Marta Lucía en su laberinto

Oscar-sevillano-miniatura Es muy cierto que uno no tiene por qué cargar con las culpas de sus familiares y que no se nos puede juzgar por los pecados o delitos que ellos cometan y mucho menos criticarnos, porque en algún momento se les prestó alguna ayuda mientras estuvieron en la cárcel. Es lo más lógico en estos casos.

El problema está en que cuando se es un funcionario de Estado, que ha manejado cargos tan importantes y delicados como los que hasta el momento ha ocupado Marta Lucía Ramírez y de paso se ha tenido aspiraciones presidenciales, no se puede ocultar a todo un país, que se tuvo a un familiar preso en los Estados Unidos por acusación de tráfico de drogas y reclutamiento de mulas, mucho menos teniendo en cuenta que este no es un simple delito y que hace parte de la cadena del crimen organizado que el Estado debe combatir.

Si el hermano de Marta Lucía Ramírez estaba involucrado en esos temas, quiere decir que integró una red de narcotráfico, que además se dedicaba a reclutar personas para sacar la droga ilegal a otros países y la vicepresidenta no debió ocultarlo, mucho menos a quienes que la eligieron para que fuera la número dos en el Gobierno de Iván Duque.

Marta Lucía siempre se ha jactado de ser una persona honorable y puede que lo sea, el problema es que no se puede levantar el dedo acusador sobre algunos, porque se les considera indignos para ocupar un cargo en el Estado, cuando en primer lugar la persona que prometió estar a su lado hasta que la muerte los separe, hizo negocios en el sector de la construcción con un personaje que acabó siendo narcotraficante. La pregunta aquí es: ¿esta sociedad del esposo de la vicepresidenta, hizo parte de una operación de lavado de activos?, ¿lo sabía Álvaro Uribe?, ¿se lo confesó al presidente Iván Duque?, si fue así, ¿Por qué presidente y expresidente decidieron callar?

En lo que respecta a su hermano, tampoco era posible quedarse callada, mucho menos cuando insistentemente le ha pedido a las FARC, confesar los nombres de quienes integraban la cadena de narcotráfico de la que hicieron parte, ¿le hizo la misma exigencia a Bernardo Ramírez antes de pagar la fianza de 150 mil dólares en los Estados Unidos?

Para ese momento Marta Lucía ocupaba la cartera de Comercio Exterior, lo que significa que de una u otra manera tenía que relacionarse con las embajadas, especialmente la de Estados Unidos, país con el que Andrés Pastrana, presidente en ese entonces tenía un especial interés, porque buscaba su ayuda para la lucha contra el narcotráfico a través del Plan Colombia, ¿Cómo hizo la vicepresidenta para manejar este asunto sin que nadie lo notara?

Puede ser que la hoja de vida de Marta Lucía continúe siendo intachable, el problema es que si le resta autoridad moral para continuar haciendo señalamientos y mantener el dedo acusador sobre otros, así le sobren razones. Ojalá que lo entienda la vicepresidenta, mientras sale de su laberinto.

@sevillanoscar


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