En la existencia nada es dinámico, el sentido de existir es el cambio, el movimiento. Sin cambios y movimientos la vida se estancaría. El individuo tiene sus propias preocupaciones e intereses según los tiempos que le ha correspondido vivir. Para el homo faber de la primera revolución industrial, la máquina suscitaba sensibilidades al ser vista como rival y no como medio de rendimiento productivo. Cada época proporciona sus formas de otear el mundo y su entorno. Las generaciones de hoy tienen también sus propias formas de aproximarse al mundo; la máquina dejó de ser un enemigo para verse como una oportunidad de interacción, el metaverso parece que brindará la realización de aspiraciones personales que el mundo real no permite. Las nuevas sensibilidades aparejan una forma diferente de ver el mundo, una forma con tintes de rencor contra el pasado, como como si todo lo anterior fuese inválido, caduco, inconveniente y tóxico.
El humano del Siglo XXI dista bastante del humano del Siglo XX. En la segunda mitad del Siglo XX la preocupación de la existencia humana era la condición humana incluyente y reconocedora de derechos bajo el esquema de la Guerra Fría. El humano del Siglo XXI sabe que ya existen esos derechos, simplemente quiere apropiarlos para sí mismo. Ya no se trata de ser titular de derechos, se trata de ser diferente y de ser reconocido como diferente lo que se condiciona con las nuevas sensibilidades. Aceptar que todo vale y de contera, toda forma de expresión que vaya contra lo tradicional es lo mejor y válido. Las nuevas sensibilidades invalidan pensar conservadoramente. No puede permitirse el miedo razonable a ignorar si lo que viene es mejor de lo que hay.
La decisión de la Corte Constitucional sobre la despenalización del aborto hasta la semana vigésima cuarta de gestación es reflejo fidedigno de nuevas sensibilidades. Más allá del debate ético y jurídico sobre la vida del nasciturus, se debería discutir esa nueva sensibilidad frente a conceptos como maternidad y paternidad, al pretenso derecho fundamental al aborto, al que el Gobierno del presidente Macron en Francia pretende dar reconocimiento. Las nuevas sensibilidades dejaron de reaccionar frente al antiguo prohibicionismo e inexistencia de derechos para extrapolar que todo es derecho y para todo corresponde un derecho fundamental. Las nuevas sensibilidades no aceptan prohibiciones porque todo es un derecho; según esas nuevas sensibilidades, otorgar derechos no resulta nocivo, lo nocivo es prohibirlos.
Son tiempos difíciles para ejercer la libertad de expresión, de opinión y de conciencia. Las nuevas sensibilidades sólo admiten la libertad expresión, de opinión y de conciencia bajo el esquema de decir lo políticamente correcto y adecuado. El eufemismo se volvió una regla de expresión. En los foros académicos es preferible decir lo que todos quieren escuchar. No se puede ser disonante para con las nuevas sensibilidades, ser sensible implica tener que acatar ciegamente la voz de las nuevas sensibilidades. Lo diferente siempre será válido siempre y cuando se acople a lo que las nuevas sensibilidades acojan como adecuado y correcto.
Pensar tradicionalmente no es bien visto. Los tiempos de hoy no son tiempos para conservar, sino para innovar. Todo lo nuevo es bueno por el simple hecho de ser nuevo, como si el pasado no tuviese valor alguno. Hasta la historia se reescribe y reinterpreta. Las nuevas sensibilidades conllevan intolerancia, la intolerancia misma que tanto repelen y detestan. Sólo se puede ser diferente si es bajo el estilo de las nuevas sensibilidades. ¡Es paradójico! las nuevas sensibilidades piensan pronatura, pero actúan contranatura. Al parecer, la contradicción en la condición humana es directamente proporcional a la cuenta de las centurias de la especie humana.