La Biblia en la Primera Carta a los Corintios, Capítulo 13, dice que sin amor nada puede ser el humano; sin amor no tiene sentido ningún desprendimiento material que se haga, y agrega que el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta, y remata indicando que el amor nunca deja de ser. El amor mueve el mundo, dicen por allí. Es la fuerza vital, sin amor no es posible concebir la vida. El amor no sólo es un sentimiento, es también energía pura sublimizada en su mayor expresión. No es posible concebir la existencia sin el amor.
El amor tiene diferentes niveles o formas de presentarse, desde la manera más pura como, el amor de quien da su vida por los demás a semejanza de El Hijo del Hombre; o el amor de los griegos: Eros hacía la pareja, filial hacía los hijos y ágape hacía los amigos. Pero el amor también puede caer en distorsiones como el narcisismo, la celotipia, la toxicidad y la vanidad, no en vano, dice el adagio popular que, del odio al amor no hay si no un paso ¿Sería posible afirmar lo contrario, que del amor al odio no hay si no un paso?
El gran problema del amor no es que sea infinito, es lo contrario, su finitud entre los humanos y particularmente, en el amor eros, dicen por allí que, “Todo lo que inicia acaba”, pero el amor cuando es real jamás dejará de ser. La finitud del amor tiene que ver con la “romantización” del amor. El amor romántico es la idealización del amor fruto de los patrones culturales, en este sentido, uno de los grandes estragos en el concepto del amor lo ha aportado William Shakespeare (Inglaterra 1564-1616) con la tragedia de Romeo y Julieta, en la que, en seis días de secuencia, dos jóvenes se conocen y se juran amor aún por encima de los obstáculos existentes entre sus familias, con una estela de muerte de seis personas, entre ellas, los protagonistas, uno por veneno y otra de tristeza. El analista dirá que murieron por amor. De mal de amor también se muere la gente.
Romeo y Julieta es el paradigma de la “romantización” del amor, donde se confunde amor con romance, empero, el amor es superior y subsiste aún sin romance. El amor desborda cualquier tipo de situación porque el amor es la luz misma que origina el Universo, en las teorías creacionistas es el amor de Dios la razón de la existencia misma; el Big Bang fue seguramente un acto de amor como la unión de dos células con sendos caracteres masculinos y femeninos para dar paso a la vida.
Por amor se cometen los actos más insanos, como lo refiere el húngaro Paul Tabori (1908-1974) en su obra Historia de la estupidez humana (1959) en la que hace mención del caballero Ulrich Von Liechtenstein (1200-1278), quien se bate en torneos medievales por el amor de una dama, y ésta le desprecia al punto de exigirle pruebas de amor como desnarigarse, a lo que el enamorado accede sin dudarlo. El caballero Von Liechtenstein seguramente sufría por el amor de su pretendida, y en forma romántica accedía a todo pedido por descabellado que este fuera. No puede haber amor eros sin amor propio, no se puede amar al otro si antes no te amas a ti mismo.
No vale sufrir pena de amor eros por desamor, así te llames Romeo, Ulrich o Efraín. El amor eros ha de ser correspondido. La Biblia al decir que el amor todo lo puede y todo lo soporta, se refiere al Amor Universal, al amor de Abba Padre. Para tristeza de los enamorados, el amor humano está lleno de matices que pasan desde lo material hasta lo pasional, llegando incluso a niveles de espiritualidad superior. El amor para que sea bueno y bonito debe ser sano, y el amor entre la pareja para que así sea debe ser recíproco, uno que quiere más y otro que quiere mejor. No basta con el amor de uno solo. No tiene sentido sufrir por quien no te ama. Sufre por quien sí te ama. El único que encarnó el Amor Universal fue el maravilloso Jesucristo que, por amor a la humanidad padeció sufrimiento aún por quienes le despreciaron. Que el desprecio duele, sí y mucho, así el hombre esté llamado a ser como Jesucristo, pero lamentablemente no lo es.