La diestra siniestra va por el centro

Hace poco Iván Duque dijo que era un político del extremo centro. Como las encuestas muestran por estos días que la gente se alinea más con el centro que con la derecha y la izquierda, entonces, todos van para el centro, un centro de tantos matices que en Colombia parece otra polarización.

Están por un lado la centro izquierda; por el medio, el centro centro; y por el otro lado, la centro derecha, y entre los dos extremos no hay conversación posible, porque en uno están los verdes, Robledo y las autodenominadas disidencias socialdemócratas del liberalismo, de la U y de Cambio Radical; en la centro derecha, la diestra siniestra más la masa de corrupción, clientelismo e ilegalidad que conforman el grueso de la U, del Partido Liberal, de Vargas Lleras, de los Char y los conservadores; y por el centro, Fajardo.

La estrategia de la diestra siniestra de infiltrarse en el centro, es hipócrita, falsa y perversa. Así ganó Duque. Apelando a un populismo barato ahora perfilado en los puntos del referendo que pretende Uribe, más lo que digan los aliados de la corrupción. De esa conversación sale la propuesta para el 2022.

Además, la diestra siniestra pretende colarse en el centro porque el escenario internacional es adverso: Biden y Kamala tienen clara la situación de Colombia respecto al narcotráfico y la paz, con visiones muy distintas a las de Uribe y Duque. Para estos dos la estrategia es golpear al campesino con el fin de ampliar los territorios para nuevos cultivos sin atacar los laboratorios que transforman la hoja y a los que la exportan lista para el consumo. Es una cadena narcoagroindustrial cuyo círculo lo cierra el lavado de activos. La estrategia está pensada para expandir el negocio y jamás para acabarlo o reducirlo a mínimas escalas. Entonces, los Estados Unidos deben replantear sus relaciones con este patio trasero y terminar con un juego hipócrita de muchos años, “trampa” que le tendió la diestra siniestra y en la que “cayeron” los del norte, con el sofisma del “mejor amigo” contra el castrochavismo. El narcoparamilitarismo no puede ser el aliado preferido de la Casa Blanca. Estamos viendo lo que está sucediendo con las trampas al proceso de paz a través de un ex fiscal general que acaba de ser denunciado ante la Corte Penal Internacional, y que podría ser el primer colombiano, no el último, en la prisión en La Haya.

Para conservar el poder, la diestra siniestra apela a todas las formas de destrucción institucional. El problema más grave de Colombia no es el civid, es el ataque sistemático a las instituciones desde cuando Uribe fue gobernador de Antioquia en los años 1990.

La diestra siniestra dejará en 2022 un país más violento que el del 2018, más narcotraficante, nuevamente paramilitar, más ilegal, más informal, más corrupto, sin embargo, puede ganar porque hay una Colombia que se descompuso totalmente luego de cincuenta años de narcotráfico

Duque ha decidido viciados nombramientos en la fiscalía, contraloría, procuraduría, registraduría, en las altas cortes, en ministerios, embajadas, y en otras agencias del estado. Las fuerzas militares, la policía y la fiscalía carcomidas por la corrupción y por un fanatismo de diestra siniestra, más una dirigencia gremial inmediatista, sin horizonte, y funcional al declive.

La economía se podrá restablecer, la reconstrucción de la política y de la sociedad también, pero a un costo muy alto y en un tiempo mayor porque tiene que llegar al poder una nueva política para una nueva nación con una nueva generación de ciudadanos empujando un proyecto político y de desarrollo de largo alcance. Si Colombia se tomó treinta años en destruir las instituciones recién fortalecidas y/o creadas con la constitución de 1991, pero con una economía baja en productividad, competitividad e innovación, con la inequidad desbordada, la guerra desaforada, y una implacable destrucción del medio ambiente, le tomará treinta años poner en marcha un nuevo proyecto de desarrollo para luego consolidarlo en otros treinta o cuarenta. Es decir, el rescate, reestructuración y reinvención de éste país durará el resto del siglo XXI. Corea comenzó hace setenta años un proceso sostenido de transformación, aun le restan treinta para alcanzar el nivel de la Alemania actual. Polonia inició el cambio en 1990 y tres décadas después su nivel de desarrollo no llega a la mitad de lo que es hoy Corea. A Chile le tomó treinta años cambiar la Constitución de Pinochet.

Algunos dicen que en Colombia se han hecho muchas cosas buenas que los críticos no reconocen. Posiblemente tengan una mínima razón, sin embargo, se ha hecho menos y a veces mucho menos que otros países comparables. Cosas buenas es lo que debe hacer todo gobierno, y excepcionales son los que transforman una nación, de lo cual muy poco ha tenido Colombia: López Pumarejo y Lleras Restrepo, en periodos muy cortos, porque los que vinieron después no continuaron los procesos o deliberadamente los destruyeron como aconteció con Pastrana que por envidia se dedicó a acabar con lo iniciado por Lleras. Entonces, lo que se haga más o menos bien en infraestructura, en el manejo macroeconómico, y en políticas sociales, es lo mínimo que se debe hacer. Salvo la violencia, Colombia no ha hecho nada excepcional.

Si no se acepta que es un país de desempeños eternamente medianos, y le echa la culpa a la violencia prohijada por la misma gente que lo maneja y abusa desde hace siglos, jamás van a ocurrir profundos cambios en las políticas de desarrollo, en la política, y en las instituciones.

La diestra siniestra es funcional a la decadencia de este país. Por lo tanto, el centro y el centro izquierda son responsables de acordar un proceso de cambio que la neutralice y la derrote para siempre porque lleva setenta y seis años acabando vidas y los sueños de millones de personas. Todo comenzó con Laureano Gómez, artífice de la primera violencia que en doce años dejó trescientos mil muertos; siguió Guillermo León Valencia (abuelo de la Paloma de Uribe), qué motivado por Álvaro Gómez Hurtado (hijo de Laureano), bombardearon una autodefensa campesina de sesenta y tres guerrilleros liberales a quienes no les quisieron dar una reserva para desmovilizarse. De esa estupidez resultaron las FARC y así fue como se desató el segundo ciclo de violencia a la cual se sumó Uribe tres décadas después, para dejar otros trescientos mil muertos. Pero esa dirigencia también es culpable del nacimiento del M19, porque le robaron las elecciones a la Anapo, cuyo líder era Rojas Pinilla. El EME pasó sin pena ni gloria pero dejó mucho dolor con el delirante asalto al Palacio de Justicia, cuya tragedia derivó en el mal sistema de justicia que ahora se tiene, puesto que la respuesta del gobierno fue inhumana y devastadora, y luego más magistrados fueron asesinados. Colombia espera el documento que Belisario dijo que dejaría, en cual está consignada su versión de lo sucedido en la Casa de Nariño el 6 y el 7 de noviembre de 1985. Ese documento sería la respuesta al conmovedor libro de Helena Urán Bidegain, cuyo padre, magistrado, fue asesinado por el ejército una vez fue rescatado de las ruinas del Palacio de Justicia, después del último combate. La diestra siniestra de Colombia carga con el peso de la violencia, atraso, injusticia, inequidad, y de un feudalismo depredador, extractivista y violento.

De esta manera, la centro izquierda y Fajardo deben acordar en su momento una alianza, cuya construcción programática debe darse en el 2021 para llegar unidos a las elecciones de marzo de 2022, porque se necesita armar una bancada de congresistas independientes y alternativos que por primera vez sean mayoría.

La investigación administrativa de Hidroituango tiene carácter fiscal y también político, porque busca sacar a Fajardo de la carrera por la presidencia. La crisis originada con la construcción de la represa se originó en un contrato amarrado entre EPM y el GEA (grupo empresarial antioqueño), cuando el gobernador era Luis Alfredo Ramos, contrato al cual “nadie” accede y que corresponde a la parte técnica y de construcción de la obra, que es donde está el problema.

Ahora bien, mal Petro que salió a trinar contra Fajardo, como si la Contraloría ya lo hubiera condenado cuando se trata de una diligencia preliminar de indagación por eventuales problemas administrativos. Entonces, al centro lo golpean la diestra siniestra y la izquierda, porque sin Fajardo quedarían otra vez el que diga Uribe vs Petro. Un estúpido 2018 que se repetiría en un bárbaro 2022, como si nada hubiera ocurrido en estos desastrosos cuatro años que aun no terminan. De llegar a esa situación no dudaría en acompañar a Margarita Rosa de Francisco a votar por el zurdo social demócrata puesto que Colombia no aguanta más diestra siniestra.

@acostajaime