No hay duda de que la matonería petrista actúa en las redes ciñéndose a lo dicho por sus jefes en la campaña presidencial: “Tenemos que defendernos y atacar. Eso significa que seguro la línea ética se va a correr un poco” (Sebastián Guanumen, estratega de Petro y hoy cónsul en Chile). Correr “la línea ética” es aumentar trampas, engaños y mentiras.
No extraña entonces que me acusen de “uribista” porque critico a Gustavo Petro, calificativo que traducen como propio de la peor persona y que contiene el amenazante mensaje de que me “quemarán” si no me inclino ante su mesías.
La acusación de “uribista” la hacen sin dar una sola prueba de cercanía mía con Álvaro Uribe –porque no existe– y contra alguien que nunca ha tenido una conversación privada con Uribe, que fue el senador que más debates de control político le hizo en sus dos gobiernos y que lo ha controvertido en numerosos artículos y en varios libros porque tenemos desacuerdos profundos.
Pero además de mentir sobre coincidencias mías con Uribe, llama la atención que su engaño incluya el truco de otorgarle al expresidente una conducta de oposición a Petro que no está ejerciendo. Porque entre Petro y Uribe ya hubo dos reuniones de las que no se sabe con detalle pero que generaron consecuencias, y no de desacuerdos, propiamente, pues José Félix Lafaurie, en representación del Centro Democrático, tendrá voz cantante en el proceso de paz con el ELN y en las multimillonarias compras de tierras rurales del gobierno.
También es sabido que los congresistas del Centro Democrático estuvieron en la componenda que en persona dirigió Petro para repartirse la Contraloría entre ellos y los partidos petristas.
De otra parte, con el siguiente trino, Uribe respaldó a Petro en el escándalo del ICBF: “No critico que la Primera Dama haya postulado a la nueva directora de Bienestar Familiar, quien en sus respuestas a los medios ha mostrado su transparencia. Hay que dar tiempo a su gestión”. Con lenguaje incomprensible, para que no se notara el apoyo, Uribe también respaldó que Petro siguiera con los aviones carísimos e innecesarios de Duque: “La discusión sobre la compra de los aviones enseña que los partidos tienen que ser cuidadosos tanto en la oposición como en el gobierno. Al final vale la credibilidad no el aplauso”. Sobre la base militar en Gorgona, Uribe no ha dicho nada, no sea que se sepa que aquí también está de acuerdo con Petro, silencio que Uribe, por la misma razón, le aplica a que Colombia ande de correveidile de la OTAN.
Las coincidencias entre Petro y Uribe vienen de atrás. En 2008 los uribistas y Petro eligieron de Procurador a Alejandro Ordóñez. Petro votó con el Polo en el Senado contra el TLC con Estados Unidos, pero en 2007 viajó a Whashington, donde hizo acuerdos para respaldarlo –y al Plan Colombia, además– y a su regreso nos exigió cambiar la posición, votación que perdió. En el gobierno de Duque, Uribe y Petro aprobaron en el senado el ingreso de Colombia a la OCDE y también en ese gobierno, en el debate contra las tropas gringas en el país, en junio de 2020, el ministro de Defensa de Duque, Carlos Holmes Trujillo, felicitó a Petro por su respaldo al TIAR, tratado militar norteamericano para el control del continente.
En conclusión, las bodegas petristas mienten al decir que critico a Petro porque soy “uribista”, como mintieron Petro, Roy y compañía –siguiendo la ética Guanumen– cuando en la campaña electoral afirmaron que no estaban construyendo el Pacto de la Picota. (Ver enlace).
Jorge Enrique Robledo