Por: León Sandoval
Nos conocimos una fría mañana de marzo de 1996 en La Candelaria de Bogotá. Su morada semejaba una sacristíabiblioteca monacal, en la que Jorge de Burgos encontraría gusto. Hube llegado tras la excitación provocada por un aviso de El Tiempo, donde el Profesor Camilo Orbes Moreno publicitaba su curso libre de Latín y Griego. Subimos por la empinada Calle 11 hasta la Universidad Externado de Colombia. El rector Fernando Hinestrosa generosamente cedía un aula para las clases del otro Maestro. Con los años descubriría que sus alumnos permaneceríamos siempre en el mismo nivel, tanto antiguos como nuevos. Nadie pagaba expensas, unos porque sus finanzas eran exiguas, otros porque Camilo rehusaba el pago de sus preciadas lecciones.
Nacido el 24 de octubre de 1935 en Pupiales (Nariño). Camilo era corpulento, vivaz, culto, de finos modales que permitían percibir esmerada crianza. Inmaculadamente vestido, traje de paño, corbata, gaban y sombrero. Su rostro de halo clerical adornado por gruesos lentes, dibujaba sonrisas preámbulo a una estentórea carcajada. Parecía un monseñor, profesó profundas convicciones cristianas, en especial marianas. Educado por los Salesianos en La Ceja (Antioquia), lo que explicaba su acento pupialeño con dejos de voceo. Aprendió Latín, Griego, Francés e Italiano junto a sus condiscípulos, el ilustre jurista Hernán Valencia Restrepo y el polémico sacerdote Bernardo Hoyos Montoya. Nunca ocultó vocación, una enfermedad ocular truncó su ordenación sacerdotal. Decía que provenía del ombligo del mundo porque Pupiales deriva de “pupo” que en Quechua significa ombligo. Su sueño: Grecia.
Destacó como filósofo, teólogo, historiador, antropólogo, curador de arte, poeta, editor y educador, oficio al que dedicó más de sesenta años, como él decía, era su “modus vivendi y comiendi”. Enseñó en Cali, Medellín y Bogotá; En las Universidades Externado, Libre, La Salle y San Martín, a estas dos últimas dedicó varios decenios. Su obra es prolífica, estudió a los Sindaguas como pueblo semejante a los Caribes o Mayas del mar Pacífico. A Francisco de Jesús Bolaños y Rosero, evangelizador del Reino de Quito, y escribió además la biografía de Fray Doroteo de Pupiales, quien fuera su pariente y fundador en 1902 de Florencia capital del Caquetá. Era el alma de la Academia de Historia Eclesiástica de Colombia.
Cercano a los presidentes conservadores desde Ospina Pérez, amigo personal de la maravillosa Berta Hernández de Ospina y de su hijo Mariano, de Pedro Medina Avendaño autor de la letra del himno de Bogotá, del jurista Horacio Gómez Aristizabal, del sacerdote jesuita Manuel Briceño Jáuregui, del poeta, exgobernador y fundador de El Frente, Rafael Ortiz González que le legó su amor por Santander, del exembajador Alejandro Ordóñez Maldonado y del socorrano Fray Martín Carlos Morales Flórez, fundador de la Universidad de la Salle; pariente por parte del padre del expresidente ecuatoriano Lenín Moreno, contertulio de “El Paisa” Serna y de un novicio crudivegano que llamaba “Fray Chuhuaco”, peruanismo para ayudante de cocina.
Firmaba poemas como “Olimac Sebro”. Su obra patriótica fue cumplir el cristiano amar al prójimo, amó tanto que fue padre de muchos que necesitaron uno. La primera semana de agosto en ciernes se cumplirán cuatro años desde su austera muerte. Como el coronel de García Márquez, pasó los últimos años esperando noticias de un enfadoso juicio para acceder a una merecida pensión. Murió preterido por la academia y sus copartidarios, pero en el amor de sus hijos. El buen samaritano encontró su partida en el Hospital La Samaritana. La sociedad que olvida así a sus educadores, entristece. El Gobierno Nacional mora en reconocer los aportes de Camilo Orbes Moreno. Su cuerpo yace inerte pero su legado permanecerá en la memoria de quienes le conocimos y en sus letras.