Estoy en el paraíso. No, no ando en el Caribe colombiano (¡ojalá!), pero ando rodeada de palmeras, al lado del mar, descansando bajo el sol español, ese que tanto echo de menos cuando estoy al otro lado de los Pirineos, al norte del norte.
Hay hábitos que uno tiene en verano y sólo en verano. Uno de mis favoritos es pasear por el mercadillo de los miércoles. Es laberíntico. Está lleno de aretes, brazaletes, manteles, carteras y una suerte de prendas de verano, que como las promesas de Sánchez (el presidente español), engañan a la vista y sólo quedan bien un rato, a corto plazo. Al primer lavado pierden ese no sé qué que tenían y te animaron a comprarlas.
Mientras paseábamos y tomábamos el pulso de la moda que veré estos días en las playas, varios acólitos de un partido de izquierdas repartían la propaganda electoral en el mercadillo. “No vayas a votar a Vox, que es la extrema derecha, que esos quieren el franquismo y tú eres muy joven”, decía uno de ellos a una joven madre, de niño al pecho, acompañada de la abuela y un par de amigas. “Cada uno vota a quien le da la gana ¿no? ”, espetó la madre morenaza, al instante se dio la vuelta con el niño en brazos, aún agarrado al pecho, y dijo por lo bajini a sus amigas, “además mis padres votan a Vox y yo igual”. La escena me dejó pensando.
¡Qué viene el lobo!
Por un lado, pensé en que es raro que uno rompa la tradición de voto de su familia. La mayoría de las veces, el sentir, el pensar y el espíritu democrático se adquiere en casa que es donde a uno le educan, le inculcan valores, vive en sociedad y experimenta todos los tipos de gobierno posibles: desde la nueva derecha más dura hasta el comunismo. Por otro, sospecho que la izquierda actual, española y europea, es paleta, es decir, poco inteligente y simple en sus argumentos.
No seré yo la de defienda ningún -ismo político, extremismo político, pero uno no puede pedir el voto para su partido alimentando un miedo, “que viene Vox”, “que viene la extrema derecha”, como si el partido de derechas fuera el lobo, ese con el que antaño se amenazaba a los niños pequeños para que se portaran bien.
No hay partido de izquierdas en Europa que no sienta temor ante el incremento de adeptos que las formaciones políticas de derechas y en lugar de revisar sus lemas, sus programas y sus discursos, inoculan el miedo ante un cambio de signo, de sentir democrático. Italia, Holanda, Suecia, Grecia… el péndulo se mueve hacia el otro lado.
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El discurso impuesto
Hoy por hoy parece que si uno es de derechas es un retrógrado que está en contra de todas las libertades sociales conseguidas a base de orgullo, lucha e integración, como si éstas fueran exclusivas de la izquierda y no de la sociedad civil en general. Unos dan la lata, avanzan en derechos y los otros los asumen. Ese es el discurso impuesto. Como también impuesto es el discurso de que la extrema derecha es mala, nociva, peligrosa. Y se olvidan que la extrema izquierda, presente aún hoy en numerosos países totalitarios, tiene a sus ciudadanos presos, pobres y cautivos de un estado paternalista que les dice qué, cómo, cuándo y cuánto.
La izquierda democrática, en cambio, se ha hecho con el lenguaje y la cultura y ha llamado al aborto salud reproductiva; a la eutanasia muerte digna. Tiene al hombre como principal responsable del cambio climático, se ha adueñado del feminismo, ha victimizado a las minorías, ha abierto las puertas a la inmigración en masa en pro de la solidaridad de ricos y pobres… Discursos que la derecha entiende de otro modo, no rechaza, pero si prefiere regular y que no dé lugar a abusos, que luego nos lamentamos.
La resolución 1481
Esta resolución del Consejo de Europa, emitida el 25 de enero de 2006, consigna la condena del Consejo de Europa a los regímenes totalitarios en concreto señala que el Consejo “condena enérgicamente los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios”, equiparando el comunismo y los estados comunistas con el fascismo y el nacionalsocialismo, por sus similitudes en los crímenes contra la humanidad, la ideología del odio y la tiranía de sus gobiernos. El socialismo español alegó falta de análisis y se negó entonces a condenar los crímenes del comunismo.
Más tarde, en la Declaración de Praga de 2008, Europa volvió a condenar al comunismo por crímenes contra la humanidad y lo sigue haciendo periódicamente, la última vez, en 2019, cuando el Parlamento Europeo declaró la importancia de la memoria histórica europea; que entre muchas cosas condena el hecho de que las fuerzas políticas extremistas y xenófobas en Europa recurran cada vez más a la distorsión de los hechos históricos. Y sí, esta vez los socialistas españoles votaron a favor de esta memoria europea, aunque lo hicieron a dos caras; la europea y la española, donde siguen sin condenar el comunismo y sus crímenes.
Quiero recordarles, que los crímenes del comunismo (casi 100 millones de muertos) superan en número a los del nazismo alemán y el fascismo italiano. Que si unos tenían campos de concentración, otros tenían Gulag. Que si unos mataban por raza (a judíos) otros justificaban las muertes por el bien del país y mataban a todo el que estuviera en contra del sistema. Que ambos tenían clases dirigentes ricas y rechonchas, y pueblos famélicos de cuerpo y alma. Todos son horribles, terribles y nada deseables y que sólo cuidando la democracia, conseguiremos que permanezcan en la parte marginal del hemiciclo.
Parálisis política
Ambos extremos del hemisferio político utilizan la distorsión de los hechos para infundir miedo y noto que últimamente, tal vez debido a las elecciones, mi querida España tiene hemiplejia política y es la izquierda, la extrema y la socialista, las que han asumido el papel de buenas, sociales y justas y hablan pestes de la derecha, que es el lobo y Abascal, su hombre del saco. Olvidan el lado malo de la izquierda y sólo condenan al extremo de la derecha y socialmente ocurre lo mismo. Ser de extrema izquierda mola, ser de extrema derecha… ¡NO, por favor!
Les recuerdo que los socios de gobierno de esta última legislatura del Partido Socialista Obrero español, fueron los políticos de extrema izquierda, los comunistas, los que asesoraron al gobierno de Venezuela, los que hacen amistad con Petro, los que han sido vinculados con Irán, los independentistas o incluso los antiguos miembros de ETA… Ha sido este Gobierno amorfo de izquierdas o sanchista, el que más atropellos democráticos ha perpetrado en contra de la libertad y la sociedad. Y eso que España es una democracia, joven, pero democracia al menos.