Puede que el Sistema TransMilenio tenga muchas fallas por corregir y no sea el transporte público masivo ideal para una ciudad como Bogotá, pero no por esto se lo debe dejar morir. No sería ni responsable ni serio.
Por lo anterior, aplaudo la decisión de la alcaldesa Claudia López de rescatar al sistema de buses articulados porque es el medio de transporte que miles de ciudadanos utilizan para trasladarse de un lugar a otro al interior de Bogotá y permitir su muerte sería someter a la capital a un caos de enormes dimensiones.
Me alegra ver en Claudia López la responsabilidad que no tuvieron Gustavo Petro y Samuel Moreno, quienes con tal de darle rienda suelta a un fanatismo ideológico lo sometieron al abandono y le utilizaron como instrumento político para ganar votos destruyendo la imagen que este tenía en la ciudadanía bogotana.
Tan grande fue el daño que las administraciones de Petro y Samuel Moreno le hicieron al TransMilenio, que ni siquiera Enrique Peñalosa pudo reversarlo, entre otras porque muchos de sus funcionarios no quisieron escuchar cuando se les dijo que cualquier intento por recuperar la imagen del sistema necesitaba la ayuda ciudadana. Aquí hubo mucha soberbia de parte de quienes estaban al frente de este asunto.
Muy bueno además que el Gobierno Nacional ayude a rescatarlo aportando un billón de pesos y es claro que se requiere también que el Distrito coloque el otro billón para lo cual es necesaria la aprobación del Concejo de Bogotá para el debido aumento del cupo de endeudamiento.
Sin esto, cualquier intento por mantener estable a este sistema de transporte público será inútil. Este es un hecho que pone a prueba la responsabilidad y entrega a la ciudad de parte de los concejales que tienen en sus manos el futuro del TransMilenio, un sistema que aunque a muchos les cueste reconocer, ayuda a mover la economía en la ciudad y permite el traslado de los bogotanos de un lugar a otro.
Otro asunto que es necesario en el trabajo por rescatar a TransMilenio es el de la protección que se le debe dar en cada protesta que se realice en Bogotá. Por la acción vandálica de algunos marchantes, un total de 125 estaciones se encuentran con algún tipo de afectación.
De esas 125 estaciones, 66 dejaron de operar por causa de la magnitud de los daños. Repararlas le cuesta a la ciudad un total de 17 mil 400 millones de pesos, según cifras de la Alcaldía.
¿Quién correrá con esta inversión?, ¿los sindicatos que convocan a las marchas?, ¿los integrantes de la Primera Línea?, no señor, esto se paga con los impuestos de los bogotanos, hecho que deberían tener claro los líderes sindicales porque gracias al mal proceder de uno que otro desadaptado que se filtra en sus protestas, los bogotanos deben correr dos, tres y cuatro veces con el mismo gasto.
Transmilenio requiere de la inyección de capital y la decisión de contar con estos recursos está en manos del Concejo de Bogotá. Con esto se probará el grado de responsabilidad de sus miembros para con la ciudad.
Todos queremos el metro sí, pero este por ahora se demora. Lo único con lo que cuenta Bogotá para el transporte de sus ciudadanos es TransMilenio y es por esto que es importante acudir a su rescate.