Hace unos meses hube de escribir respecto de la engañifa o estafa que se viene cometiendo con decenas de miles de universitarios colombianos, los que con dineros de sus familias, con préstamos en bancos privados y los más carentes de recursos mediante préstamos del Icetex, se entregan con devoción a cursar una carrera profesional con matrículas multimillonarias, especialmente en el área de la salud, en cuya consecución del título se invierten varios centenares de millones.
Al egresar los profesionales se estrellan con la ruda y cruda realidad de un mercado profesional deficiente en el que la oferta de trabajo supera varias veces la demanda empresarial o administrativa gubernamental, lo que conlleva a la frustración del recién egresado, que palancas políticas o personales de por medio, obtiene un puesto con un salario que supera en muy poco al mínimo.
Este infiero laboral tan desalentador es el que hace que médicos, abogados, ingenieros, periodistas y otros profesionales se dediquen a actividades informales ajenas a su especialidad y no es raro ver a unos fungiendo de taxistas, administradores de cafetería, meseros de restaurantes y otras funciones totalmente ajenas para los que fueran preparados en las aulas universitarias.
Las Américas ha sido el continente que de tiempo atrás viene padeciendo este fenómeno y fue Argentina el país con más nivel de preparación de la clase media universitaria y profesional a comienzos de este siglo. Venezuela, Perú y Colombia son países que han heredado este terrible flagelo que azota a millones de mujeres y hombres enfrentados a la mayor frustración académica que puede un individuo experimentar en su vida.
La respuesta de muchas universidades frente al descontento de los estudiantes de pregrado egresados y con el mismo propósito y ánimo de lucro y de enriquecimiento desmedido, fue ofrecer programas de extensión o educación extensiva, enmarcada ella en el ofrecimiento de maestrías, especializaciones, diplomados y otras actividades académicas de menor importancia, generándose una feroz y despiadada competencia entre claustros universitarios para cuyo fin del ofrecimiento de una nueva modalidad educativa se aliaron algunas universidades con otras de gran reputación en el continente americano y en el europeo.
Dicen los expertos en educación en América y España, nación que ha padecido igual fenómeno de desempleo de la juventud y pésima remuneración de los que alcanzaron un puesto o plaza en las empresas privadas o en la administración pública, que el negocio de las universidades en la actualidad no está en la formación de profesionales de pregrado en las diferentes áreas, sino en los cursos de especialización, maestría y diplomado, y los costos de profesorado y demás temas de logística les termina siendo más rentable la educación extensiva que la regular o clásica. Por tal razón la prensa en los últimos días le ha dedicado un espacio al debate sobre el mito en que se han convertido los escalafones profesionales y las mentiras y engaños a los que se han sometido los aspirantes a realizar especializaciones, maestrías y otras modalidades de la educación superior extensiva.
En medicina es deplorable el número de cupos para acceder a una especialización y se presenta el drama de varios de miles de concursantes para dos plazas en neurocirugía, cardiología, medicina estética, entre otras. En el área del derecho el drama de muchos abogados no es tan notable como el de los galenos, pero se argumenta que ante la avalancha de abogados que cada año egresan de las escuelas de derecho, jurista que carezca de especialización no tiene opción profesional de crecer y tener éxito en el desempeño del ejercicio de las disciplinas jurídicas.
La guerra por los escalafones profesionales y la mitificación del profesional con maestría y otros títulos semejantes, además de acarrear angustia y estrés profesionales, está generando un clima propicio para las estafas y las maniobras engañosas de algunos centros universitarios que recurren a la publicidad manipulada en la que presentan cada claustro como pionero en la educación extensiva por encima de otros sin que en realidad lo ofrecido corresponda a la realidad.
La juventud y algunos profesionales maduros desean arduamente situarse en los escalafones del empleo profesional más altos y ello ha generado nuevamente otra causa de frustración, pues algunos incautos e ingenuos exhiben con orgullo y hasta con arrogancia varias maestrías, lo que hace que las empresas y algunos entes estatales procedan a rechazar los que presumen de un escalafón superior y opten por contratar al simple egresado, pues al fin y al cabo el especialista aspira a salarios de varios dígitos y por estas tierras cada día son menos quienes ganan las cifras salariales de los profesionales de antaño.
Así es que la guerra de las maestrías y los escalafones hacen parte de otra estafa educacional.