Los valores que nos inculcaron los abuelos antioqueños han trascendido generaciones: El trabajo incansable con honestidad, sencillez y ética, el respeto por las personas, la creatividad para emprender y avanzar, el amor por la familia que se extiende a las personas con quienes compartimos los espacios laborales, la cultura para cuidar los bienes públicos, la alegría para recibir de puertas abiertas a quienes nos visitan, el sentido de pertenencia a un país que queremos mucho, entre otros.
Nos enseñaron y hemos aprendido en nuestras vivencias que ser empresario no es tener un número importante de empleados o un patrimonio societario determinado. Ser empresario es levantarse todos los días con entusiasmo, compromiso y rectitud a ganarse la vida. No es más empresario el propietario de una gran cadena de supermercados que el dueño de una tienda de barrio. Ambos pueden decir con orgullo, como lo dijo el maestro Héctor Ochoa: “soy paisa, aventurero y soñador, tengo finca en el cielo y un negocio en el sol”.
Ese instinto emprendedor, ha sido fundamental para respetar y trabajar por lo público. Ejemplo de ello es el Metro de Medellín o nuestras Empresas Públicas: una empresa que llevamos en el corazón desde hace más de 65 años y que ha sido liderada desde la Alcaldía y su junta directiva por hombres y mujeres, que representan nuestros valores. Pareciera que se hubiese erigido un consenso tácito ciudadano de gobernabilidad y manejo de nuestra empresa pues cada vez que han intentado desviar su rumbo hacia oscuros y desconocidos intereses, la sociedad se vuelca al unísono para retomar su liderazgo.
Nuestras Empresas Públicas y la empresa privada antioqueña han sido un imparable motor del desarrollo social en la región y en Colombia. Generadoras de millones de empleos que a su vez son fuente de calidad de vida para las familias. Promotoras de grandes obras de infraestructura, de colegios, hospitales y parques públicos y de la educación gratuita a sus empleados para que la herramienta del conocimiento les permita progresar.
Empresas, grandes, medianas y pequeñas han tenido un rol protagonista durante la contingencia generada por la pandemia. La mayoría de ellas, han priorizado la conservación de los empleos y las ayudas a obras sociales a pesar de la contracción económica nacional, bien conocida por todos.
Durante las últimas semanas, algunos columnistas y políticos, entre los que lamentablemente está incluido el Alcalde de Medellín, han pretendido afectar y tergiversar esa historia de ética empresarial. Están muy equivocados en politizar un legado de valores y costumbres que están impregnados en nuestra sangre; en pretender importar un discurso de odio de clases sociales, ajeno de tajo a nuestro talante y en pretender polarizar nuestro ambiente, creando una dicotomía para dividir la sociedad, similar a la ya desgastada entre “amigos y enemigos de la paz”.
Tengo la certeza de que para sus ocultas intenciones, recibirán una única respuesta: más trabajo, más emprendimiento y más amor por Medellín y por Colombia, el país por el que nos despertamos y con el que soñamos.