El Real Madrid hinca la rodilla en Balaídos y queda eliminado de la Copa del Rey por un Celta que fue claramente superior en el global de la eliminatoria. Los blancos echaron en falta a los jugadores que apuran en la enfermería para volver a estar a las órdenes de Zidane. Contra el Celta, el fondo de armario se quedó escaso.
Tenía que llegar el día en el que el Madrid mordiera el polvo. Después de seis meses ejerciendo una hegemonía que hacía tiempo no se veía en el fútbol moderno -no por juego, sí en cambio por resultados-, los madridistas cayeron eliminados de su primer título de la temporada. En Vigo, ante un Celta superior pero más nervioso que en el Bernabéu, no pudieron obrar el milagro de la remontada. Tuvieron ocasiones como para dar la vuelta, pero estuvieron desacertados de cara a portería y escasos de temple. Faltaron ideas, fútbol y sobre todo recambios. El Madrid de Zidane quedó retratado en Balaídos.
Se esperaba con ansias este bache del Madrid. Sus enemigos acechaban en las sombras, aguardando el momento de bajón para echarle en cara todas las falencias que opacaron durante estos últimos meses los buenos resultados. Normal en un equipo que llevaba una marcha de crucero con 40 partidos invicto. El castillo de naipes de Zidane se ha caído en apenas dos semanas. De ser un conjunto imbatible, donde no se percibían fisuras tácticas -porque en las técnicas no existe amante del fútbol que lo defienda- ha pasado a una banda llena de agujeros. Ni lo uno ni lo otro hablaría con certeza de este Real Madrid. Las lesiones, sin embargo, se pueden explicar como el verdadero causante de este derrumbe.
El Madrid ha entrado el año con la enfermería hasta arriba. Y, cuando le han llegado los rivales de talla, el fondo de armario que había parecido infinito hasta la fecha, se ha quedado en una cómoda con apenas dos mudas de recambio. El Madrid echó en falta la magia de Modric, la visión de James, la potencia de Bale y la solidez de sus laterales y defensa. Contra el Celta se vio un equipo en cueros, con poca respuesta por parte de la segunda fila. Asensio no mostró el desparpajo de inicios de año, Nacho fue sobrepasado en un puesto donde cumple pero no es su zona y sobre todo Danilo terminó de demostrar que está a años luz de tener la categoría para vestir la casaca blanca.
El desangrado comenzó por ambas bandas. El Celta apretó los débiles costados blancos y sacó petróleo. A veces sin falta de forzarlo. El lateral brasileño volvió a ponerse en la picota con otro gol en propia puerta en apenas dos semanas. Con cada partido firma con estilográfica su sentencia en el equipo blanco. No será ni el primero ni el último que pase por el Bernabéu sin pena ni gloria, habiendo llegado con tanta esperanza.
Al Madrid le costó entrar en el partido. Pero aún lejos de ser el equipo sólido de los últimos meses, se las arregló para estar cerca de la remontada. De haber metido las ocasiones clarísimas que tuvieron podríamos estar hablando de otra cosa. Ronaldo, que en la primera se estrelló contra el palo de forma incomprensible, se desquitó en la segunda con un golazo de bandera. Recordó su buen golpeo de tiro libre -ya casi declarado extinguido- con un latigazo que descolocó al arquero.
Surgía el Madrid de las remontadas, y también el de las prisas -las mismas que sufría el Celta-. Los blancos buscaron el gol a la desesperada y en mitad de la precipitación llegó la respuesta de los gallegos. En una contra con el equipo merengue roto, le cayó el balón franco a Wass para sacar un disparo templado al ángulo del arco.`
La remontada pasó a ser una odisea de la que ya ni los milagros de Ramos le salvaban. Vázquez hizo un amago con su gol el 92, pero ya los tiempos no daban. El Madrid acabó hincando la rodilla en Balaídos, justo perdedor de la eliminatoria. El Celta, por superioridad global en la llave, es claramente vencedor de su puesto en las semifinales. Los blancos, en cambio, quedan pintados. Mucho tendrán que trabajar en la enfermería para devolverle las cartas a Zidane que le faltan en la baraja.