alienar la mente, trastornar la fisiología y alterar la percepción de la realidad.

Un equipo de investigadores liderado por el Trinity College de Dublín, TCD, (Irlanda) ha descubierto los complejos procesos cerebrales que provocan los denominados flechazos del amor, duran menos de un minuto, según concluye su estudio publicado en la revista científica ‘Journal of Neuroscience’.

Los investigadores Jeffrey C. Cooper, Simon Dunne, Teresa Furey y John P. O’Doherty han comprobado que dos personas pueden enamorarse con un cruce de miradas, al activarse ciertas zonas de la corteza prefrontal de sus cerebros, a causa de la inmediata atracción que surge entre las dos personas.

Mediante escáneres cerebrales de resonancia magnética funcional (IRMf), han comprobado que primero la corteza paracingulada evalúa el poder de atracción de la otra persona y procura discernir si es apropiada o no para nosotros.

Si se detecta una contradicción entre el cálculo personal y las percepciones de los demás sobre el atractivo de la persona que se está mirando, entonces se activa la corteza prefrontal medial. Asimismo, al ver a una persona atractiva se activa la corteza ventromedial, contrastando la primera impresión recibida.

La actividad cerebral que posibilita los “flechazos” ocurre en tan sólo 30 segundos, según los investigadores, que reconocen que nuestros juicios sobre los desconocidos dependen de la percepción que tengamos de ellos durante los primeros instantes en los que tomamos el primer contacto personal.

La primera impresión es clave

Según el trabajo del TCD “los juicios sobre las parejas potenciales se realizan en unos pocos segundos, pero estos dependen de una compleja combinación de evaluaciones sobre la compatibilidad, física y psicológica”, por lo que “estas primeras impresiones son menos superficiales de lo que se supone”.

Entre los factores clave que valoraron los participantes en el estudio han figurado el grado de simpatía, y la feminidad, que es lo primero en lo que se fijan los hombres. En general, el primer impacto no varió al profundizarse la relación.

“En el flechazo se activan mecanismos como la serotonina y la dopamina, que están asociados con el placer, y se desactivan los mecanismos de defensa que dejan a la persona ‘con la guardia baja’”, según el psicólogo Agustín Ibáñez, que dirige el Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), en Buenos Aires (Argentina).

De acuerdo a Ibáñez, “además se producen altos niveles de oxitocina y vasopresina, dos hormonas que cumplen un papel crucial en la consolidación del vínculo amoroso”.

“Existen, también, ciertos inductores del flechazo asociados con vectores universales, como el atractivo físico, la fijación de la mirada, la simetría facial y la relación cintura-cadera, que son captados por nuestros sentidos, especialmente por la vista”, ha explicado el director del INECO.

“Elaboramos un perfil inconsciente de lo que vamos a buscar en base de la experiencia de nuestros padres, del colegio, de nuestros amigos y de nuestro entorno cultural y, cuando estamos en el momento adecuado y ante la persona que encaja en ese perfil, los circuitos cerebrales pueden ponerse en funcionamiento y se desencadenan las reacciones químicas”.

Así sintetiza el proceso del enamoramiento la famosa antropóloga estadounidense Helen Fisher, profesora de investigación de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey, en EE.UU., y autora del libro “Por qué amamos: naturaleza y química del amor romántico”.



El cerebro desbocado

Considerada una de las mayores expertas en sexualidad, matrimonio y divorcio desde el punto de vista evolutivo, Fisher realizó un estudio en su propia universidad con 839 voluntarios de variadas edades, razas y condiciones, que fueron sometidos a una imagen por resonancia magnética funcional cerebral (IRMf), descubriendo que el amor es universal y en el flechazo las personas apenas se diferencian unas de otras.

Según Fisher, al enamorarnos de alguien “hay dos regiones muy activas: el núcleo caudado, una primitiva región en forma de “C” relacionada con el sistema de recompensa del cerebro, la excitación sexual, las sensaciones de placer y la motivación para lograr recompensas, y el área tegmental ventral, la veta madre de las células que producen dopamina”.

La antropóloga cree que la “locura” del enamoramiento “la producen los niveles altos de dopamina y norepinefrina, y un nivel bajo de serotonina. La dopamina en grandes cantidades, además de aumentar el nivel de testosterona, está asociada con una gran capacidad de concentración, euforia y dependencia, que son los síntomas típicos de la adicción”.

La exaltación del enamorado “la producen las sustancias que fabrica su cerebro: el alto nivel de norepinefrina, que genera euforia y pérdida del apetito, y el bajo nivel de serotonina, que se relaciona con la obsesión de estar con el ser amado”, según Fisher.

Los escáneres cerebrales realizados por Fisher a miles de personas, demuestran que el “amor romántico” se caracteriza por una actividad especial en el cerebro, parecida a la que producen drogas como la de la cocaína, ya que la persona enamorada “se encuentra altamente motivada, cada vez necesita ver al otro más, y más, y más, y tiene el patrón de una adicción”.

A los escáneres cerebrales de Fisher se ha sometido personas que, después de dos décadas de matrimonio, afirmaban seguir enamoradas. La científica halló la misma actividad en la misma zona del cerebro que los recién enamorados, pero con una diferencia: “cuando uno se acaba de enamorar siente mucha ansiedad, a largo plazo esa ansiedad desaparece”, ha señalado.

Con EFE.