Una constelación de arte hace brillar la Bienal de Sao Paulo

El diálogo que se establece entre obras artísticas como si se tratara de un conjunto de estrellas que forma una constelación, pero también el brillo individual de cada uno de los astros por separado son el hilo narrativo de la 30ª Bienal de Sao Paulo que comenzó este viernes.

Unas 3.000 obras de 111 artistas de diferentes partes del mundo, cifra inferior a la de la edición anterior, integran el universo de la Bienal, que este año se desvela bajo el título “La inminencia de las poéticas” y que estará abierta hasta el 9 de diciembre.

América Latina participa con 49 artistas de Brasil, Argentina, Chile, Colombia, México, Perú, Uruguay y Venezuela, mientras que España está representada por Benet Rossell y Daniel Steegmann Mangrané, este último radicado en Río de Janeiro y Sao Paulo.

Los portones del pabellón Bienal, proyectado por el arquitecto Oscar Niemeyer, se abrieron a los ciudadanos hoy, día en que Brasil celebra el 190 aniversario de su independencia, y sin ceremonias oficiales comenzó el evento cultural, después de que esta misma semana pudiera ser visitado por invitados y la prensa.

La trigésima Bienal se centra en el arte y sus creadores y se articula en torno al concepto de constelación para reflejar los vínculos que se establecen entre las obras, pero también el diálogo entre creadores.

“Las imágenes y las obras no producen sentido solas, sino en la medida en la que se relacionan”, en palabras del curador de la Bienal, el venezolano Luis Pérez-Oramas.

Bajo ese prisma, la Bienal también apura los vínculos con la ciudad de Sao Paulo y, además del pabellón situado en el Parque Ibirapuera, se extiende al Museu da Cidade, al MASP y al Instituto Tomie Ohtake, entre otras localizaciones, y tendrá intervenciones en la Avenida Paulista, uno de los ejes principales de la ciudad más grande de Brasil.

De vocación intelectual, a la búsqueda de la experiencia única del ciudadano con la obra artística, y alejada del ruido que despertó la cita anterior, la Bienal de este año pretende ser un evento para la “resonancia de sus obras y sus artistas”.

Pérez-Oramas explicó en una rueda de prensa esta semana que el proceso de selección de los artistas fue “complejo, detenido y muy reflexivo”, ya que para escogerlos se realizaron visitas a los talleres.

“No escogimos artistas viendo catálogos de otras Bienales”, dijo el experto, quien puntualizó que buscaban obras que se desplegaran como un sistema.

El curador, quien considera que no se sabe nada de una obra de arte hasta que no se tiene una experiencia de ella, señaló que el proceso de materialización de la Bienal ha permitido al equipo de comisarios sorprenderse “permanentemente” a medida que avanzaban en las instalaciones.

Con un montaje impecable, que traza ejes diferenciados en las distintas plantas del edificio, Pérez-Oramas dijo que el concepto de inminencia, al que hace referencia el título de la muestra, significa que “algo está por acontecer” y sólo se sabe de qué se trata al tener la experiencia.

Mientras, André Severo, comisario asociado, explicó a Efe que el concepto de diálogo fue un elemento central en la concepción de la Bienal y precisó que uno de los objetivos era “que el discurso curatorial no se sobrepusiera a la obra”, por lo que las piezas disponen de espacio propio.

En su opinión, una vez se monta la Bienal el diálogo permanece en suspenso y solo se completa y se activa cuando alcanza al ciudadano.

La edición anterior de la Bienal, que arrancó con una polémica acerca de los derechos de los animales, ya que una obra de las obras exhibidas tenía como elemento a un grupo de buitres vivos, tuvo 530.000 visitantes.