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Caficultura en Cundinamarca inicia año con optimismo


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En medio de la situación económica de los caficultores, en donde se reciben remuneraciones muy por debajo de los costos de producción y en donde el factor climático acosa, las autoridades cafeteras de Cundinamarca le apostaron a un mejor año en 2013 sin que se asegure que será el de la total recuperación en producción porque hay conciencia de que aún falta mucho para volver a los niveles de 10 y 11 millones de sacos por cosecha año cafetero.

El director ejecutivo del Comité Departamental de Cafeteros de Cundinamarca, Marcos Barreto indicó en Confidencial Colombia que si bien las cosas no marchan cómo se quiere, la situación no da para ser apocalípticos en materia de economía cafetera toda vez que se pasa por un proceso de renovación que avanza a paso firme y con resultados óptimos. Comentó que el departamento busca una caficultura más productiva y unos cafeteros más jóvenes y comprometidos.

Agregó que si bien la caficultura departamental está perdiendo espacios en algunos sitios, está retomando fuerza en otros en donde había culminado la actividad pero con un potencial de tierras para esta siembra como las del oriente del departamento. Al igual que el Eje Cafetero, el turismo se complementa con la caficultura o hace que los cultivadores busquen tierras más altas. No obstante el común denominador es que quien cambia de plantaciones de café a turismo hace que la caficultura se desplace hacia otras zonas con potencial ambiental.

Para el Comité, una vez quede estabilizada la situación, el departamento de Cundinamarca puede llegar a una caficultura de más de 42.000 hectáreas con productores de convicción que es la apuesta que hoy la comarca cundinamarquesa y sus autoridades cafeteras.

En opinión de Barreto, el departamento tiene hoy 41.110 hectáreas, que se pueden constatar con la confiable y actualizada base de datos, empero se busca tener una base en tiempo real para saber qué tipo de caficultura sale del mercado.

“En el último año el departamento perdió unas 6.000 hectáreas y esos propietarios salieron de la información cafetera departamental por cambio total en la actividad económica o por no practicar una adecuada caficultura”, comentó el señor Barreto.

Dentro de las zonas que más han cambiado su trabajo cafetero por el turismo están las del llamado ramal de la ochenta, es decir, La Vega, Villeta Sasaima y San Francisco entre otras. El asunto no es del todo malo porque quienes se dedican al turismo le dan espacio a que esa caficultura acuda a zonas más altas, haciéndole el quite a los grandes inconvenientes que genera el cambio climático. “Eso en zonas de turismo se ve de manera perentoria”.

Las condiciones técnicas del café dicen que entre más cálida sea la zona, mayor dificultad tendrá la economía cafetera por las plagas y el entorno complicado para el desarrollo de los cafetos. La situación, anota, hace que en Cundinamarca se siembre café por encima de los 2.000 metros de altura con resultados óptimos.

Así las cosas, el departamento está consolidando una nueva zona cafetera en donde la calidad del producto se asegura y disminuyen los riesgos fitosanitarios por mejores ambientes de siembra y recolección.

En la vertiente de la cordillera de oriental del departamento está creciendo la caficultura de manera importante, dándole espacio a nuevos desarrollos productivos en condiciones inmejorables. Así las cosas es prudente decir que en Cundinamarca está cambiando el mapa cafetero porque con cargo al turismo, la actividad se fue para otras zonas de buen clima y fácil acceso.

Al igual que en otros departamentos, Cundinamarca también trabaja en producciones de café con semillas nativas o ancestrales que toman un valor relevante en los mercados de grano especializado. Dentro del Comité departamental hay personas cultivando café tradicional o típica que representa el 23 por ciento de la caficultura regional.

Aparte de este café hay buenos resultados con la Variedad Castillo que contrario a lo que dicen muchos, tiene una muy buena productividad, entre otras cosas por su resistencia a plagas y excelente adaptación al cambio climático. Este tipo de café representa el 21 por ciento del total del grano sembrado.

En Cundinamarca de 116 municipios, 69 producen café con cosechas representativas. El principal productor es el municipio de Viotá en la provincia del Tequendama, en donde están los caficultores más tradicionales. El asunto en siembra es tan fiel que desde ya se piensa en alternar está actividad con turismo ecológico para mostrar el potencial del café, el arraigo y las costumbres del departamento atadas a una actividad ancestral.

Uno de los líos de la caficultura en Cundinamarca no es la minería ni la fiebre del oro, el asunto es que muchos caficultores se contagian del sueño bogotano y deciden dejar el terruño cafetero para contemplar opciones en la capital. “El asunto es que el cultivo más lejano en el departamento está a cuatro horas de Bogotá y ese factor si nos diezma mano de obra y producción”.

Por lo dispersa de la caficultura en la región, los recolectores van de región en región, pero con el equipo técnico se trabaja en la especialización de mano de obra para tener brigadas o equipos móviles que funcionen como empresa para que les genere mejores rendimientos a los productores al bajar el valor de la mano de obra. Este ejercicio funcionó con éxito en la región próxima al Magdalena y la idea es replicar la experiencia por todo el departamento.

Aparte de Viotá hay municipios claves en la producción de café como La Palma, San Juan de Río Seco, Mesitas y otros de la región del Gualivá.

Para Marcos Barreto, la caficultura impulsó el desarrollo del país desde épocas muy difíciles y es por ello que la actividad debe seguir vigente para apostarle al país con una economía de todos y no de unos pocos. Indicó que por este motivo no debe bajar el compromiso social con los caficultores y reconoció del Gobierno su aporte a un sector muy golpeado y con índices históricos de adversidad.

“La idea es que los productores logren el punto de equilibrio en producción y logren salvar la rentabilidad”, expresó el vocero cafetero.

En Cundinamarca más del 98 por ciento de cafeteros en la provincia son pequeños productores con menos de tres hectáreas que tienen una economía muy apretada y cuando llegan los bajonazos en precios o los líos con la cosecha vienen los inconvenientes financieros, pero de por sí los cafeteros de Cundinamarca se han caracterizado por ser cumplidos y su palabra de caficultor ha sido garantía para los bancos. “Quizás los entes de crédito reconsideren la situación y den plazos con periodos muertos en intereses porque la situación es compleja”.

En expreso, el café de Cundinamarca tiene buena clientela y por eso se pagan mejores primas porque esa calidad recibió el espaldarazo de los comercializadores de expertos internacionales.

Barreto afirmó que la resistencia y la convicción de los caficultores del Cundinamarca ayudan a pensar de manera positiva y hacen vislumbrar un mejor panorama en un sector castigado por bajas cosechas, por el clima y la revaluación, precisamente el factor cambiario es el que pone a pensar al gremio como el indicador de mayor preocupación y angustia. Otra variable es el cambio climático, pero ese problema se sortea con Cenicafé.

Algunos productores de café se fueron a la ganadería, pero la rentabilidad del café hizo que muchos volvieran. “El negocio es tan importante que toda la franja del oriente está retornando al café”.

Algo de historia

En 1870 Cundinamarca y los santanderes llegaron a producir el 80 por ciento del grano nacional con destino a los mercados internacionales. Las guerras, incluida la de los Mil Días hicieron que cambiará la estructura productiva y de la propiedad para trasladar la carta de propiedad cafetera de oriente a Occidente porque el café llegó en principio a Norte de Santander cuando la comunidad jesuita lo sembró en Salazar de las Palmas y luego en Toledo para irrigarse hacia el sur en los departamentos de Santander, Boyacá y Cundinamarca.

Según el experto el minifundio fue clave para qué más familias fueran beneficiadas con el cultivo, propiciando la baja de las siembras en Cundinamarca y en oriente en donde los más pudientes arrendarán tierras para que los campesinos pobres se dedicarán a esta tarea de crecimiento económico y progreso.

En Cundinamarca unas 37.000 familias devengan su sustento del cultivo del café y siguen mirando con ambición y amor los cafetos que tanto les dieron y que tanto aporte implicaron para el paso al desarrollo no solo del departamento sino del país.

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