Por: Juan Camilo Clavijo
Al dirigirse a la Asamblea General de la ONU, su secretario general, António Guterres, destacó sus prioridades para 2023. Describiendo 2023 como “un año de ajuste de cuentas”, instó a los Estados miembros a cambiar la mentalidad de la toma de decisiones del pensamiento a corto plazo al pensamiento a largo plazo. Pensar a largo plazo y desarrollar una visión estratégica para actuar con decisión “de manera profunda y sistémica.
Al subrayar el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible, el Secretario General imploró a los Estados miembros que “pongan fin a la guerra despiadada, implacable y sin sentido contra la naturaleza” utilizando “la disrupción para poner fin a la destrucción”.” (Antonio Guterres, Secretario General de la Naciones Unidas)
Es imposible no dejarse llevar por este llamado a la sensatez, y poner fin a la crisis climática. Sin embargo, parece que este discurso hubiera sido escrito por cualquier juez de Colombia, donde la justicia solo va dirigida a los de ruana, a la gente común y corriente. Este es un llamado que ni las grandes empresas, ni las medianas y mucho menos los gobiernos están atendiendo.
Por ejemplo, Japón anunció esta semana, que liberará 1,25 millones de toneladas de aguas residuales contaminadas por la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi (destruida por un Tsunami en marzo de 2011), en el Océano Pacífico. El gobierno dijo que es la mejor manera de lidiar con el tritio y pequeñas cantidades de otros radionúclidos en el agua.
“Verter el agua tratada en el mar es una solución realista”, dijo el primer ministro Yoshihide Suga en una reunión del gabinete que respaldó el plan. “Haremos todo lo posible para mantener el agua muy por encima de los estándares de seguridad”. Un funcionario del gobierno japonés aclaró más tarde que los detalles del lanzamiento deben resolverse y aprobarse. Los lanzamientos de prueba graduales podrían comenzar en 2 años y podrían demorar 40 años en completarse.
Científicos nucleares afirman que otras plantas nucleares han eliminado las aguas residuales de esta manera, con impactos mínimos. Pero los grupos ambientalistas, las organizaciones pesqueras y los países vecinos condenaron de inmediato la decisión, citando las grandes cantidades involucradas. Los científicos marinos expresaron su preocupación por el posible impacto de la descarga en la vida marina y en la pesca.
Al otro lado del pacifico, cerca de Nueva York, ubicada a lo largo del río Hudson, la planta nuclear de Indian Point generó controversia dos años después de su cierre, debido al plan para soltar 1,3 millones de galones de agua con rastros de tritio radiactivo en el río como parte del desmantelamiento de la planta.
Los partidarios de las liberaciones planeadas dicen que son como las que se hicieron cuando esta planta producía energía, y que la concentración de tritio ha estado muy por debajo de los estándares federales.
Pero los opositores a lo largo del río cuestionan la decisión, reclamando asuntos de salud y seguridad. Dicen que las liberaciones de agua radioactiva podrían ser un paso atrás para un río que alguna vez estuvo notoriamente contaminado y que ahora es una popular atracción veraniega para navegantes y nadadores.
Siguiendo en el rubro de la energía, hablemos de las grandes corporaciones como Shell. Esta compañía todavía está comprometida con la exploración de nuevas fuentes de petróleo y gas y no tiene ningún plan para reducir la cantidad total de petróleo y gas que produce para 2030, la fecha en la que los escenarios del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático – ONU) dicen que las emisiones de petróleo, gas y carbón necesitarán haber reducido sustancialmente.
Según ClientEarth, Shell menciona “usar productos energéticos bajos en carbono para reducir las emisiones de CO2”, pero los planes de la compañía incluyen aumentar su negocio de gas fósil en un 20 % en los próximos años. Si bien la compañía cree que su producción de petróleo alcanzó su punto máximo en 2019 y disminuirá ligeramente en 1- 2 % por año hasta 2030, la compañía quiere aumentar sus operaciones de gas fósil hasta que ocupe más de la mitad del negocio de energía de Shell para 2030.
A pesar de los compromisos climáticos de Shell, el índice de referencia de la compañía Climate Action 100+ Net Zero encuentra que la compañía solo cumple con algunos de los criterios de los objetivos del punto de referencia: Shell no tiene la ambición de alcanzar el cero neto y el cero neto alineado a corto, mediano y largo plazo, en sus emisiones CO2.
Shell también recibe una calificación de “No” por no revelar un objetivo para alinear su asignación de capital (inversiones) con sus objetivos, y mucho menos con el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
Entonces, nosotros al seguir con la destrucción continua y masiva de la naturaleza, que alberga nuestros sistemas de soporte vital, nos acomodamos a los deseos de los gobiernos, los ultrarricos, y las poderosas corporaciones. Al permanecer atrapados en la película superficial y absortos en la frivolidad, les otorgamos una licencia social para operar.
Aguantaremos sólo si dejamos de consentir, de seguir sus acciones. Los defensores de la democracia del siglo XIX lo sabían, las sufragistas lo sabían, Gandhi lo sabía, Martin Luther King lo sabía. Los manifestantes ambientales que exigen un cambio sistémico también han captado esta verdad fundamental. En Fridays for Future, Green New Deal Rising, Extinction Rebellion y los otros levantamientos globales contra el colapso ambiental sistémico, vemos personas, en su mayoría jóvenes, que se niegan a dar su consentimiento.
¿Acaso los poderosos no aprendieron la lección que se repite una y otra vez? Que los cambios vienen de la desobediencia, en este caso ¿nuestra supervivencia? ¿Son necesarios levantamientos como lo que nos dieron la democracia de hoy, para que paremos el Antropoceno?