Este martes ocurrirá uno de los pocos grandes hitos que quedan en las elecciones estadounidenses: el primero de los cuatro debates entre los principales candidatos (tres presidenciales, uno vicepresidencial). Una de las últimas oportunidades para que el presidente, Donald Trump, cambie la tendencia completamente estática de las encuestas. El magnate llega con una desventaja histórica en las encuestas: en los últimos 40 años, solo Ronald Reagan y Bill Clinton -ambos ganadores claros- llegaron a este momento electoral con más apoyos de los que suma Joe Biden en los sondeos. Y todo esto cuando ya hay un millón de votos en las urnas, un récord, y la cifra no deja de crecer.
Trump llega al debate de este martes con un nuevo escándalo: la filtración de sus declaraciones de la renta al New York Times, que revelan que en los últimos años, el magnate pagó unos 750 dólares anuales de impuestos, y que su fortuna personal está amenazada por enormes deudas y prestamos millonarios que vencen en poco tiempo. Un obstáculo más para el presidente, que necesita noticias positivas para cambiar una tendencia negativa y mover unas encuestas que llevan petrificadas desde el 1 de septiembre en una ventaja de 7 puntos a favor de Biden.
Las reglas del juego son muy claras: ningún candidato que llegara a estas alturas por detrás en los sondeos logró obtener más votos que su rival en las elecciones. Y solo dos aspirantes lograron ganar en número de escaños pese a obtener menos votos a nivel nacional: George Bush hijo (perdía en las encuestas del año 2000 por 0.3 puntos, terminó con un 0.5% menos de votos) y el propio Trump (perdía por 1.4 puntos a estas alturas de 2016, obtuvo 2.3% menos votos que su rival). La desventaja de 7.3 puntos de este lunes es cinco veces mayor a la que tenía antes de su primer debate con Hillary Clinton, y mucho más estable: no se sabe muy bien qué puede pasar para que dé un giro.
Las apuestas aún confían
Aun así, la muletilla de todos los analistas y periodistas después de 2016 sigue siendo la misma: que nadie dé el resultado por seguro hasta que se terminen de contar los votos. Al fin y al cabo, Trump no necesita ganar a nivel nacional, sino únicamente en los estados clave suficientes para sumar mayoría absoluta, aunque sea por un solo voto. Y los apostadores, un negocio millonario en Estados Unidos, confían en que Trump logre hacerlo de nuevo más que cualquier sondeo o modelo.
Así, la compañía Betfair ofrece a Trump un 42% de posibilidades de ganar, después de haber perdido la cabeza en las últimas semanas. Pero el margen sigue siendo mucho mayor al de analistas como el ‘gurú’ Nate Silver, de FiveThirtyEight, que le da un 22% de opciones al presidente; The Economist, que le da un 15%; o LeanTossup, que se hizo famosa por acertar los resultados en Reino Unido y Canadá, y que en su primer intento en Estados Unidos le da apenas un 5.4% de opciones al magnate.
La diferencia se ve en algunos estados clave. En Florida, un estado que Trump está obligado a ganar para tener opciones matemáticas de seguir en la Casa Blanca, la media de las encuestas y los analistas ponen a Biden ligeramente por delante, con un 60% de posibilidades de ganar para el modelo más pesimista. Las apuestas, sin embargo, sitúan a Trump como el ligero favorito, 51% a 49%. En Pensilvania, que apunta a ser el estado que decida al ganador nacional, los analistas dan a Biden como mínimo un 77% de opciones, mientras que Betfair lo reduce a un 57%.
Una posibilidad es que los votantes de Trump confíen más en su candidato y quieran dejarlo claro no solo con su apoyo, sino también con el dinero de sus apuestas. Pero también es probable que mucha gente tenga aún en su cabeza la sorpresa de 2016 y espere que Trump repita, mejorando en el resultado lo que predecían la mayoría de los analistas. Pero también es verdad que los analistas han revisado sus modelos para evitar repetir los errores de 2016, igual que las encuestadoras, que en su mayoría sí acertaron en las legislativas de 2018.
Un millón de votos
Pero el cambio más fascinante desde 2016 es la cantidad de votos que se han emitido ya a estas alturas de los comicios. En aquel momento, apenas 10,000 personas habían votado a 27 de septiembre. Este año, la cifra ya supera el millón de votos, 100 veces más, solo entre los 12 (de 51) territorios que ya están dando información. En tres estados -Dakota del Sur, Wisconsin y Virginia-, la cifra ya supera el 7% del total de votos acumulados en 2016. Y la velocidad no va a dejar de crecer, según más estados vayan recibiendo las papeletas por correo ya rellenas y abriendo más urnas para votar en persona.
Este dato es muy importante por dos factores: las enormes ganas por votar, lo que sugiere que puede haber una participación récord, y porque reduce el tiempo real de campaña. Cuanta más gente haya votado a principios de octubre, menos opciones de cambiar el resultado tendrá Trump. Ya hay al menos un millón de personas a los que los debates no influirán lo más mínimo. El reloj está corriendo y, si las encuestas aciertan, todo lo que necesita hacer Biden es llevarse el balón al córner hasta que ya no haya tiempo de remontar. El debate es su penúltima oportunidad.