Esta semana se conoció en Tierralta, Córdoba la historia de unos hombres armados intimidando a los pobladores en la vereda Bocas del Manso, los cuales en principio se dijo que eran disidencias de las FARC y que estaban cometiendo actos violentos contra la población civil. Sin embargo, horas más tardes se pudo comprobar que dichos sujetos no pertenecían al grupo subversivo.
Y el hecho, repudiable sea cual sea su naturaleza, genera una alerta sobre la forma en la que se hacen montajes para deslegitimar procesos y búsquedas para cesar el conflicto y avanzar hacia la paz. Pero, además, es un recordatorio de lo que ha sido parte de nuestra historia y de la forma en que se repiten las tragedias en el país.
Lo sucedido trajo a la memoria los hechos de 2022, en Alto Remanso cuando en un bazar, el terror se apodero de los lugareños y fueron asesinadas varias personas, por militares que se hicieron pasar por la columna Carolina Ramírez, de las disidencias de las Farc, organización ilegal que delinque en la zona y atentaron contra la población civil, el mismo modus operandi de los hechos recientes.
De esta ocasión, aplaudo la rápida reacción de las Fuerzas Militares por establecer los hechos y separar de sus cargos a los diez militares implicados en el caso y que tenían mes y medio de haberse capacitado en derechos humanos, pero que claramente aún no están en la sintonía de la vida como mandato transversal a todas las actuaciones.
Este país tan marcado por hechos de violencia y con conflictos tan profundamente arraigados merece darse la oportunidad de hacer las cosas diferente y aunque los montajes estén arraigados para justificar la violencia, seguir intentando cambiar el paradigma, hacer la paz y dejar de derramar sangre de nuestros compatriotas.
Nuestro compromiso es con hacer de Colombia una potencia mundial de la vida y trabajaremos sin descanso por ese propósito.