Todo sucedió muy rápido, en segundos, el infierno del terrorismo volvió a Bogotá. En torno a las 9.35 de la mañana, una camioneta Nissan Patrol gris con placa LAF 565, se detuvo a la entrada de la escuela de cadetes de la Policía Nacional General Santander, ubicada en el sur de Bogotá.
En el proceso de requisa habitual, el retén de la guardia, se percató de una conducta extraña dado que el perro hizo unos gestos poco habituales, al alertar del hecho, se le invitó al ocupante del vehículo a un registro de la camioneta. Ante tal circunstancia, la policía obligó a bajar al conductor, identificado como José Aldemar Rojas Rodríguez, que en una maniobra suicida, se revolvió contra los uniformados. Arrancó a toda la velocidad, rompiendo la valla de la entrada, y arrolló al policía que tenía delante, que murió en el acto, y prosiguiendo con su plan de hacer el atentado.
A continuación, una serie de policías intentaron detener la camioneta corriendo tras él, pero los esfuerzos fueron inútiles porque el terrorista tenía la intención de detonar la carga bajo cualquier circunstancia. A los pocos segundos ya dentro de la escuela de cadetes, se estrelló contra un edificio y se produjo la detonación con 80 kilos de pentonita que hasta el momento ha dejado nueve víctimas mortales más el suicida, y más de cuarenta heridos uniformados.
Las investigaciones ya están determinando la causa y si el autor de la masacre que vuelve a azotar Bogotá actuó solo. Los primeros indicios apuntan a la colaboración del ELN, quienes aun no han negado la autoría del ataque e incluso uno de sus dirigentes ha dicho desde La Habana que están investigando al interior de la organización.