En Cali, el pueblo Misak tumbó un monumento a Sebastián de Belalcázar, lo mismo hicieron en Popayán. En Neiva un grupo de indígenas tumbaron una estatua del expresidente Misael Pastrana Borrero, en Pasto derribaron el monumento de Antonio Nariño y en Bogotá sucedió lo mismo con la de Gonzalo Jiménez de Quesada.
Al respecto se han pronunciado diferentes voces en Colombia, unos haciendo referencia al acto condenándole porque para ellos es “un hecho vandálico” y otros explicando que se trata de “un reclamo histórico”, por el trato desequilibrado en la narrativa con la que se cuenta lo sucedido durante la época de la conquista.
En diálogo con Confidencial Colombia, la antropóloga Malena Ortegón y la historiadora Paula Ila, expusieron lo que para ellas corresponde a un reclamo para que se dé un mayor equilibrio en la narración de los hechos históricos, no solamente en Colombia, sino en América, por qué el derribamiento de estatuas de conquistadores españoles, ha sucedido también en Perú y en Argentina.
Ambas coinciden en que se trata de un debate político que ha estado ahí desde mucho tiempo atrás pero que sale a flote tras estos actos que según dicen, “es necesario mirarlo con otra visión y traerlos a discusión para construir entre todos una nueva narrativa”.
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