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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: Opinión

¡La educación es la clave!

Tenemos que empezar por decir con el neurólogo y educador argentino Sebastián Lupina, que “la pobreza tiene graves impactos sobre el desarrollo cognitivo y emocional”, que deja huellas, secuelas imborrables. Y ello es grave, de allí la importancia de la atención debida a la primera infancia, especialmente en sus primeros cinco años, que es cuando se da el mayor desarrollo del cerebro, del lenguaje, de la motricidad y del pensamiento abstracto que caracteriza al ser humano. De allí que influya tanto en dónde y en qué condiciones se nace y se crece a esta temprana edad en el futuro que habrá de deparársele en la vida a ese niño que crece y se desarrolla, la mayoría de las veces enfrentando la adversidad. Una población infantil afectada por el hambre y la desnutrición, como ocurre en muchas regiones del país, en especial La guajira, no tiene futuro y si lo llega a tener es incierto.

Superada esta etapa, insisto en que es crucial, como lo afirma la ex ministra de Cultura Paula Moreno, “la preparación nivela. La educación es fundamental y lo que he visto a lo largo de los años es que cambia tu historia, tu chip y te pone en otro lugar”. Y como lo pudo establecer el estudio realizado por el codirector del Banco de la República, Adolfo Meisel, “en el caso de los más pobres, la educación es la principal herramienta que les brinda la sociedad para mejorar sus condiciones de vida”. Pero, advierte que “no es suficiente con el acceso a la educación. Es necesario garantizar el aprendizaje a través de una educación de calidad”. La educación de calidad, entonces, es la clave.

 

Llama la atención el Informe de la OCDE en que existe una especie de determinismo asociado al origen de cada quien, pues “los niños cuyos papás no terminaron bachillerato tienen el 15% de posibilidades de llegar a la universidad, una cuarta parte de aquellos con al menos un padre que alcanzó la educación superior”. Por ello no es de extrañar la cifra que nos da la misma OCDE según la cual en Colombia sólo el 9% de los alumnos de las familias pobres llegan a la universidad, frente al 53% de las más ricas. Y a ello hay que añadir el alto grado de deserción universitaria, que supera el 50%, siendo las causas económicas, sociales e institucionales las causas prevalentes de la misma.

También en este aspecto, el del acceso a la educación, el campo muestra el mayor rezago. La OCDE plantea la urgencia de cerrar la brecha que existe entre la ciudad y el campo. Según cifras del Ministerio de Educación, mientras un colombiano que reside en la ciudad tiene un promedio de 9.6 años de educación, otro que reside en las zonas rurales apenas sí alcanza los 6 años. Andreas Schleicher, Director de Educación de la OCDE, advierte que “todavía existe una gran desigualdad entre el sector rural y urbano en las escuelas de Colombia. Por eso el Gobierno debe asegurar mayores recursos y construir redes de escuelas que potencien la educación…Además, es necesario ejecutar inversiones para que los profesores mejoren sus carreras”. Pero el investigador alemán va más lejos y llama la atención en el sentido que “más allá del dinero, es necesario mirar qué tan eficaz es el tiempo que invierten los jóvenes en su educación. La escuela es la única oportunidad en la vida para formarse. Por eso es importante capacitar a los maestros”. El Gobierno y la comunidad educativa deben tomar atenta nota de estas recomendaciones y proceder en consecuencia tomando la educación como la primera prioridad.

La Educación debe ser asumida como Política de Estado y dejar de estar al vaivén de los cambios de administración, sujeto al regateo para que se le asigne el presupuesto que se requiere tanto para ampliar su cobertura como para su mejoramiento continuo. Ello redundará, indudablemente no sólo en el cierre de brechas, en reducir la desigualdad, en la nivelación de la cancha, sino que además contribuirá también a la mayor productividad y competitividad del país. Y a este propósito el investigador Eric Hanushek, profesor de la Universidad de Stanford en EEUU, pone el dedo en la llaga al aseverar que “hay una variable que no aparece en la lista de indicadores macroeconómicos de coyuntura, pero que es uno de los determinantes más importantes del crecimiento económico de largo plazo. Se trata de los aprendizajes que alcanzan los niños y jóvenes en el sistema educativo, en especial en áreas fundamentales como la comprensión lectora y las matemáticas”.

Aparte del impacto social que tendría un redireccionamiento del aprendizaje en Colombia también tendría su impacto positivo en la economía, elevando su crecimiento potencial. Según Hanushek, “si el sistema educativo colombiano garantizara a todos los jóvenes colombianos aprendizajes mínimos, la tasa de crecimiento económico de largo plazo se incrementaría en 0.7 puntos porcentuales por año. Proyecciones económicas estiman que durante los próximos 12 años, la economía colombiana crecerá 3.7% al año para llegar a un ingreso per cápita de alrededor de 33.7 millones de pesos en 2030. Si el sistema educativo colombiano garantizara aprendizajes mínimos a todos los jóvenes que terminan la educación obligatoria, el país podría crecer al 4.4% anual y alcanzar un ingreso per cápita de 36 millones de pesos en 2030”.

Definitivamente la educación es la clave para escapar de la trampa de la pobreza y para cerrar la brecha de la irritante desigualdad de ingresos que se abre cada vez más, en desmedro de la población más vulnerada y vulnerable. Ello jamás se dará por generación espontánea, es necesario contar con una política, unas estrategias y plan de acción consensuados que comprometa seriamente al Estado en sus distintos niveles. Dada la magnitud del reto, esta no es tarea de un gobierno o de una administración, debe contar con todas las energías de todos para alcanzar unas metas de corto, mediano y largo plazo, que sean medibles, cuantificables y evaluadas periódicamente, con el fin de ajustar los medios para alcanzar tan loable finalidad. Bien dijo Simón Bolívar, el Libertador, que “la educación es el fundamento verdadero de la felicidad” y es también el medio más expedito para nivelar la cancha, así como para la cohesión y la inclusión social.

Amylkar Acosta

www.amylkaracosta.net

Estamos en la era en la que las armas deciden cuando disparar

El mundo se enfrenta a uno de los riesgos más inminentes para la humanidad: la producción en masa de armas autónomas letales.

En mayo del 2025, medios de comunicación informaron sobre el uso de aeronaves autónomas por parte de Ucrania en territorio ruso, dispositivos que también han sido utilizados por Rusia y que serían provenientes de Irán, uno de los países con mayor capacidad armamentística en materia de aeronaves autónomas letales.

 

Hace unos días, Marruecos confirmó la compra de drones turcos, justo después de haber adquirido misiles Stinger de Estados Unidos, lo cual evidencia el aumento de la proliferación de armas autónomas letales, su exportación y su uso en zonas de conflicto en el mundo.

Frente a este panorama, diversos países han insistido en la construcción de muros contra drones, como fue la propuesta de la Unión Europea de elaborar una malla de misiles y radares que detecten y neutralicen las posibles amenazas en territorios fronterizos con Rusia. A la par, el grupo italiano de defensa y aeroespacial presentó un escudo denominado como “Michelangelo Dome”, un sistema de defensa aérea que utiliza inteligencia artificial, con el fin de identificar armas hipersónicas y enjambres de drones.

De esta manera, cada vez más países se suman al desarrollo de sistemas que protejan sus territorios del alcance de estos elementos, concebidos por el Comité Internacional de la Cruz Roja, como todas las armas que seleccionan objetivos y son aplicadas a la fuerza sin intervención humana directa. Entre sus principales riesgos, la Organización de las Naciones Unidas señala que estas armas automatizan la toma de decisiones, lo cual puede conllevar a errores de cálculo, ataques humanitarios y a la destrucción de infraestructura crítica y los servicios esenciales de un país.

Tal fue el caso de la Operación Telaraña, como se le denominó a uno de los ataques más recientes a Rusia, en donde el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) inició una operación de 117 drones contra aviones de largo alcance de la Fuerza Aérea Rusa. Las armas elegidas fueron aeronaves Aeroprakt A-22, capaces de transportar bombas o munición antipersona y volar a menor altitud, lo que les permitió pasar inadvertidamente por debajo de las defensas rusas. La modificación de estos dispositivos fueron un mecanismo de defensa hacia los drones de tipo Shaded que Vladimir Putin ha utilizado por años en el territorio ucraniano.

Los Shaded, como se les llaman a vehículos aéreos no tripulados provenientes de Irán, son utilizados para ataques suicidas, motivo por el que son conocidos como drones kamikazes. Entre sus diferentes modelos, los Shaded-163 tienen un alcance a larga distancia que les permite llevar una ojiva explosiva y lanzarla a un objetivo sin intervención humana. Asimismo, su forma de uso habitual es por medio de enjambres, los cuales permiten el impacto en contra de un objetivo y la destrucción de la carga explosiva que tiene incorporada.

Desde el inicio de la guerra, el 24 de febrero de 2022, Rusia ha usado drones como el Kub-BLA de Kalashnikov, un aparato que merodea hasta encontrar su objetivo y que cuenta con cámaras y sistemas de guía hechos en China. Ucrania ha respondido con los Switchblade 300 y 600, enviados por Estados Unidos. Son drones que pueden volar durante mucho más tiempo que un avión tripulado y atacar por sí mismos una vez que identifican su blanco. Estos Switchblade están inspirados en los drones kamikaze Phoenix Ghost del ejército estadounidense y han incorporado la inteligencia artificial para maximizar su impacto.

Del mismo modo, Israel ha utilizado drones pequeños o cuadricópteros desde 2023 en contra de Palestina, operando estos dispositivos para el lanzamiento de bombas explosivas en el territorio de Gaza, lo cual ha contribuido al recrudecimiento del conflicto y al aumento de ejecuciones extrajudiciales de civiles palestinos. Al igual que Rusia, Israel ha concentrado esfuerzos en modificar drones comerciales, como lo hizo con DJI Agras, el DJI Mavic y el DJI Avata para la destrucción de hospitales y refugios civiles, y la vigilancia de prisioneros palestinos, lo cual ha intensificado la barbarie. Estos drones, pertenecientes a China, fueron suspendidos a este país una vez se conoció sobre sus usos letales, introduciendo modificaciones para restringir sus áreas de uso y el nivel de altura de los mismos.

A pesar de que el uso de armas autónomas letales ha aumentado durante los últimos años, para el 2021 ya se utilizaban estos dispositivos en conflictos. El primer caso de un dron autónomo que atacara a seres humanos se dio en marzo del 2020, durante la segunda guerra civil libia, en donde se habrían operado drones turcos Kargu-2 para atacar a objetivos humanos, un dispositivo cuadricóptero diseñado para llevar una carga de armas, procesar imágenes y algoritmos, así como seguir blancos móviles.

En el caso colombiano, para octubre de este año, las fuerzas armadas dieron creación al primer batallón de Aeronaves No Tripuladas (BANT) en América Latina, integrado al Comando de Aviación del Ejército y orientado al apoyo de operaciones de inteligencia y al fortalecimiento de la seguridad en el país.

Este batallón, a diferencia del uso que se les han dado a las armas autónomas letales en otras partes del mundo, busca adoptar capacidades de guerra electrónica y análisis de inteligencia artificial, con el objetivo de identificar amenazas con mayor precisión y consolidar la vigilancia en zonas estratégicas de la nación, como fronteras y bases militares, continuamente atacadas por grupos armados al margen de la ley.

Esto como respuesta a los más de 350 ataques con drones que han recibido las fuerzas armadas por parte de disidencias, lo cual evidencia como el conflicto se ha transformado con base a los avances tecnológicos y la implementación de inteligencia artificial con fines militares. Por tanto, las fuerzas armadas colombianas han implementado diseños similares a los de un avión, que permite la identificación de rostros, la persecución de objetivos y el sobrevuelo de hasta 45 kilómetros.

De esta forma, el avance militar no es, por sí mismo, el problema. El verdadero riesgo aparece cuando olvidamos que toda arma debe estar al servicio de la defensa, no de los ataques. La intervención humana tiene que seguir siendo una línea roja inquebrantable, y cualquier intento de trasladar estas tecnologías a zonas de conflicto solo incrementa la barbarie. Ante esto, es posible decir que el desafío de la actualidad, más allá de lograr el avance tecnológico, es que este no esté por encima de la humanidad entera. La tecnología, a final de cuentas, debe promover el progreso, no la destrucción.

Alejandro Toro

La vigilia de los mercados

En los días previos al Solsticio Invernal, cuando el Reino del Águila (EE. UU.) celebraba su festividad anual, una extraña sombra de volatilidad cruzó los cielos. Aun con una semana corta, las bolsas del reino resurgieron, impulsadas por la profecía de que la Gran Fed reduciría las tasas el décimo día del último mes. Los reinos emergentes, desde Chile hasta Brasil, marcharon también con renovado brío.

Lejos al sur, Chile vivía su propia contienda: la ventaja de Kast sobre Jara era tan amplia que los mercaderes ya daban por hecho el cambio del estandarte el 14 de diciembre, y las bolsas celebraban como si la batalla ya hubiera terminado. Al este, los vientos de la guerra entre Rusia y Ucrania parecían ceder por un supuesto pacto impulsado por los sabios del Águila.

 

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El petróleo, confundido, cayó… y luego rebotó, dudando de si aquel acuerdo era un camino real o solo un espejismo más en la niebla. En las Tierras del Crudo, las profecías eran sombrías: sobreoferta creciente, y oráculos como Goldman y JPMorgan anunciando precios bajos que herían a los reinos productores, entre ellos Colombia.

En América Latina, Brasil brillaba como un reino próspero, mientras Colombia avanzaba con paso firme… aunque su moneda no tenía aún la fortaleza de sus aliados del norte y del sur.

Pero en los salones de los estrategas se hablaba de un temor más profundo: el espectro de un ataque especulativo, igual al que azotó a Brasil en 2023–2024, cuando su moneda cayó y las tasas debieron subir hasta niveles que harían temblar a cualquier consejo de magos.

Ahora, decían los vigías, Colombia caminaba por una senda parecida. La inflación proyectada para 2025 sonaba a advertencia. El mercado ya hablaba de tasas cercanas al 11% en 2026. Los bancos extranjeros susurraban que se acercaban más subidas. Y el dólar aguardaba, silencioso, como una bestia en la oscuridad. Porque, según los antiguos pergaminos, no son los TES los que despiertan al dragón… sino un salto repentino del dólar.

El Banco de la República se encontraba entonces ante su prueba más dura: – Mantener la credibilidad del reino. – Evitar repetir el Error de Brasil. – Elegir si levantar la espada ahora… o esperar a enfrentar una tormenta de devaluación. Y así, mientras los reinos observan y los mercados contienen el aliento, la historia aguarda el próximo movimiento del Consejo Colombiano… pues incluso los dragones financieros duermen, pero nunca por mucho tiempo.

Fabián Herrera

El carácter

El carácter entendido como el conjunto de cualidades que tiene una persona que la hacen única y la distinguen de las demás, es una de las características ausentes en la gran mayoría de la población. En los actuales tiempos no es fácil encontrar personas con carácter. La gran mayoría de seres humanos se camuflan entre la masa, masa inerme que se mueven al vaivén de los vientos y a conveniencia personal. Tienen unos principios y si no aplican, tienen otros subsidiarios. El advenimiento de la mal llamada Inteligencia Artificial ha contribuido notablemente con la desaparición del carácter, porque las personas pierden cada día más la capacidad de reflexión, a menor reflexión mayor ausencia de carácter.

El carácter no se hereda, no se adquiere por reflejo. El carácter se cultiva día a día a partir de la objetividad de pensamiento e independencia de criterio que deberían ser inculcados desde la más tierna infancia. La ausencia de carácter ha pasado una grande cuenta de cobro a la humanidad, los grandes problemas de la humanidad empiezan en la ausencia de carácter. Las personas carentes de carácter exhiben marcadas tendencias hacia la pereza, la lascivia, la corrupción, la mediocridad, el dinero fácil y en general, hacia la realización de conductas inapropiadas.

 

Con pesar se debe afirmar que, en la escuela contemporánea no se incentiva la formación de carácter, porque cultivar el carácter exige templanza, paciencia, incomodidad, fortaleza, persistencia y disciplina e incluso dolor. Todo lo que se les quiere evitar a las nuevas generaciones y, la Escuela de hoy está concebida para recreación y bienestar. Al niño se le debe mantener confortable en la Escuela como si fuese un cliente, porque el cliente siempre tiene la razón y un cliente a gusto jamás se irá.  Todo lo contrario, el carácter se forja en la incomodidad, a veces en la carencia y en la ausencia. La sociedad contemporánea aprecia la comodidad como un derecho, empero, no se trata de un derecho, la comodidad es una recompensa a un trabajo esforzado y valiente.

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El carácter no forma parte de los pénsumes de estudios, tampoco lo venden en las farmacias en forma de pastillas como si fuese remedio para alguna enfermedad. El carácter se forja como el hierro ardiente, a punta de acotillo que toma forma hasta terminar bruñido en una pieza única y perfecta. Un mal herrero jamás podrá crear buena forja. Padres y maestros carentes de carácter difícilmente, podrán tener hijos y discípulos con carácter.

Para quien tiene carácter la palabra tiene valor. Un sí es un sí y un no es un no. No cambia de parecer cual veleta que apunta según la dirección del viento. En tiempos de influenciadores falla el carácter porque todos los influenciadores, como la palabra lo indica, influyen en el comportamiento, pensamiento, conductas y gustos de los demás. No se puede esperar mucho, algunos son analfabetas funcionales que hacen de la guasa, de la gaminería, del mal gusto, de lo antiestético y de la vulgaridad piedras de toque y modelos. En Colombia muchos niños sueñan con ser influenciadores y estrellas de redes sociales, pareciera ser camino breve para el bienestar.

Una sociedad conformada por personas con carácter indiscutiblemente próspera, será feraz y gozará de riqueza general. En las sociedades pobres, oprimidas, arruinadas, inseguras e inviables el carácter reluce por su ausencia. La crisis mundial y en particular la colombiana que, se manifiesta en lo social, lo político, lo humanitario, lo económico, lo deportivo y lo dirigencial pasa por la generalizada ausencia de carácter de los colombianos. Hay ciudadanos que prefieren pagar para colarse en Transmilenio antes de pagar el precio del pasaje, y mujeres que destruyen mobiliario público y privado en pro del feminismo ¡El último que salga que apague la luz!

León Ferreira

Ni en las calles ni en las pantallas: 25N por una vida libre de violencias digitales

El 25 de noviembre de 1960, Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, fueron asesinadas por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. La historia de estas hermanas, se convierte en el hito que, desde la Organización de Naciones Unidas, en 1991 establece el día internacional de la lucha contra la violencia contra las mujeres. Cada 25 se da inicio a 16 días de activismo, con el fin de destacar las acciones mas urgentes para garantizar la eliminación de estas violencias.

Este año la urgencia a destacar es la violencia digital, una violencia silenciosa que crece sin que podamos detectarla fácilmente y que alcanza rápidamente y por diferentes canales a niñas y mujeres en todo el mundo. Hoy, más de 1.8 mil millones de mujeres han sido víctimas de algún tipo de agresión en línea, pero el daño no cesa cuando las pantallas se apagan, las afectaciones por este tipo de violencia cruza al mundo real afectando la salud emocional, la integridad física y la estabilidad económica de millones de mujeres en todo el mundo. En el contexto de la violencia directa, vivimos en un mundo en donde una de cada tres mujeres ha experimentado violencia física o sexual; a este escenario profundamente desigual se suma la expansión de herramientas de inteligencia artificial, muchas de ellas creadas sin perspectiva de género y entrenadas con datos que reproducen patrones misóginos. El resultado es una tormenta miedosa: la tecnología amplifica la violencia preexistente y crea nuevas vías para atacar, más rápidas, más sutiles y difíciles de rastrear.

 

La violencia digital aparece de múltiples formas que van desde el ciberacoso constante a través de mensajes ofensivos, amenazas y rumores, hasta la sextorsión basada en imágenes íntimas reales o manipuladas. También se manifiesta en el grooming, donde adultos engañan a menores para fines de abuso sexual, así como en la suplantación de identidad con el objetivo de engañar, robar información o destruir reputaciones. La difusión no consentida de imágenes íntimas, el doxeo que expone datos personales con fines de intimidación, los ataques coordinados, el troleo y el hostigamiento sexual forman parte de una larga lista de agresiones normalizadas en línea.

Las cifras son alarmantes. Según datos expuestos por ONU Mujeres (2025), el 38 % de las mujeres ha vivido violencia digital en lo personal, y el 85 % ha sido testigo de que se ejerza contra otras; afectando el trabajo, la vida cotidiana, las relaciones personales y la salud mental de sus víctimas.

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En este escenario, la inteligencia artificial se ha convertido en un nuevo potenciador de violencia. La creación de ultrafalsos o deepfakes pornográficos es más que inquietante. Según la misma organización (2025), entre el 90 y el 95 % de estos contenidos se crean para mostrar imágenes sexuales no consentidas de mujeres, y su producción se ha disparado más de un 550 % en tan solo cuatro años. Las víctimas se enfrentan a un material que puede reproducirse, copiarse y circular indefinidamente, lo que hace casi imposible eliminarlo por completo. La IA también permite suplantaciones de identidad más sofisticadas y formas de engaño mediante bots conversacionales capaces de simular personas reales, lo que facilita nuevas modalidades de estafa y acoso. Incluso se emplea para construir campañas de doxeo personalizadas, utilizando el propio lenguaje de la víctima para amplificar el impacto emocional del ataque. La tecnología se convierte en una herramienta de abuso, porque es accesible, rápida y difícil de rastrear.

Mientras tanto, las leyes avanzan a un ritmo insuficiente. La iniciativa de este 25 de noviembre busca llamar la atención sobre la deficiencia legislativa de la mayor parte del mundo en donde menos del 40 % de los países cuentan con normativas que protejan a las mujeres contra el acoso digital, y aun donde existen, su aplicación es desigual o limitada. No basta con sancionar; hace falta transformar el ecosistema que permite que estas violencias ocurran con tanta impunidad. Algunos avances —como la Ley Olimpia en México, la Ley de Seguridad en Línea en el Reino Unido o el marco regulatorio de la Unión Europea sobre IA— representan pasos valiosos, pero aún insuficientes.

Hay acciones concretas que todas las personas podemos adoptar para construir entornos digitales más seguros. La primera es educarnos: comprender cómo funcionan estas tecnologías, reconocer sus riesgos, prevenirlos y hablar abiertamente sobre el abuso digital identificando sus modalidades. La segunda es protegernos y proteger a las y los menores de edad, mediante contraseñas seguras, verificación en dos pasos, perfiles privados, revisiones regulares de privacidad, control parental y regulaciones claras sobre el uso y el acceso a las redes sociales. La tercera es actuar: exigir responsabilidad a plataformas, gobiernos y empresas tecnológicas; apoyar iniciativas feministas; compartir campañas; y participar en espacios donde se construyen las reglas del mundo digital.

La violencia digital contra las mujeres no puede ser un daño colateral inevitable del progreso tecnológico; es un síntoma de desigualdades históricas que se van adaptando y acogiendo a nuevas formas. Regular no es lo contrario de innovar; regular es garantizar que la innovación sirva al bien común. Es posible crear un ecosistema digital que proteja, en vez de exponer; que acompañe, en vez de silenciar; que permita a las mujeres habitar internet sin miedo.

La violencia digital crece. Pero también crece nuestra capacidad de nombrarla, comprenderla y enfrentarla. El momento de actuar es ahora, antes de que la tecnología avance más rápido que los derechos de las mujeres que busca transformar. Si la violencia digital no conoce fronteras; las soluciones, tampoco deberían conocerlas.

Para seguir hablando sobre este y otros temas relacionados, los invitamos a participar en el: 4to. Encuentro de Diversidades e Inclusión. De los desafíos a las soluciones. El próximo miércoles, diciembre 3 de 2025, en la Universidad El Bosque, Auditorio Fundadores Registro a partir de las 7:00 a. m. Cupos limitados, inscríbete aquí y asegura tu participación: https://forms.office.com/r/2HqquLdcws

https://forms.office.com/r/2HqquLdcws

Mariana Vásquez Cortés
Directora del Centro de Diversidad, Equidad e Inclusión de la Universidad El Bosque

El dilema de la inteligencia humana

El 3 de septiembre de 1949, un avión estadounidense de reconocimiento atmosférico recogió muestras de aire sobre Japón. Al analizarlas, los científicos hallaron trazas de material radiactivo: la Unión Soviética había detonado su primera bomba atómica. La noticia cayó como un rayo en Washington. Apenas cuatro años después de Hiroshima y Nagasaki, el monopolio nuclear de Estados Unidos había terminado.

Entre los estrategas de la Guerra Fría, el pánico se disfrazó de racionalidad. Algunos, como el secretario de la Marina Francis P. Matthews, propusieron convertirse en “agresores por la paz”. Otros, como el matemático John von Neumann, creador de la teoría de juegos, lanzaban frases escalofriantes: “¿Por qué no bombardearlos hoy?”. Era la lógica impecable del miedo, pero también la semilla de la locura. Cada decisión “racional” en favor de la seguridad terminaba haciendo al mundo más inseguro.

 

Todo este contexto y sus implicaciones están presentados con claridad y belleza visual en el documental de YouTube “The Evolution of Cooperation”, del canal Veritasium, una pieza monumental que traduce en imágenes lo que aquí apenas se puede resumir: cómo la inteligencia colectiva detrás de la cooperación puede salvar, o destruir, al mundo. Este artículo se basa enteramente en el documental por considerarlo una reflexión singular para la humanidad, más que necesaria y especialmente en esta actualidad tan incierta.

El dilema del prisionero

La paradoja que explica ese comportamiento se llama el dilema del prisionero, formulado en la década de 1950 por Melvin Dresher y Merrill Flood en la RAND Corporation, y popularizado por Albert Tucker. Dos jugadores deben elegir entre cooperar o traicionar. Si ambos cooperan, ganan moderadamente; si uno traiciona mientras el otro coopera, el traidor gana más; si ambos traicionan, ambos pierden.

Razonando individualmente, “traicionar” parece siempre la mejor opción. Pero cuando ambos piensan igual, terminan en el peor resultado posible.

El dilema refleja, en miniatura, el drama nuclear: cada país decidió armarse para “no ser el tonto” que confía en el otro, y ambos acabaron atrapados en una carrera de destrucción costosa e inútil.

El torneo de Axelrod

Décadas después, el politólogo Robert Axelrod quiso entender cómo podía surgir la cooperación entre egoístas racionales. Organizó un torneo de computadoras: cada programa representaba una estrategia de decisión en el dilema del prisionero repetido cientos de veces. El experimento buscaba descubrir qué comportamiento prosperaba cuando las interacciones no eran únicas, sino continuas, como en la vida real, donde todos volvemos a encontrarnos.

Ganó la estrategia más simple, propuesta por el psicólogo Anatol Rapoport: Tit for Tat (“ojo por ojo”). Su regla era elemental: empezar cooperando y, a partir de ahí, imitar la última jugada del otro. Si el otro cooperaba, se cooperaba; si traicionaba, se castigaba una sola vez; y si volvía a cooperar, se perdonaba.

Cuatro reglas para sobrevivir

De esos torneos, Axelrod extrajo cuatro reglas que explican por qué la cooperación puede ser estable:

  • Ser bueno: no traicionar primero.
  • Ser claro: que tus intenciones sean comprensibles.
  • Ser vengativo: castigar la traición, pero solo una vez.
  • Ser indulgente: perdonar cuando el otro vuelve a cooperar.

El hallazgo fue sorprendente: la estrategia más ética era también la más eficaz. En los juegos iterados, resultó que la cooperación no era ingenuidad sino inteligencia.

El segundo torneo y el ruido del mundo real

Axelrod repitió el torneo con un cambio crucial: los jugadores no sabían cuántas rondas duraría el juego. Esa incertidumbre imitaba mejor la vida real, donde nadie sabe cuándo termina una relación, un negocio o una tregua. El resultado confirmó la lección anterior: las estrategias buenas, claras, vengativas e indulgentes volvieron a dominar.

Pero el experimento introdujo una nueva variable: el ruido, los errores de comunicación o percepción que pueden romper la cooperación. Como en 1983, cuando un oficial soviético, Stanislav Petrov, evitó una guerra nuclear al desconfiar de una falsa alarma de misiles estadounidenses. En contextos con ruido, Axelrod demostró que la mejor estrategia es el Tit for Tat generoso: mantener la reciprocidad, pero con una pequeña dosis de perdón. Esa pequeña concesión puede salvar la paz.

De los juegos a la vida

El dilema del prisionero no es una curiosidad matemática: está incrustado en la vida cotidiana, en la economía, en la política y hasta en la naturaleza. Las especies que sobreviven, desde los impalas africanos hasta los humanos, lo hacen porque cooperan a largo plazo. La cooperación repetida crea confianza y prosperidad; la traición constante crea ruina.

Si la colaboración es tan eficaz, ¿por qué los humanos actuamos al revés? En parte, porque confundimos cooperar con participar en el sistema. El capitalismo funciona gracias a una vasta red de colaboración anónima: millones de personas que, sin conocerse, hacen que la sociedad funcione. Pero no lo debemos confundir con la solidaridad. La solidaridad es un acto consciente de reciprocidad, una cooperación con sentido, que busca el beneficio mutuo, no la ventaja individual.

La paradoja humana

Y aquí la pregunta brutal: si la cooperación es ganadora, ¿por qué la humanidad no coopera para resolver sus problemas comunes?

¿Por qué seguimos compitiendo en una carrera absurda por el poder y la riqueza mientras el planeta se agota, la desigualdad crece y millones viven sin dignidad?

La respuesta duele: no actuamos inteligentemente. Hemos desarrollado tecnologías asombrosas, pero no la inteligencia ética para usarlas cooperativamente. En términos de Axelrod, somos jugadores que siguen el peor algoritmo: desconfianza preventiva, castigo infinito, opacidad total.

Quizás, como especie, estamos atrapados en un dilema del prisionero global, incapaces de entender que nadie gana solo. Y que la verdadera inteligencia, la colectiva, consiste en cooperar sin ingenuidad, castigar sin odio y perdonar a tiempo. Solo entonces podremos decir que hemos aprendido a jugar el juego de la vida.

Rafael Fonseca

Un propósito industrial

Hay una oportunidad de reindustrialización, impulsada por la reconfiguración de las cadenas globales de valor, nuestros costos de producción nos dan una ventaja. Mientras el mundo se fragmenta entre potencias, la manufactura se vuelve sinónimo de seguridad nacional. Según el Banco Mundial, los costos industriales en Colombia son hoy 30 % más bajos que en México y 50 % menores que en Estados Unidos. El país tiene tratados de libre comercio con 66 naciones, acceso simultáneo al Pacífico y al Atlántico mas una base urbana de 25 millones de trabajadores. Pero el potencial no está en maquilar, en ese varios son mas baratos, sino en agregar valor desde la innovación tecnológica con energía limpia.

Entre 1990 y 2023, la participación de las manufacturas en las exportaciones cayó del 38 % al 16 %. En 2024, el país exportó US $5.700 millones en bienes industriales, frente a US $44.000 millones de México y US $13.000 millones de Chile. El problema histórico de economías de escala en competencia con China lo esta resolviendo la geopolítica con criterios diferentes al costo marcando decisiones de inversión.  La brecha no es de talento, sino de ecosistema.

 

El DANE muestra que Colombia tiene 7.000 empresas manufactureras medianas con potencial exportador, pero solo 1.200 acceden regularmente a crédito de innovación. La productividad laboral industrial creció apenas 0,5 % anual en la última década, frente al 4 % de Vietnam. La energía, aunque abundante, cuesta 65 % más que en Perú por deficiencias de transmisión. Y el país invierte apenas 0,3 % del PIB en I+D, contra 2,3 % de Corea del Sur.

Sin embargo, las condiciones del entorno están girando a favor. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calcula que el near-shoring podría generar US $8.000 millones adicionales en exportaciones manufactureras en una década. Las tensiones entre China y Occidente han generado una reubicación de plantas en el hemisferio occidental. Centroamérica y Colombia aparecen como candidatos naturales por su ubicación, tratados y estabilidad relativa. Pero para que la manufactura renazca, debe cambiar la mentalidad. No se trata de volver al proteccionismo de los setenta, sino de crear política industrial inteligente: crédito productivo, eficiencia logística, integración universidad-empresa y encadenamientos regionales, Colombia puede convertirse en la base manufacturera verde de la región andina.

El Consejo Privado de Competitividad estima que una estrategia nacional de manufactura avanzada podría añadir 2 puntos de PIB por año con 1,5 millones de empleos calificados hacia 2035. Los sectores de mayor potencial son equipos eléctricos, biotecnología, farmacéutica, agroindustria procesada, y componentes de movilidad eléctrica. De hecho, el ensamblaje de buses eléctricos en el país ya ha superado las 2.000 unidades anuales.

La reindustrialización no será un milagro; será un diseño. En un mundo que busca producir cerca de sus mercados, Colombia tiene la posibilidad de fabricar el futuro si entiende que su competitividad no está en el subsuelo, sino en su talento humano, su energía limpia y su posición geográfica. El nuevo oro no está en las minas: está en las fábricas que aún no hemos construido. Si la matamos con regulación hostil, nunca llegaran.

Simón Gaviria Muñoz

Contra la misoginia electoral 

Vuelve y juega. La violencia contra las mujeres en política, en este caso verbal, volvió a ser noticia nacional y caso de repudio por parte de gobernantes locales, regionales, nacionales, periodistas y líderes de opinión. «¿Qué podemos esperar de una vaca que no puede parir? ¿Nos toca inyectarla o qué?», expresó, en plena sesión de la corporación, el presidente del Concejo Municipal de Ortega, Luis Eduardo Suárez cuestionando a la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz. Todo un comentario salido del más bajo nivel social.

Frente a este ordinario episodio debo recordar que en varias oportunidades he venido destacando el papel de las mujeres en escenarios políticos principalmente desde su rol como serias, encumbradas y recordadas lideresas que van desde ser presidentas en Latinoamérica, pasa por la valentía de María Corina Machado para liberar a su pueblo del régimen «madurista» y termina con la abierta posibilidad  de una mujer siendo la primera mandataria de los colombianos. Son féminas públicas de honorable respeto.

 

Como de honorable respeto es cualquiera de las 32 Senadoras y las 32  Representantes a  la Cámara que diariamente debaten a «capa y espada» proyectos de ley en el escenario legislativo, entendiendo la mayoría de fuertes y poderosas posiciones de los «varones o machos» de la política tradicional y sus radicales posturas ideológicas o particulares intereses. También un llamado urgente de tolerancia para con las seis gobernadoras, 146 alcaldesas y 2.267 concejalas encargadas de velar por el bienestar de las comunidades en sus regiones pese a la negligencia del gobierno central para atender sus peticiones. 

Amigo lector podría seguir investigando cifras de las cientos de mujeres que por medio del ejercicio político han llegado a sus cúspides para trabajar en  la función pública. Ese no es mi punto. Debo recalcar en que han  enfrenta numerosos desafíos durante más de siete décadas para empoderarse en la contienda electoral porque en cierta medida se les ha buscado limitar, restringir y, en muchos casos, anular el ejercicio de los derechos políticos en nuestra criolla patria. Esos poderosos e históricos esfuerzos merecen un incuestionable respeto en una sociedad marcada por el decadente «machismo».

Machismo popular escenificado en las palabras de un disque honorable presidente del Concejo Municipal de Ortega, Tolima. Estas palabras o frases, se infiere, propias de la jerga local llevan su carga de sarcasmo, gracia o risa en aras de alimentar una narrativa barata que seguramente merecerá el total repudio de la sociedad colombiana y un pronunciamiento de la  Procuraduría. Pero también, creo, en una reacción inmediata de la Gobernadora para exigir respeto a su rol como primera autoridad departamental. Estos constantes episodios de misoginia en nuestro radar político no deben entenderse como un simple «folclor político». 

Lo más paradójico de todo esto es que, en la actual contienda política alrededor de 13 mujeres representando a partidos, movimientos e independencias por firmas se la están jugando en una cara a cara para ganarse su candidatura oficial que les permita ser posibles presidentas. Dos de ellas en particular han recibido agravios de fuerte calibre por parte del mismísimo presidente, Gustavo Petro, parte de sus integrantes de gobernanza y de sus influyentes alfiles en las redes sociales. ¿Dónde está el respeto por Ley 2453 de 2025 que busca prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en la política?.

A propósito de la violencia contra las mujeres en la política, la Gobernación del Valle del Cauca, en cabeza de su primera mandataria regional, Dilian Francisca Toro arrancó la campaña #NoMáMisoginia, «una una iniciativa dirigida a rechazar la violencia, persecución y hostigamiento político contra las mujeres en la región y el país, especialmente en escenarios de poder público y político», destaca el periódico regional El País de Cali. Iniciativas como esta me inclinaron a estas letras como aporte a visibilizar el atroz ataque de reconocidos machotes de la «cosa política» contra las políticas que están de moda. La democracia sigue viva.

Edgar Martínez Méndez

Las mujeres que sueñan el país no caben en las maquinarias

Se vienen las listas. Y cada cuatro años vuelve la misma escena: las cúpulas partidistas jugando al tetris electoral, organizando nombres como si fueran fichas intercambiables, disfrazando de democracia interna lo que en realidad es un acuerdo entre unos pocos. Y en ese juego calculado, silencioso, casi siempre quedan por fuera las mujeres que han dedicado su vida a construir país desde la ética, la coherencia y el territorio.

En Colombia tenemos una ley que debió haber marcado un antes y un después: la lista cremallera, las acciones afirmativas, la obligación de paridad. Fue una conquista histórica, arrebatada con años de movilización y exigencia feminista. Pero hoy, cuando debería ser la regla que ordena el sistema político, los partidos la tratan como un estorbo que hay que evadir, una formalidad incómoda, una letra bonita sin intención de cumplirse.

 

La estructura patriarcal electoral —esa que nunca se desmontó— protege a las maquinarias, a los barones y baronesas que viven del voto amarrado y del poder heredado. Esa aplanadora sigue aplastando las oportunidades reales de participación para las mujeres que llegan sin padrinos, sin alianzas turbias, sin compromisos que hipotecan su independencia.

Las mujeres que quieren hacer política desde la convicción, no desde el clientelismo, son vistas como una amenaza. Una mujer que piensa por sí misma incomoda. Una mujer que no se arrodilla altera los pactos. Una mujer que llega limpia asusta a quienes han hecho de la política un negocio familiar.

Y mientras tanto, los partidos “cumplen” con la ley poniendo mujeres, sí… pero en posiciones marginales, sin financiación, sin apoyo, sin posibilidad real de competir. Las presentan como cuota, como adorno, como trámite. Un país donde las mujeres sostienen la vida entera no puede permitirse una democracia donde solo las de maquinaria puedan llegar.

Por eso hay que decirlo con fuerza: lo que está en juego no es solo la participación política de las mujeres, es la coherencia misma del sistema democrático.

Un país donde las leyes se convierten en maquillaje termina reproduciendo el mismo orden que ha dejado por fuera a las mayorías.

En los territorios, en las veredas, en las organizaciones, en las calles, ya hay mujeres liderando procesos, mediando conflictos, defendiendo la paz, cuidando la vida. ¿Por qué no están en las listas? ¿Por qué no están en los espacios de decisión? ¿Por qué la política sigue temiéndole a las mujeres libres?

La respuesta es clara: porque una mujer libre no es funcional a las maquinarias. Pero justamente, por eso es necesaria.

Hoy más que nunca se necesita valentía política para defender la democracia de verdad, no la de papel. La lista cremallera y las acciones afirmativas no son un favor: son una obligación. Quien no las cumple, no defiende la democracia; la traiciona.

Y aquí va la conclusión combativa que el país necesita escuchar:

Las mujeres no pedimos permiso para existir en la política. Exigimos que la ley se cumpla, que los espacios se abran y que las maquinarias dejen de decidir por nosotras. Colombia no cambiará mientras su representación siga secuestrada por quienes le temen al cambio. Y ese cambio, les guste o no, viene con rostro de mujer.

Marcela Clavijo

La crisis eléctrica Bogotana llegó silenciosamente

Mientras la ciudad avanzaba en un mero discurso de sostenibilidad, movilidad eléctrica y modernización urbana, nos llegó la previsible crisis eléctrica que no es un accidente técnico ni un fenómeno repentino pero sí llegó de manera silenciosa, y lo peor es que pareciera que los políticos quieren que se quede cómodamente instalada. La Nación tampoco puede garantizar lo esencial que Bogotá requiere en materia energética, pues  la electricidad se constituye como  el sostenimiento de todo el desarrollo en constante crecimiento.

Hoy, la ciudad capital opera con un sistema eléctrico al límite, con un margen mínimo de reserva y con una demanda que aumenta año tras año. El crecimiento urbano, la expansión de edificaciones, la electrificación del transporte y el impulso tecnológico han disparado el consumo. En pocas palabras, Bogotá crece más rápido de lo que su sistema energético puede soportar. La ciudad está ampliando su demanda, pero no su capacidad. Se proyecta que, si la tendencia continúa, la capital podría enfrentar un racionamiento que afectaría hogares, industria, hospitales y la vida urbana en su conjunto.

 

La raíz del problema es clara, Bogotá no cuenta con la infraestructura eléctrica necesaria para responder a su crecimiento. Hoy depende casi por completo del sistema eléctrico nacional y opera con redes de transmisión insuficientes. Para garantizar estabilidad y seguridad energética, se requieren, como mínimo, dos nuevas líneas de transmisión que refuercen la conexión de Bogotá con el Sistema Interconectado Nacional, así como nuevas subestaciones y ampliaciones de su capacidad operativa. Sin esa infraestructura, la ciudad no podrá sostener la demanda creciente ni evitar el riesgo de apagones o racionamientos.

Sin embargo, el marco normativo actual no responde a esta urgencia, aunque se adoptaron decisiones distritales como el Acuerdo 946 de 2024, orientado al ahorro de energía y agua, y el Acuerdo 927 de 2024, que adopta el Plan Distrital de Desarrollo, ninguno prevé  acciones  concretas en materia de gestión para la expansión de infraestructura eléctrica o construcción de nuevas líneas de transmisión que indudablemente exige voluntad política y coordinación con el gobierno nacional. Lo que deja a la ciudad en campo de las normas declarativas, más no operativas, mientras que Bogotá enfrenta un problema estructural con herramientas jurídicas simbólicas.

El control político del Concejo de Bogotá tampoco ha sido suficiente. A pesar de los debates y las alertas sobre el riesgo de desabastecimiento, no se han generado decisiones vinculantes ni se han exigido planes de acción con cronogramas, responsables y mecanismos de financiamiento. Las discusiones reconocen el riesgo, pero no lo transforman en política pública efectiva.

Este vacío se agrava por la ausencia de un sistema legal especial que permita coordinar de manera obligatoria las responsabilidades entre la Nación y el Distrito. En un contexto marcado por la fría relación política entre el presidente Gustavo Petro y el alcalde Carlos Fernando Galán, la ejecución de obras estratégicas quedó atrapada en la indiferencia mutua. Ni la Nación impulsa las grandes obras energéticas ni el Distrito lidera una hoja de ruta territorial. La infraestructura quedó huérfana de autoridad y voluntad.

La respuesta que Bogotá necesita es tan concreta como inaplazable: más infraestructura, más recursos y un marco legal robusto. Esto implica asegurar la construcción de por lo menos dos nuevas líneas de transmisión, destinar recursos económicos para garantizar la ejecución de las obras y avanzar en un proyecto de ley de la República que establezca una hoja de ruta obligatoria para la expansión energética de la capital. Este marco jurídico debería fundamentarse en los principios constitucionales de coordinación, concurrencia y subsidiariedad, donde la Nación planifica y financia la infraestructura estratégica; el Distrito gestiona territorio, licencias y socialización comunitaria; y ambos asumen responsabilidades sincronizadas y verificables.

Si la energía es un servicio esencial, no puede quedar a merced del conflicto político entre dos gobiernos enfrentados, así la ley debe blindar las obras estratégicas frente al vaivén político y garantizar que la seguridad energética sea un deber jurídico y no una promesa discursiva. Solo así Bogotá podrá evitar convertirse en una capital sostenible solo en el discurso, pero al borde del apagón en la realidad. La energía no puede seguir siendo víctima del hielo político entre Galán y Petro; debe convertirse en un compromiso institucional inaplazable.

Luis Fernando Ulloa

Un fiasco de aniversario

Tal vez no les comenté en su día que el as que Pedro se guardaba en la manga para este año 2025, era nada menos que la celebración de la muerte de Francisco Franco, dictador español, que murió plácidamente en su cama después de ganar una guerra civil, poner orden en el caos, ser terriblemente malo para unos y ser magníficamente bueno para otros. Cien actos organizados por un comité especial, cien actos de los que tal vez por vivir al norte del norte de los Pirineos, no he oído tanto hablar. Hace cuatro días se cumplía la efeméride, 50 años de una muerte. Dicen que inicio de la democracia, pero lo cierto es que hasta tres años después no se pudo votar la Constitución del 78, único motivo de alegría para los demócratas.

No soy tan mayor como para haber vivido un segundo de dictadura y en mi casa no se guarda rencor por aquello, pues ya se sabe que el camino para la paz es la mala memoria. Memoria que el rojerío moderno, el de este siglo XXI, el que vino de la mano del expresidente español Zapatero; sí, el mismo que colabora y ejerce de lobista para el régimen de Maduro, el mismo al que el actual gobierno de Estados Unidos está pensando retirarle la visa por sus vínculos con el nada democrático y muy ligado al narcotráfico régimen venezolano, quiso avivar desde sus primeros años de gobierno, moviendo los rescoldos de una guerra que dejó marcada España. Si algo tienen los españoles es además de mala memoria poco sentido crítico de los hechos históricos, si a esto le sumamos que la izquierda atiza el fuego desde el victimismo del perdedor entonces tenemos como resultado la conmemoración de la muerte de un señor al que ya pocos conocimos. Lo más triste es que creen que avivando el odio ganarán una última batalla.

 

La última batalla ya se ganó, y tanto levantar al muerto de su cama, y tanto desgobernar para los vivos lo único que están logrando es que cientos de jóvenes se identifiquen en las antípodas del socialcomunismo que gobierna hoy España; VOX. 

Siempre le doy un voto de confianza a los jóvenes, ellos tienen su ideal de mundo, de España, llevan dentro una energía que los adultos tal vez hayamos ya gastado y no les falta motivación para emprender sus causas. Tal vez quieran cambiar lo que el socialcomunismo de Sánchez les ofrece: una prosperidad precaria, el hombre como violador, la ecología como religión, un futuro laboral gris, una patente falta de ideales y exigencia, un exceso de carga impositiva, una diferencia social en aumento y una brecha que crece entre comunidades, una familia desprotegida, la inmigración desatendida, la delincuencia en aumento… Y sospecho que además perciben el deterioro institucional: ese gobierno que ejerce a base de reales decretos- imponiendo-, una cámara baja amordaza, un senado sin fuerza que no puede cambiar o paliar el rumbo de las cosas, una sociedad que no puede votar a pesar de que no se han presentado ni aprobado ni presupuestos. Vean, con un panorama democrático así cualquiera se cambiaría de bando.

Lo mejor de todo el año ha sido precisamente el 20 N. No porque muriera Franco, sino porque en esos procesos que tiene el destino, la mala idea que tiene el karma, el azar o el Poder Judicial, bastante vilipendiado por la pandilla de políticos progresistas que tenemos, en una jugada pensada o sin pensar, ha querido zanjar uno de los asuntos judiciales que más le agobiaban a Sánchez.

“ ¿Quién le va a pedir perdón al fiscal general?”, recogía el titular la semana pasada. Nadie. Mejor dicho, usted, señor Sánchez.

No son pocos procesos judiciales que atañen al círculo más cercano de Sánchez; su mujer, su hermano, su querido y buen amigo Santos Cerdán- secretario de organización del partido socialista español-, su mano derecha, ahora calcinada, José Luis Ábalos, ex secretario de organización del partido y dos veces ministros del gobierno en Fomento y Transporte, su fiscal general del estado, Álvaro García Ortiz, éste último proceso judicial tal vez sea el más relevante para medir la salud garantista de España.

Un año y ocho meses ha tardado Sánchez en pasar a los libros de Historia del Derecho. Tiempo que ha tardado la justicia en resolver el caso contra el Fiscal General del Estado por revelar secretos. El primer caso en la historia. No es para estar orgullosos, no, pero en parte sí, porque a pesar de que García Ortiz fuera pieza fundamental del sistema judicial, a pesar de depender del Gobierno, a pesar de estar Sánchez apoyándolo, podemos decir que en España aún hay garantías y que tarde o temprano la Justicia habla. Imagino que a los miembros del gobierno que la Justicia empañara la celebración de una muerte anunciada nos les hizo ni pajolera gracia.

Almudena González

Las ideas liberales que Colombia necesita para prosperar entre 2026 y 2030

Colombia llega a 2026 con una mezcla de frustración y esperanza. Frustración por la baja inversión, el insuficiente crecimiento, la informalidad persistente, las brechas de oportunidades y un Estado que promete mucho pero cumple poco. Esperanza porque también estamos frente a una oportunidad de lograr nuevos acuerdos sobre qué tipo de país queremos ser y qué tipo de ideas nos pueden sacar del círculo vicioso de bajo crecimiento, desigualdad, polarización y progreso insuficiente.

Entre los muchos proyectos políticos en disputa, hay un conjunto de ideas que por años ha sido subestimado, caricaturizado o usado de manera superficial: las ideas liberales. No liberales como eslogan, ni como dogma, sino como un proyecto profundamente humano que coloca la libertad, la dignidad, el esfuerzo individual y las instituciones al servicio de la movilidad social.

 

El liberalismo que Colombia necesita para 2026–2030 no es aquel que entiende que la libertad solo florece cuando las instituciones funcionan, cuando la ley protege a todos por igual, cuando los mercados son abiertos, y cuando el progreso económico se convierte en movilidad social ascendente para millones de colombianos.

La primera idea que debemos recuperar es la centralidad del individuo y su capacidad de transformar su vida. Colombia debe superar la idea de un estatismo que promete resolverlo todo desde el poder central, y un populismo que prefiere ofrecer culpables antes que soluciones. El enfoque liberal busca garantizarle a cada persona las condiciones para que pueda ser protagonista de su propio proyecto vital.

Eso significa instituciones que reduzcan trámites absurdos, que no castiguen al que produce, que faciliten emprender y trabajar. Significa un Estado que deja de obstaculizar a los sectores productivos para convertirse en un aliado del crecimiento. Y significa entender que no hay política social sostenible sin un sistema educativo un mercado laboral y un sistema de protección social.

Entre 2026 y 2030, Colombia debe apostar por un liberalismo que fortalezca las bases materiales de la libertad. No se es verdaderamente libre si la informalidad impide ahorrar, si la educación no forma para el trabajo, si la justicia tarda años en resolver un conflicto o si la seguridad se desmorona.

En ese sentido, las ideas liberales no son abstractas: son profundamente prácticas. Una economía que crece al 4 % anual durante una década saca más gente de la pobreza que cualquier otro tipo de reforma. Un mercado laboral flexible con protección social moderna integra a millones que hoy sobreviven en la informalidad. Una política fiscal responsable ayuda a mantener baja la inflación y protege el ingreso de los hogares más vulnerables. Y un sistema de educación y formación para el trabajo alineado con las necesidades del sector productivo multiplica la movilidad social.

También hay una dimensión ética del liberalismo que Colombia necesita recuperar: la confianza y la asociación voluntaria. En un país polarizado, la confianza es un acto de valor. Los liberales entienden que la cooperación social no surge por decreto, sino de reglas claras, de transparencia, de instituciones independientes y de un debate público basado en evidencia. Sin confianza no hay inversión, no hay innovación, no hay proyectos de largo plazo. Sin confianza, el país se queda atrapado en la sobrevivencia del día a día.

Por eso las ideas liberales son, en el fondo, un proyecto de modernización: mercados abiertos y competitivos, Estado eficiente y transparente, libertad económica acompañada de oportunidades reales para todos, protección de los derechos individuales, instituciones sólidas y meritocracia como motor del ascenso social.

Nota recomendada: Defensoría confirma la muerte de seis menores de edad en bombardeos a las disidencias

Colombia puede ser un país que produce más, que incluye más y que confía más. Para lograrlo, necesitamos una narrativa distinta: menos miedo, menos resentimiento, menos promesas imposibles.

El liberalismo no es una ideología fría. Es, quizás, la apuesta más cálida y esperanzadora para un país que quiere que cada colombiano pueda vivir mejor, decidir más y soñar más. Y esa es, en esencia, la promesa más poderosa para la Colombia de 2026–2030. ¿Qué partidos y qué candidatos mejor representan las ideas liberales en Colombia?

Daniel Gómez Gaviria

El canto inquieto de los mercados

En los vastos reinos del comercio y las finanzas, donde los sabios dibujan gráficos como astrólogos y los mercaderes leen datos como augurios, comenzó a oírse un extraño murmullo. Era un susurro que venía del gran reino del Norte, donde los ministros del trabajo anunciaban que el ejército de trabajadores se debilitaba… pero curiosamente, los nuevos reclutas seguían llegando en abundancia.

Aquella contradicción confundió a todos: unos veían señales de enfriamiento y vendían sus tesoros, mientras otros celebraban, confiados en que la Gran Reserva (la Fed) bajaría pronto sus hechizos de tasas.

 

Los oráculos recordaban que hace unos meses la probabilidad de un recorte era de 95%, luego cayó al 40% y ahora, con los nuevos presagios, ascendía al 70%. Aun así, todos coincidían en algo: el reino del Norte estaba lejos de caer en desgracia. Más al sur, en las tierras calientes de Latinoamérica, la marea no era tan benévola.

El poderoso S&P 500 había tropezado, el dólar volvió a inflarse como un dragón irritado, y las monedas de la región se debilitaban, arrastradas por los vientos globales de temor. Muchos sabios decían que era inevitable: tarde o temprano, las monedas debían ajustar su valor frente al fortalecimiento del Dólar-Dragón (DXY).

En el reino colombiano, sin embargo, algo inquietaba a los guardianes de la economía: el peso llevaba semanas fortaleciéndose como un guerrero invencible, quizá demasiado. El brillo excesivo en su armadura despertaba sospechas de un desequilibrio por venir.

Más al sur, en Chile, el destino escribió un capítulo político lleno de giros. La dama Jara ganó la primera batalla electoral por un suspiro, pero la suma de los ejércitos de derecha mostraba una fuerza mayor para la gran guerra final. Además, el reino chileno ya había celebrado con una bolsa subiendo más del 50%, así que una toma de ganancias era casi inevitable.

Cuando llegó el resultado electoral, el mercado no se sobresaltó: ya lo tenía tatuado en sus profecías. Los sabios comparaban Chile y Colombia. En ambos reinos, la izquierda parecía tener un techo entre 25% y 30%, pero a diferencia de Chile —donde todos los caballeros fuertes eran de derecha— en Colombia reinaba el caos: derecha, centro y outsiders se batían en el mismo tablero, creando un torbellino de incertidumbre.

La gran encuesta CNC reforzó este misterio. Cepeda lideraba con cerca del 21%. Abelardo, un caballero inesperado de la derecha, sorprendió a todos con su ascenso rápido. El centro ocupaba el tercer y cuarto lugar, y Roy Barreras vagaba lejos del podio. Del pueblo, un 31% seguía sin decidir, como aldeanos aguardando señales en el cielo. Los augures del reino concluían: el próximo gobernante saldría probablemente de los primeros cuatro nombres. Y Cepeda, aunque líder, no tenía cómo vencer en primera ronda. Mientras tanto, el reino colombiano celebraba su crecimiento económico.

El tercer trimestre mostró un poderío del 3.6%, superando lo esperado. Diez de doce gremios prosperaron: el gasto público se disparó como un cofre abierto, el comercio minorista floreció, la recreación y la cultura cantaban con júbilo, y hasta el sector financiero revivía. Pero no todo era festejo: los sabios advertían que crecer a punta de gasto y consumo era como construir un castillo sobre arena. La inflación podía despertar, el déficit engordaba y la deuda pública comenzaba a gruñir.

Fue entonces cuando los guardianes revelaron el verdadero monstruo: la Montaña de Deuda. Meses atrás, cuando el peligro parecía inminente, Crédito Público había evitado emitir TES largos —para no enfurecer a los mercados— y eligió armas de corto alcance: TES cortos, créditos externos y trucos colaterales. Aquello aplazó la batalla, pero no la ganó. Ahora la montaña reclamaba su tributo. El año 2026 aparecía en el horizonte como un dragón gigantesco: vencerían cerca de 68 billones en deuda —el triple de lo habitual— y no habría escapatoria.

El reino tendría que emitir TES largos, quisiera o no, y los mercados ya estaban ajustando sus precios para ese futuro inevitable. Los maestros concluyeron: —No es un mal nuevo, ni un dragón recién nacido. Es el mismo que vimos en junio y julio… solo que esta vez ha despertado con más hambre. Y así, en medio de presagios mixtos, monedas que se fortalecen demasiado rápido y montañas de deuda que exigen atención, los reinos financieros siguen adelante, atentos al próximo capítulo en esta crónica que nunca descansa.

Fabián Herrera

Si Estados Unidos ataca y Maduro cae, ¿quién salva a Colombia del caos regional?

Existe una pregunta que ya ronda en todas las mesas de análisis, y en otras mucho más banales: ¿Maduro sí llegará a diciembre? Yo me hago la misma pregunta mientras revisó el ruido geopolítico de estos días. La región vibra, retrocede y avanza como si estuviéramos en un tablero donde los jugadores nunca muestran todas las cartas. Y Colombia, como siempre, queda justo en la mitad.

Algunos sectores de derecha gritan que Colombia ya esta en problemas, que la crisis venezolana nos arrastra, que Estados Unidos toma decisiones sin medir consecuencias. También escucho a quienes dicen que Petro solo juega a posicionarse globalmente, a aparecer en el mapa como un líder progresista que busca protagonismo internacional mientras el país lidia con sus tareas internas.

 

Esa tensión, entre alarma y espectáculo, define buena parte de la conversación.

Lo que sí cambió fue la actitud de Nicolás Maduro. El hombre que antes tildó de cobarde a Donald Trump ahora muestra un rastro de miedo. Porque una cosa es retar al tigre desde lejos y otra muy distinta sentir el aliento cuando se acerca. Trump rugió, movió fichas, desplegó fuerzas, y Maduro, que siempre presumió fortaleza, solo pide calma. Ahí se ve el quiebre: quien gobierna un país no debería mostrarse tan asustado… a menos que el poder ya no repose del todo en sus manos.

Yo lo único que quiero es que Colombia no se meta en una pelea ajena. Pero tampoco deseo que el presidente se deje llevar por Estados Unidos. Esto no se trata de izquierdas o derechas; se trata de sobrevivir en un vecindario inestable sin entregar la soberanía. No peleemos con Trump, pero tampoco nos dejemos devorar por Estados Unidos. Hay que tener dignidad.

Ahora bien, ¿quién asegura que Estados Unidos no comete delitos internacionales al atacar lanchas supuestamente narcotraficantes en aguas que nadie definió claramente como internacionales? Eso abre un debate serio: si Maduro fuera tan fuerte como pregonó, no permitiría esas incursiones. Pero tampoco olvidemos que en Venezuela ya no entra un avión comercial, aunque Estados Unidos aún no ataca directamente. El silencio aéreo dice más que los discursos.

El periodista Juan Camilo Merlano reporta que hay muchísimo ruido en el país norteamericano: la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista, la alerta NOTAM en Maiquetía y múltiples reportes que insinúan una “nueva fase” militar.

Todo alimenta la tesis de que ahora sí viene un ataque. Pero así como sube el humo, también baja. Porque designar al Cartel no implica necesariamente accionar misiles; para los talibanes, por ejemplo, nunca hubo designación formal y aun así los bombardearon. Nada es lineal con Estados Unidos.

El ruido, los reportes y los rumores siempre existen. Y aun con ese ruido, muchos en Estados Unidos se preguntan, con fastidio, por qué tendrían que resolver lo que los venezolanos no resolvieron después del 28 de julio.

Un ataque puede suceder, sí, pero difícilmente será la fórmula mágica. La solución real sigue dependiendo del quiebre interno en Venezuela.

Por ahora, el mundo espera. Y yo veo a Estados Unidos jugando a asustar, midiendo fuerzas y recordándonos que Latinoamérica sigue siendo, para ellos, un tablero que no quieren soltar.

Andrés Prieto

El “matriculazo” que vacía a Bogotá: la jugada ya cobra 1,1 billón de pesos

Bogotá y Cundinamarca deben actuar de forma coordinada y armónica, con el fin de atender debidamente las necesidades de sus habitantes. Pero para alcanzarlo es indispensable que su actuar se caracterice por lealtad y transparencia. Por eso, cuando identifiqué que Cundinamarca activó un esquema diseñado para drenarle recursos a la capital, levanté la voz.

Nada de esto ocurrió de la noche a la mañana: el “matriculazo” se instaló como una práctica silenciosa que opera desde hace años y ya generó una pérdida de 1,1 billones de pesos para la ciudad. Y sí, lo digo con toda claridad: Cundinamarca se aprovecha de Bogotá violando la ley y generando una competencia desleal.

 

El mecanismo funciona con precisión quirúrgica. Primero, varios municipios ofrecen tarifas bajas para atraer matrículas de carros que en realidad circulan casi todo el tiempo en Bogotá. Luego, la gobernación entrega descuentos del 50% y del 20% en el impuesto vehicular durante los dos primeros años. Todo esto pese a que el Consejo de Estado ya declaró, en 2014 y 2022, que los descuentos sobre el impuesto de vehículos establecidos por los distritos y departamentos son ilegales.

Aun así, el plan continúa y produce un incentivo perverso: que miles de propietarios registren sus vehículos y paguen impuestos fuera de la ciudad, a pesar de que circulan cotidianamente en la capital. En otras palabras, Bogotá pone las vías, Bogotá pone el trancón, Bogotá pone el aire contaminado… y otros se quedan con la plata.

Desde el 2015, Bogotá ha dejado de matricular 241.000 vehículos. Cada uno de esos carros circula, contamina y desgasta nuestras vías todos los días. Tres de cada diez vehículos que transitan por la capital se matriculan en otro territorio. El desbalance tributario se vuelve insostenible. Para que se hagan una idea, con esos 1,1 billones de pesos perdidos se pudieron haber financiado seis Centros de la Felicidad completos. Ese dinero ya no volverá.

Ante este escenario, actuaré. Presentaré una demanda de nulidad contra la Ordenanza 002 de 2024 de la Asamblea Departamental de Cundinamarca que establece los descuentos sobre el impuesto de vehículos, porque viola de manera abierta la Ley 488 de 1998 y la Constitución. Los departamentos no tienen competencia para conceder descuentos sobre un impuesto que es propiedad de la Nación. La norma es clara y el precedente judicial también.

Sin embargo, el beneficio sigue operando como si nada. Por eso, la acción judicial que impulsaré no busca un choque político, sino restaurar el equilibrio y frenar una práctica que lesiona e impide ilegalmente el recaudo al que tiene derecho Bogotá.

El Alcalde Galán, consciente del rezago tributario, anunció como medidas para 2026 que los vehículos no matriculados en Bogotá tendrán pico y placa dos sábados al mes y un incremento del 50% en el pico y placa solidario. La ciudad decidió cerrar una puerta que permaneció abierta demasiado tiempo.

Teniendo en cuenta estas medidas, y con el propósito de nivelar la cancha desde ya, propongo al Gobierno distrital que los municipios de Cundinamarca que nivelen la tarifa de la matrícula con la de Bogotá, sean exentos de la medida de pico y placa cada dos sábados al mes.

Además, propongo abrir la discusión nacional sobre el domicilio fiscal de los vehículos: no puede seguir siendo solo el domicilio del organismo de tránsito donde se registra, sino también el lugar donde realmente reside y circula el propietario o poseedor.

Gobernador Jorge Emilio Rey, el “matriculazo” contra Bogotá es inaceptable. No se puede hablar de unión y armonía entre territorios, mientras no hay justicia ni lealtad.

Bogotá se respeta. Quien genera la carga, debe contribuir a pagar el costo. Y yo seguiré defendiendo esa premisa. Mi deber como concejal de la ciudad es actuar. Aquí no hay improvisación: hay justicia tributaria.

Juan David Quintero