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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: convivencia

Barras de fútbol bogotanas toman curso para aprender a comportarse mejor

Grupos de barristas de la localidad de San Cristóbal participaron en actividades de capacitación y socialización de procesos de sana convivencia que tienen como fin prevenir la violencia entre los diferentes grupos de fans de los equipos de futbol.

Gracias a estas actividades de inclusión entre las diferentes barras de los equipos de fútbol de Santa Fe, Nacional, América y Millonarios. Se fortalecieron los lazos sociales, la construcción de del respeto y el trabajo colectivo entre sus 30 asistentes.

 

Nota recomendada: Inicia la segunda fase de atención a la población que vive en pagadiarios en Bogotá

A través de 20 clases de formación se quiere reforzar los temas de la ley 1801, primeros auxilios, derechos de petición, trabajo con infancia y adolescencia, manejo de incendios y aplicación del RCP.

Este proyecto busca promover la sana convivencia entre los hinchas y evitar cualquier tipo de altercado, asimismo acompañamiento a los campeonatos de fútbol organizados por la liga Betplay y evolucionar el barrio social.

¿Qué hacer si tiene problemas con su vecino?

En la ciudad cada día se presentan más casos de violencia e intolerancia entre vecinos, una problemática que parece no tener techo y que escala de forma exponencial. De acuerdo con cifras reportadas por las dieciséis Casas de Justicia y la Personería de Bogotá, en el primer semestre del año se registraron más de 1.600 hechos relacionados con peleas y riñas en conjuntos de apartamentos o edificios residenciales, 8,5 % más frente al mismo período de 2023. 

Según la Secretaría de Seguridad, los cuatro conflictos de convivencia más frecuentes, ocurren por el no pago de obligaciones de arriendos o alquileres, por exceso de ruido, por el mal manejo de basuras y por el poco control que se tiene sobre las mascotas, especialmente con el hecho de no recoger sus desechos.

 

De acuerdo con cifras oficiales (corte a junio de 2023), las zonas de Bogotá en las que se han protagonizado mayores conflictos son: Suba (568), Bosa (198), Kennedy (133), Ciudad Bolívar (115), Barrios Unidos (103) y Usme (99), son las seis localidades de la ciudad que lideran el ranking, seguidas de Fontibón (95), Usaquén (93), Chapinero (82), Tunjuelito (79), San Cristóbal (66), Engativá (37), Los Mártires (36) y Puente Aranda (30).

¿Cómo reportar estos casos a las autoridades? ¡Tome nota!

Luis Carlos Restrepo, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá, señala que los ciudadanos pueden denunciar este tipo de hechos o conductas de la siguiente manera:

La situación inicialmente debe ser informada a los Comités de Convivencia del edificio o conjunto residencial.

Si se quiere escalar el caso, se recomienda exponer la situación en la Casa de Justicia donde vive el afectado. En este link podrá consultar las direcciones de todas las sedes: https://bogota.gov.co/servicios/guia-de-tramites-y-servicios/que-es-una-casa-de-justicia 

También podrá comentar el conflicto a la Policía, reportando la situación en el CAI más cercano o a la patrulla del cuadrante donde vive la persona.

De acuerdo con Restrepo, “otra forma eficaz de alertar lo sucedido, es llamando a la línea de emergencias 123 para informar los hechos y con esto las autoridades actuarán conforme a lo que dicta el Código Nacional de Policía y Convivencia en torno a medidas correctivas, que pueden ser desde imponer multas, sanciones y amonestaciones hasta sellamientos o de ser necesario conducir al agresor a una estación de Policía”.

Para tener en cuenta, si el conflicto está relacionado con exceso de ruido en reuniones o fiestas, que es el caso más frecuente de conflictos entre vecinos según la Policía, esta conducta puede dar lugar a una multa general tipo 3, la cual equivale a 16 salarios mínimos legales vigentes, y a otras acciones sin perjuicio de aplicar más recursos jurídicos, como una querella o denuncia por lesiones personales, amenazas contra la vida o violencia física, en la que ya entrará a actuar la Fiscalía General de la Nación, imponiendo sanciones como ordenar el alejamiento del vecino problemático, restringir las fiestas o reuniones en el lugar donde se excedieron los límites de ruido o también podrá aplicar otro mecanismo como el uso de la fuerza legítima.

Sin embargo, antes de denunciar, se aconseja intentar llegar a un acuerdo amigable con el posible infractor, “ya que, en la mayoría de los casos, la falta de diálogo que da génesis al conflicto, puede ser eficazmente superada, sobre todo con la mediación de terceros imparciales”, agrega.

¿Por qué no se denuncian generalmente estos hechos?

Según una encuesta realizada por el Ministerio del Interior y la firma Cifras y Conceptos, el 67 % de los bogotanos consideran que los ciudadanos no les temen a las infracciones por temas de convivencia y por eso terminan haciendo su voluntad sin importarles el daño que causen a la comunidad. En consecuencia, todos los comportamientos relacionados con situaciones entre vecinos copan las líneas de atención de la Policía, pero no llegan a materializarse en denuncias.

Igualmente, cuestiona Restrepo, es evidente la falta de pedagogía que no permite conocer y entender cuáles son los mecanismos y las acciones adecuadas que pueden emplearse en este tipo de casos y procurar su solución. “Cuando llegan estos conflictos a las inspecciones de Policía, efectivamente se imponen las medidas correctivas, pero muchas veces se acude a la resolución aplicando la justicia por mano propia”.

Actualmente el marco normativo para manejar estos temas es robusto e, incluso, hay un reformulado estatuto de conciliación que facilita distintas opciones para darle solución real y pronta y por regla general gratuita a las controversias que podrían llamarse domésticas pero que en la vida en comunidad son trascendentales.

Celebremos el nacimiento, la vida y la fraternidad

Hoy gran en parte de la humanidad celebra el nacimiento a una nueva vida, la mayoría de los cristianos celebran el nacimiento de Jesús, reafirman la fe y enaltecen la tradición; otras culturas y pueblos del hemisferio norte, celebran cada 21 de diciembre, el solsticio de invierno, el día con el periodo de luz diurna más corto y la noche más larga del año, producido cuando el Polo Norte alcanza su máxima inclinación alejándose del Sol. La Navidad, es en general, una fiesta de la alegría, de la fraternidad, una fecha en que se busca la familia y los amigos cercanos, para celebrar que la vida se impone sobre la muerte y que es posible construir nuevos horizontes, nuevos sueños y esperanzas.

En Colombia y otros países, la Navidad para las grandes mayorías empobrecidas y excluidas, se ve empañada. Hay poco que compartir, pocos abrazos que dar y pocos momentos que celebrar. Las violencias en todas sus manifestaciones se apoderan de su entorno, penetran su hogar, se sientan a la mesa y carcomen la alegría; el dolor y la desesperanza se acomodan en los rincones de todo lo que nos rodea. No solo la violencia que produce la injustica social, el empobrecimiento y la inequidad, sino aquella que se genera desde las mentes y los corazones de quienes asesinan, masacran, extorsionan, desaparecen, o reclutan a miembros de la familia y de la comunidad, haciendo que la fiesta de la vida y el amor desaparezca y le de paso, a la venganza y al dolor.

 

Llevamos casi sesenta años, reproduciendo círculos de violencias que han impedido que la fiesta de la vida, del nacimiento se goce a plenitud. No hemos podido, a pesar de los esfuerzos realizados por la sociedad civil, algunos gobiernos y algunos grupos armados no estatales que decidieron reconocer la importancia de la lucha democrática y de los cambios progresivos, celebrar la Navidad sin el fantasma presente de las muertes violentas, la separación de un ser querido producto del secuestro, el reclutamiento, la desaparición o el desplazamiento forzado. Se profundizan los odios, se aleja el perdón, se desvanece la posibilidad de la reconciliación y vuelven a emerger las voces de quienes promueven el rencor, la venganza y la retaliación.

Nada más alejado de la posibilidad de construir una sociedad mejor, con equidad y justicia social, que empeñar esfuerzos en retroalimentar la guerra; nada nos aleja más del sueño de vivir una Colombia que sea fortaleza de la vida y de la dignidad, de la democracia y la solidaridad, que mantener la cultura de las violencias, atacar sin piedad a las organizaciones sociales, gremiales, étnicas, comunales, campesinas, de mujeres y jóvenes, de población LGBTIQ+, de población con discapacidad; nada está más en contra de los deseos de construir una Colombia que supere la pobreza extrema, que garantice educación, salud, vivienda y avance hacia la Reforma Rural Integral reafirmando los derechos de las campesinas y campesinos, reconociendo sus tradiciones y haciendo productivo el campo, que imponer a sangre y fuego una ideología o un negocio legal o ilegal; nada nos aleja más de la Navidad, de celebrar la vida con dignidad y del advenimiento de la esperanza, que seguir imponiendo la violencia armada sobre millones de víctimas del conflicto armado que reclaman reparación integral y restitución de tierras.

La Navidad es compromiso con la paz, con las y los más empobrecidos y excluidos, con los y las esclavizadas y explotadas, con las víctimas de la violencia armada; eso es lo que reclama Colombia de nosotros y nosotras, de quienes hemos vivido o alcanzado privilegios, de quienes nos acostamos sin hambre y sin dolor; pero también, es el reto para millones de compatriotas que debe hacerse visible en las calles, para juntar en una sola voz y un solo cuerpo, las manos y los corazones, la generosidad y la solidaridad, la justicia y la equidad, el diálogo y los acuerdos, los pactos y los cumplimientos, la democracia y el respeto, el perdón y la reconciliación. Que nadie, se sienta con el derecho de utilizar el dolor de millones de víctimas, para exacerbar los odios y la venganza, para instrumentalizar el descontento con la violencia a favor de un dogma, de la politiquería o la descalificación de los intentos de paz que se adelantan hoy en varios escenarios de diálogo.

Que la Navidad sea el momento de la reflexión y de las reafirmaciones por salir de tantos males impuestos o generados con nuestra forma de actuar. Que el narcotráfico y las economías que este genera y que invaden a nuestros pueblos y ciudades, comiencen a desaparecer definitivamente, nada justifica seguir haciendo daño a millones de personas, produciendo sustancias psicoactivas, traficando y enriqueciéndose con la desgracia ajena; la economía ilegal derivada del narcotráfico alimenta las violencias que nos mantienen en la oscuridad y el atraso. Nada justifica la corrupción, todo dinero que llegue a los bolsillos de alguien o a los bancos, quitándole posibilidades de educación, alimentación, vivienda o salud a un niño, niña o adolescente, será devuelto en los ciclos de la vida, con violencia e inseguridad. Nada podrá reparar el daño que se le hace al ambiente, cuando el deseo depredador se apodera del espíritu minero, de los proyectos energéticos o de desarrollo, hacer la paz con la naturaleza, también es obligatorio si queremos sobrevivir como especie en este planeta vivo.

Las noticias que llegan de la mesa de diálogo con el ELN y la mesa de diálogo con la disidencia de la FARC, son muy importantes y nos llenan de esperanza, sobre la posibilidad real de pactar la paz con estas organizaciones armadas, en especial, cuando ambas se han comprometido a suspender el secuestro de civiles con fines económicos; sin embargo, estos avances que marcan un nuevo paso dentro del cese al fuego bilateral, que deberá continuar y reafirmarse a principios del 2024, y un estado de maduración significativo hacia el abandono definitivo de la violencia armada, que respaldamos y rodeamos, deben ser refrendados realmente en el actuar territorial de todos los frentes de guerra y todos los combatientes de ambas organizaciones. Por eso, la importancia de que la movilización ciudadana exija a estos y todos los grupos armados, que cesen los ataques contra la población civil, que reafirmen su compromiso con la paz negociada, enviando un mensaje claro y contundente de que están en total disposición de juntarnos desde la verdad, la justicia, el perdón y la reconciliación, en el marco de la democracia y convivencia, a implementar las transformaciones que se acuerden y muchas otras que seguramente se necesitarán. Esta oportunidad de pactar la paz, de implementar lo pactado y continuar el camino de construcción de una nueva Colombia, no se puede desperdiciar.

Vamos a marchar, vamos exigirle al Gobierno y al Estado que redoble los esfuerzos por garantizar la vida y permanencia en el territorio de líderes y lideresas sociales y políticos, que se rompa cualquier vestigio de complicidad o alianza de miembros de la fuerza pública con grupos armados ilegales; vamos a movilizarnos para demandar a los Grupos Armados Ilegales que no han escuchado el llamado del gobierno y el clamor popular, que se sienten a dialogar y construir soluciones finales para superar la violencia; vamos a rodear los diálogos que hoy se adelantan y a exigir con decisión, que nadie se levante de la mesa de conversaciones, hasta que logremos salir de tantos años de barbarie y dolor.

Ahoguemos con la movilización pacífica y la democracia, toda llama de violencia, de injusticia, de odio, de estigmatización o exclusión; tenemos que ser miles y miles en las calles, en todos los rincones del país, los y las que salgamos a exigir, las veces que sea necesario, el fin de la guerra, el cese al fuego y la renuncia a todos los ataques violentos contra la población, contra los niños, niñas y adolescentes, contra los pueblos indígenas y afrodescendientes, contra las mujeres y los campesinos, contra sindicalistas y comunales, contra comerciantes, ganaderos, mineros, pescadores, industriales; vamos a demostrar con la fragilidad de la esperanza y la fuerza del amor, que queremos celebrar en adelante nuestra Navidad en paz, y que nos comprometemos a luchar con todas las fuerzas, para que ningún colombiano o colombiana pase sus días sin comida o sin techo. Que la prosperidad deje de ser un deseo de Navidad y Año Nuevo, y se convierta, por decisión de todas y todos, en una realidad que vivimos y gozamos.

Encuentre aquí más columnas de Luis Emil Sanabria D.

Sobre la tolerancia

Por: León Sandoval

François Marie Arouet (1694-1778), más conocido como Voltaire, publicaría su célebre Tratado sobre la Tolerancia (1763) con ocasión de la muerte del hugonote Jean Calas ordenada por un tribunal de Toulouse el 09 de marzo de 1762, quien, en términos de Voltaire, fue impunemente asesinado por mandato de la Justicia como presunto asesino de su hijo Marc Antoine. Jean Calas fue condenado a morir en la rueda, luego fue estrangulado y su cadáver incinerado pese al alegato de inocencia de Calas y sus familiares; su esposa y demás hijos fueron desterrados y sus propiedades confiscadas. Luego un Tribunal judicial en Paris revisaría la sentencia encontrando inocente a Jean Calas, dispuso la rehabilitación de su memoria y el restablecimiento de derechos para su familia. Este caso judicial inspiró a Voltaire para elucidar brillantemente sobre la intolerancia religiosa y colocarle en un punto muy alto del pensamiento. En suma, Voltaire, el polímata francés, invita a ejercer el libre pensamiento y examen de conciencia desde la tolerancia, para rematar su obra: Con el único que no se puede ser tolerante es con el intolerante.

 

El texto de Voltaire se hace más relevante cuanto en estos tiempos la intolerancia campea en la sociedad colombiana, verbo y gracia, en las Universidades poco o nada se debaten las ideas con diálogo y argumentos. El debate ha decaído y en su lugar lo que impera es la movilización, la protesta agresiva, el grafiti, las bombas caseras y el escrache, este último, es una nueva modalidad de violencia que consiste en el escarnio público junto a la expresión de odio contra quien se quiere eliminar socialmente y expulsar de un entorno en particular. La violencia, el odio y el resentimiento se han tomado los establecimientos educativos. Algunos docentes y algunos estudiantes simultáneamente son cocreadores y presas de una nueva forma de oscurantismo que termina permeando todo el entorno educativo: El fanatismo ideológico, así como hace más de doscientos años se condenó injustamente a Jean Calas ahora se hace lo propio contra aquel que en el ejercicio de la libertad de pensamiento y de opinión se atreva a criticar cualquiera de los “Ismos” de moda. Pareciera que sólo vale una única línea de pensamiento y para quien piense diferente, el cadalso.

¿Dónde queda la tolerancia cuando se quiere obligar a todas las personas a pensar igual y quien piense diferente debe ser callado e invisibilizado? ¿Desde cuándo la universidad tiene que estar al servicio de una única línea ideológica que debe ser aplaudida? ¿Por qué victimizarse es tan rentable, y cuando no hay argumentos para debatir, se elimina al contradictor por medio del improperio y la autovictimización? ¿Desde cuándo el profesor no tiene derecho a opinar y pensar diferente de la masa estudiantil? ¿Desde cuándo el papel del docente dejo de ser el de formador para convertirse en recreacionista de sus discípulos con la anuencia de las directivas universitarias? Antaño los discentes seguían el pensamiento de los docentes, hoy pareciera que son éstos los que deben ser áulicos de aquellos.

La intolerancia en Colombia pasa por la crisis de la universidad, es también la crisis de la juventud embebida de paz y de tolerancia, pero sus acciones se alejan de lo que dicen defender y representar. La tolerancia es aceptada pero sólo para con el que es par, no para con el otro que es contradictor.

Las libertades de pensamiento y de conciencia no tienen precio y no pueden ser compradas, ni endosadas. Son las preseas más grandes y las únicas y verdaderas libertades. ¿Por qué expresar lo que se piensa debe ser motivo de ataque personal y destrucción intolerante? La masa no piensa por sí misma, es reactiva y amorfa, es hija bisoña de la hiperdemocracia y del exceso de derechos frente al menoscabo de los deberes. Cada vez son menos los tolerantes y cada vez son más los intolerantes, todos dicen tener la razón, menos el contendor.

Epictecto (55-135 d.C) el esclavo avenido en filósofo y modelo del estoicismo, en su célebre Enquiridión, que, por cierto, fue escrito por uno de sus discípulos, señaló en la máxima 35º “Cuando hagas algo, qué según tu mejor criterio, debe ser hecho, nunca tengas vergüenza de que te vean haciéndolo, aun cuando todo el mundo pueda formarse una idea equivocada de lo que haces. Porque, si no has de obrar rectamente, desiste de la acción misma; pero si tu obrar es recto, ¿Por qué habrías de temer a quienes te juzgan de manera equivocada?”. Obrar rectamente es un deber moral, no hay temor, ni miedo para con la galería que es ignorante e inculta, y pese a ser masa, tiene a sus pies a quienes debería subordinarse. El inmortal Manco de Lepanto lo sentenció “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”

La convivencia y la seguridad, más que persuasión y represión

Por: Luis Emil Sanabria D.

El pasado jueves, un hecho doloroso que cobró la vida de un joven que, al parecer acababa de hurtar una bicicleta, nos sacudió el alma y despertó en la ciudadanía bogotana, las más profundas pasiones. Y no era para menos, ya que un grupo de vecinos, momentáneamente poseídos por la ira y el desapego por la vida, arremetieron contra la humanidad de una persona, arrastrándole desnudo por las calles, hasta causarle la muerte a golpes y puñaladas. Se convirtieron de la noche a la mañana en asesinos.

 

No fue justicia lo que se aplicó, fue un linchamiento público, una de las más bajas demostraciones de crueldad del ser humano. Pero más allá de la noticia, qué hay detrás de esta manifestación de violencia feroz, que hace que las personas seguramente sin antecedentes judiciales reaccionen de esta forma frente a un caso de delincuencia común. ¿Qué lógica o qué cúmulo de condiciones se reunieron para que ocurriera este lamentable suceso?

Algunos se han apresurado a manifestar que esta fue la respuesta lógica a la falta de aplicación de justicia por parte del Estado, o a la debilidad de las leyes que en lugar de castigar al delincuente, se le premia o se mantiene en la impunidad; otros y otras, han señalado que lo sucedido se debió a la falta de una política de seguridad eficaz, que debe ser aplicada por la policía, y a renglón seguido, proponen la necesidad de aumentar del pie de fuerza policial, de mejorar su capacidad investigativa y llenar de cámaras la ciudad. Muy pocos hablaron de ir a la solución de las causas estructurales que motivan estas conductas.

Más que señalar a los delincuentes, a los victimarios, a la justicia y a la policía, para obtener audiencia política electoral, deberíamos abrir un debate sincero, sin prejuicios y sin perjuicio, sobre la política de convivencia y seguridad en una ciudad tan grande y cosmopolita como Bogotá. Por supuesto que la ineficacia de los planes de seguridad y las instituciones policiales y judiciales, al perseguir el delito y aplicar justicia, son determinantes; sin embargo, hay que explorar otras causas dentro de los círculos complejos que alimentan las violencias urbanas, la generación de delincuencias y las condiciones que hacen que, un ciudadano/a se convierta en victimario, y que, en el caso de Bogotá nos lleva a tener una de las tasas de asesinatos mas alta, en relación con algunas ciudades de américa latina.

Para el 2022 se reportó en Bogotá, la tasa de homicidios más baja en los últimos años, 12,8 por cada 100 mil habitantes, lo que representó aproximadamente 1010 homicidios; sin embargo, esta tasa sigue siendo alta, en comparación con las tasas de homicidios de ciudades como Quito (6,29 por cada 100.000 hab.) o Buenos Aires (2,86 por cada 100.000 hab.). Disminuir en un futuro próximo, la tasa de homicidios de Bogotá, a niveles cercanos al 7,0 por cada 100.000 habitantes, y a mediano y largo plazo, por lo menos a 3,0 homicidios por cada 100.000 habitantes, debería ser un acuerdo social, político y económico de todas y todos los que habitamos esta ciudad.

Qué deberíamos hacer para lograr estas metas, que no son irracionales, ni propias de una mente enferma, más, si tenemos en cuenta que esta ciudad alimenta y recibe (al igual que otras ciudades), la carga funesta de un conflicto armado y en cuyo territorio inevitablemente se reproducen prácticas violentas políticas y sociales. Una ciudad que, entre otras cosas exporta y hereda, dolores y venganzas, una capital que reproduce la segregación, la estigmatización y el racismo.

Por supuesto, ante la crisis señalada, es necesario una estrategia de choque que tiene que ver primero con el fortalecimiento del pie de fuerza de la policía, no solo en la cantidad que se necesita, con sus apoyos logísticos, tecnológicos y de inteligencia adecuados, si no especialmente en calidad. Necesitamos agentes de policía que reconozcan, respeten, promuevan y vivan los Derechos Humanos, agentes capacitados para impulsar la convivencia, para apoyar la transformación pacífica de los conflictos cotidianos, y en valores como la solidaridad y la honestidad. Necesitamos una institución en cuyo interior se respeten los derechos fundamentales de sus integrantes, que no tolere el acoso laboral o la violencia sexual, que las ordenes no estén mediadas por “favores” sexuales o materiales, que los turnos o los traslados no afecten la convivencia y el amor familiar. Una institución en la que todos y todas sus funcionarias, puedan aspirar a dirigirla, y en la que la ciudadanía confíe.

Otro componente imprescindible de una política de convivencia, seguridad y paz, sería rodear los esfuerzos de Paz Total y diálogos con todos los actores armados, que adelanta el Gobierno Nacional, ya que, en Bogotá estos grupos, no solamente se proveen de pertrechos (botas, uniformes, etc.), armas (fusiles, pistolas, etc.) y municiones, sino que también, enrolan o reclutan combatientes, y hacen presencia militar, política y económica. En el caso del llamado Clan del Golfo, se reconoce que existe desde hace varios años, coordinación con bandas criminales como Los Pascuales, Los Pereiranos, el Tren de Aragua, Los Boyacos, Los Paisas, o Los Sayayines, y cuyas estructuras, no se desmontarán solo haciendo uso de la fuerza o la inteligencia, sino también, apoyando las políticas nacionales de sometimiento a la justicia, a través de diálogos socio-jurídicos. Así, podremos pensar en la disminución real del fenómeno del microtráfico y consumo de sustancias psicoactivas.

Será necesario, un ambicioso programa a mediano y largo plazo, para la superación de la pobreza (36% de la población) y la pobreza extrema (9,5% de la población) que obliga a que aproximadamente 752.000 habitantes de la ciudad, reciban la noche con solo una o dos raciones de comida. Hay que fortalecer el sistema educativo público, mejorando su pertinencia en relación con la vocación económica de la ciudad, las localidades y las exigencias internacionales y nacionales relacionadas con las tecnologías de la informática y las comunicaciones, y el dominio de una segunda lengua universal, como el inglés. Se debe promover un programa solidario y comunitario de microfinanzas, para romper los círculos esclavizadores del gota a gota, e implementar un plan de apoyos reales a las economías cooperativas, populares y solidarias, y a las Pyme y Mini Pyme.

Finalmente, entre otros componentes, será necesario renunciar a las estrategias fallidas que, alimentan la idea del enemigo interno, que propenden por la privatización de la seguridad y la vinculación de civiles a los llamados Frentes de Seguridad, y avanzar hacia una estrategia que combine el fortalecimiento de la Cultura Ciudadana, en relación con los valores, la democracia, los derechos y los deberes, la convivencia y la transformación pacífica de conflictos; la consolidación de los comités de convivencia de las Juntas de Acción Comunal y los Consejos de Administración de Propiedad Horizontal, que sean apoyo fundamental para prevenir la violencia intrafamiliar mediante acciones pedagógicas y comunicativas; y la conformación de  comités de Derechos Humanos, solidaridad y cuidados en los entornos escolares y las instituciones para prevenir el consumo de sustancias psicoactivas, la vinculación de jóvenes a las bandas delincuenciales, los atracos, la violencia sexual, la violencia estatal y política, y demás manifestaciones de violencia urbana.

La paz, la convivencia y la seguridad, van de la mano con el goce pleno de los derechos humanos; intentar promover acciones aisladas, o implementar solo programas represivos o persuasivos, reiterando acciones ineficaces que han generado más problemas, sin intentar cambiar las causas estructurales que hacen que la sociedad genere altos niveles de violencia física, verbal o psicológica, es una actitud demencial que no nos llevará a ninguna solución duradera.

 

 

50 Personas pagan comparendos de convivencia limpiando paredes

Durante 2023, 2.618 personas han sido sancionadas con comparendos de convivencia. El Distrito les permite sustituir la sanción económica con actividades pedagógicas.

Este viernes, al menos 50 personas que tenían comparendo por convivencia, pagaron su multa embelleciendo zonas de La Candelaria en Bogotá.

 

En el marco de la estrategia Por ella, cientos de ciudadanos bogotanos podrán inscribirse para realizar estos trabajos. Las multas oscilan entre $154.666 hasta los $618.666 pesos.

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Convivencia al garete

La Administración Distrital está en deuda con la convivencia. Más allá de las cifras, la mejor muestra de esto es lo que vemos a diario, los ciudadanos protagonizan enfrentamientos que pasan por insultos, golpes y hasta ataques con diferentes tipos de armas. Ocurre en Transmilenio, en las calles, los colegios, los parques y demás zonas de la ciudad. Frente a esta situación quiero manifestar a la opinión pública mi preocupación ante:

  1. la inexistencia de una estrategia de convivencia focalizada en los lugares que de verdad lo requieren. Según la Secretaría de Seguridad en 2022 se reportaron 442.416 riñas. En promedio 1.212 diarias. El 45,9% de estas se concentró en las localidades de Suba (59.049), Kennedy (58.497), Bosa (43.133) y Engativá (42.401).
  2. La violencia entre ciudadanos sigue siendo un común denominador en la ciudad. En 2022, se presentaron 23.434 lesiones personales, en promedio 64 diarias. El 45,3% de los casos ocurrió en: Suba (2.286), Ciudad Bolívar (2.109) Kennedy (3.013), Bosa (2.027), Engativá (1.998).
  3. En los hogares ocurrieron 45.035 casos denunciados de violencia intrafamiliar, en promedio 123 diarias.  El 66,1% de las víctimas fueron mujeres, es decir, 29.807 casos. Se desconoce la atención que les fue brindada.
  4. En 2022 la Secretaría de Seguridad destinó $92 mil millones a metas relacionadas con la convivencia ciudadana. Los bogotanos no entienden cómo siguen viendo todos los problemas mencionados si se supone que hay un presupuesto tan grande para trabajar en este tema
  5. Se desconoce si los 7.168 los comparendos, por comportamientos violentos infringiendo el Código de Seguridad y Convivencia, fueron pagados y efectivos.
  6. Según cifras de la Secretaría de Integración Social, en 2022 las Comisarías de Familia atendieron a más de 108 mil personas, principalmente por problemas de convivencia. Preocupa que en el caso de las mujeres solo el 12,1% de estos casos haya terminado en medidas de protección y el 28,1% en medidas preventivas.
  7. Casos como el de la estudiante que se encuentra hospitalizada por recibir un ataque con arma blanca y una golpiza por parte de 4 compañeras, se repiten a diario, hay un patrón. No se entiende el hecho de que en 2022 la Secretaría de Educación Distrital haya destinado $48 mil millones para “Apoyar y acompañar en 400 Colegios Las acciones de promoción de derechos y de prevención y atención a situaciones relacionadas con presuntos casos de vulneración hacia niñas, niños y adolescentes, así como el seguimiento a la activación de protocolos de atención integral para la convivencia escolar (…)” y estos casos sigan ocurriendo ¿se deberá a que solo ejecutaron el 49,6% de los recursos? ¿Por qué no hubo atención del caso si los padres de la menor afectada dicen que habían reportado previamente bullying hacia su hija? ¿Qué está pasando con los protocolos?

En todos los espacios de Bogotá vemos que hay problemas de convivencia. Pese a que la administración destina bastantes recursos parecen insuficientes, la realidad dista de un escenario positivo. Mientras siguen en medios de comunicación celebrando que los delitos de alto impacto han tenido disminuciones porcentuales, en la ciudad se siguen peleando los ciudadanos, agrediéndose con diferentes tipos de armas. Hay una jóven luchando por su vida después de sufrir un ataque derivado del bullying que vivía. La convivencia está al garete.

 

 

Lucía bastidas

Concejal de bogotá