La misión Gaia de la ESA, dedicada a mapear las estrellas de la Vía Láctea, ha descubiertos sus dos primeros planetas en sistemas solares ubicados en un remoto confín de la galaxia.
Investigadores de la Universidad de Tel Aviv lideraron el hallazgo de los dos planetas gigantes, llamados Gaia-1b y Gaia-2b, como parte de un estudio en colaboración con equipos de la Agencia Espacial Europea (ESA). Se publica en Astronomy & Astrophysics.
Los cambios documentados en el brillo de las dos estrellas remotas fueron los que llevaron al descubrimiento. El coautor y estudiante de doctorado Aviad Panahi explica: “Los planetas fueron descubiertos gracias a que ocultan parcialmente sus soles cada vez que completan una órbita, y así provocan una caída cíclica en la intensidad de la luz que nos llega desde ese sol distante”.
Para confirmar que los cuerpos celestes eran en realidad planetas, los investigadores realizaron mediciones de seguimiento con el Gran Telescopio Binocular, en Arizona, uno de los telescopios más grandes del mundo en la actualidad. El telescopio permite rastrear pequeñas fluctuaciones en el movimiento de una estrella causadas por la presencia de un planeta en órbita.
El descubrimiento marca otro hito en la contribución científica de la misión de la nave espacial Gaia, a la que ya se le atribuye una verdadera revolución en el mundo de la astronomía. Hasta ahora se ha puesto en duda la capacidad de Gaia para descubrir planetas mediante el método de ocultación parcial, que generalmente requiere un seguimiento continuo durante un largo período de tiempo. El equipo de investigación encargado de esta misión desarrolló un algoritmo especialmente adaptado a las características de Gaia y buscó durante años estas señales en las bases de datos acumulativas de la nave espacial.
“Los nuevos planetas están muy cerca de sus soles y, por lo tanto, la temperatura allí es extremadamente alta, alrededor de 1.000 grados centígrados, por lo que hay cero posibilidades de que se desarrolle vida allí”, explica Panahi. Aún así, dice, “estoy convencido de que hay muchos otros que sí tienen vida, y es razonable suponer que en los próximos años descubriremos señales de moléculas orgánicas en las atmósferas de planetas remotos”.