La batalla más dura de la carrera a la Casa Blanca se libra en las pequeñas pantallas de los estados clave, plagadas de anuncios de factura millonaria que comienzan a desgastar a las campañas presidenciales.
Los espectadores de estados como Florida, Carolina del Norte, Virginia, Ohio o Nevada pueden contar con una certeza al levantarse los lunes por la mañana: sus cadenas locales de televisión y radio estrenarán una nueva tanda de anuncios contra Obama o Romney.
Ambos candidatos han gastado en total más de 500 millones de dólares en anuncios de radio y televisión, una cifra récord que ya ha superado el total invertido en la campaña de 2008 y que se espera que, de aquí a noviembre, llegue a los 1.100 millones, según la consultora Kantar/CMAG, que supervisa el gasto en publicidad.
La propaganda electoral, pensada más que nunca para su consumo masivo en plataformas como “Youtube”, no centra el debate en qué candidato tiene mejores propuestas, sino en quién ha lanzado el ataque más crudo contra su oponente.
Consciente de que esa dinámica comienza a desgastar a los votantes, Romney la ha convertido en un nuevo ataque a Obama, al que acusa en varios anuncios de contar con una “única estrategia de campaña”: las acusaciones.
“Con todos sus anuncios basados en atacar, el presidente no hace más que tirar el dinero”, aseguró el candidato republicano a vicepresidente, Paul Ryan, en su discurso ante la convención republicana en Tampa (Florida) el miércoles.
El anuncio más sonado fue producido por el grupo de acción demócrata Priorities USA, que estrenó en julio un vídeo en el que un trabajador del acero sugería que Romney y su compañía Bain Capital tienen parte de responsabilidad de la muerte de su mujer, ya que fue esa empresa la que cerró la planta en la que él trabajaba y le privó, por tanto, de seguro de salud.
La campaña de reelección de Obama se apresuró a distanciarse del anuncio y a subrayar que no tiene ninguna relación con las producciones de ese comité, independiente de sus actividades.
Pero el anuncio se convirtió en el más visto en Internet durante una semana, con 725.000 visualizaciones según el recuento de la página web Visible Measures, y Romney no dudó en sacar rédito político de la jugada.
“No sé qué ha pasado con una campaña que era de esperanza y cambio. Creí que él era un nuevo tipo de político”, dijo en una entrevista con el programa de radio “Morning in America”.
Quizá por eso, la campaña de Obama se ha centrado en las últimas semanas en ataques más positivos, como el que esta semana muestra al expresidente Bill Clinton prometiendo que el mandatario “ayudará a reconstruir la clase media, como ocurrió cuando yo era presidente”.
Por su parte, Romney tampoco ha dudado en dirigirse con un dedo acusador a su rival, a quien condenó en otro anuncio por “usar su plan de salud para declarar la guerra a la religión, forzando a las instituciones religiosas a ir en contra de su fe” al tener que aceptar las disposiciones sobre contracepción de la ley.
A Obama le han salido además oponentes fuera de la campaña de Romney, como la organización del “Tea Party” Americans for Prosperity, que ha invertido 25 millones de dólares en una campaña en la que varios votantes aseguran que respaldaron a Obama en 2008, pero esta vez no le darán su confianza.
“Tenía la esperanza de que el presidente trajera nuevos empleos, no grandes despidos y ejecuciones hipotecarias. Para mí, no se ha ganado la reelección”, dice una votante llamada María en el anuncio.
“Heredó una mala situación, pero la ha empeorado”, asegura otro votante identificado como Richard.
Otra fuerte oposición a Obama llegó con un vídeo de 22 minutos lanzado en agosto por un grupo de ex miembros de operaciones especiales de la Marina (SEALS), el cuerpo que acabó con la vida del líder de Al Qaeda Osama bin Laden en mayo de 2010, que critica el triunfalismo que mostró el presidente tras la operación.
“Señor presidente, usted no mató a Bin Laden, Estados Unidos lo hizo”, dice el oficial retirado Ben Smith en el vídeo.
Para el que fuera portavoz de Bill Clinton, Mike McCurry, los candidatos se han enzarzado en una discusión en la que “ninguno parece encontrar el botón para bajar el volumen”.
“Antes había, al menos, una escala que definía qué nivel de virulencia podías usar en una campaña”, dijo McCurry al diario New York Times. “Sólo usabas el nivel más alto para tu mayor ofensa. Lo que ocurre ahora es que todos van directamente a la respuesta más alta y más fuerte que puedan dar”.