La hora de las propuestas

Por: Germán Escobar Morales

Como se suele decir, la política es dinámica y ¡sí que lo ha sido en este año de reforma a la salud! En otro capítulo, algo inesperado por muchos, esta semana la Cámara de Representantes votó por crear una subcomisión con el propósito de re-escribir el proyecto de Ley de reforma del sistema de salud, buscando el tan ansiado y esquivo consenso nacional. Comencemos por el principio, ¿Cómo puede explicarse esto desde el punto de vista político?

Bueno, desde el pasado 20 de julio en la instalación del Congreso, el Presidente Petro ha anunciado la búsqueda de un “acuerdo nacional,” lo que en palabras sencillas podría traducirse en la conformación de una coalición de Gobierno, sin el compromisorio nombre.  Sin embargo, desde aquel discurso, hemos visto posiciones erráticas, tanto del Presidente, como de su Gabinete, las cuales no han dejado ver una ruta de acción consistente y concreta para lograr acuerdos políticos en torno a las reformas sociales que pretende esta Administración, no solo con las bancadas de los diferentes partidos, sino con actores determinantes de la sociedad civil, muy especialmente, los gremios económicos.  En este orden de ideas, este hecho, pareciera responder, de forma pragmática, a ese propósito de unión frente a la que fue, hasta hace unos meses, la reforma priorizada por el Presidente.  Ahora, en un sentido un poco más cotidiano, este hecho también es un síntoma del ecosistema político del país, el cual, en medio de las campañas para las elecciones regionales generales y el desgaste en la opinión de la Presidencia Petro, parece evidente que el Gobierno no cuenta con las mayorías para desempantanar un texto de reforma que desde el comienzo ha causado tanto debate y que, luego de múltiples remiendos, parece más bien dejar descontento a todo el mundo —incluidos a sus propios autores intelectuales—.

Bueno, una vez analizado el contexto de la naciente subcomisión, la pregunta del millón es ¿Qué resultará de ella? Volvamos al comienzo de la columna: la política es dinámica —y difícilmente predecible—. Todo dependerá de la verdadera voluntad de acuerdo, en particular, de los extremos ideológicos que participan en el proceso.  Durante las discusiones que se dieron en el primer trimestre del año, pude presenciar de primera mano el espectro de pensamiento en la entonces “coalición de Gobierno” y, ciertamente, el famoso 1% que faltó por conciliarse —y que era la esencia de la reforma—efectivamente no pudo salir adelante por los paradigmas ideológicos inmodificables de algunas personas que participaron del proceso. En esta ocasión, el resultado dependerá de si se llega a la mesa con dichas posiciones o existe apertura honesta a co-construir un proyecto alternativo.  Aquí, quiero ser claro sobre algo; los paradigmas a los que me refiero están, tanto en la línea más fuerte de la derecha —el establecimiento—, como en la de la izquierda, en palabras sencillas, en quienes pretenden conservar el estatu quo sin mayores cambios y quienes buscan una re-fundación de todo nuestro modelo de salud —económico y social—.

Aquí entro yo, nuevamente, a llamar por una “tercera vía” para reformar nuestro sistema de salud; misma que he planteado tanto en un pequeño libro, como en distintas propuestas desde la sociedad civil, de diversas formas.  La tercera vía, es flexible, es decir, puede implementarse en una versión “fuerte” o en otra “blanda.” Dicho lo anterior, quiero rescatar sus principios o filosofía, comenzando el desarrollo de un rol del Estado protagónico en la gestión del riesgo de las personas y poblaciones, coordinando debidamente a los agentes y no, simplemente, un ejercicio rector expectante y casi de testigo mudo frente a múltiples circunstancias diarias de millones de personas.  Además de lo anterior, modula las fuerzas de mercado en la propia conformación de las redes de atención, reconociendo que el mercado es importante pero que éste por sí solo si puede llegar a soluciones que no necesariamente estén totalmente coherentes con la garantía plena del derecho fundamental a la salud. Finalmente, en una dimensión más técnica, la tercera vía, impulsa una idea que no es mía, pero que creo de vital importancia para el futuro de nuestro sistema de salud, con o sin reforma: el cálculo de la UPC —que determina el presupuesto— mucho más ajustado a las concentraciones de riesgos, pero, sobre todo, con incentivos al desempeño y los resultados en salud de los agentes.

Como he venido comentando en esta misma columna, en estos meses de debate de la reforma, he visto con cierta tristeza la ausencia de propuestas concretas más allá de la dicotomía planteada por los extremos paradigmáticos; sin embargo, la coyuntura nuevamente nos da la oportunidad de generarlas, “pensar fuera de la caja” y encontrar soluciones nuestras y no importadas de líneas de pensamiento muy ajenas a nuestra realidad como un país emergente, del siglo XXI, con grandes capacidades y logros sociales, al tiempo que oscuros y terribles problemas en nuestro tejido social.