Hace un año por estas fechas mi Pastor de Brie me convertía en criadora. Diez cachorros vinieron al mundo, ocho de ellos disfrutan hoy de la vida en sus nuevas familias.
Hasta llegar ahí la que sufrió los desvelos propios de criar ocho animales hermosos, en compañía de su madre, y haber buscado (tal vez esta sea la peor parte) familias buenas para cada uno de ellos es la que cada semana les escribe. Ni se imaginan el estrés que supone encontrar familia para cada criatura, y el desvelo de preocupaciones que es criar animales de compañía, lo trabajoso que es mantener la higiene de todo, vigilar la alimentación de los perritos, vacunar, desparasitar, plantear la logística del traslado al veterinario, pagar las facturas… ese trabajo y esa dedicación no están pagados. En realidad, casi nada lo está.
Yo que he descubierto de forma tardía mi amor al campo, vivo la crisis que sufre debido fundamentalmente a las políticas que Bruselas, quiere imponer bajo la bandera del ecologismo, del planeta limpio, de la tiranía de lo ecológico. ¡Qué pesados!
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Amor al campo
Las redes están llenas de jóvenes agricultores y ganaderos a los que admiro profundamente, porque pertenecen a esa generación de hombres y mujeres jóvenes que quieren mantener las tradiciones de sus tierras, las razas de sus animales, las semillas de sus ancestros, y se desviven cada día sembrando, criando, arando, limpiando, vacunando, protegiendo sus árboles, podando sus ramas, vigilando esas plagas que pueden echar a perder el trabajo de meses, rezando para que llueva en su justa medida, todo en exceso es malo, vacunando contra la lengua azul y haciendo pruebas de tuberculosis a sus ganados.
Si hay alguien que sabe de clima, de aprovechamiento de los recursos naturales y de vida al aire libre es la gente en el campo, que no da nada por perdido porque lo aprovechan todo.
Llora el campo
Curiosamente este sector de producción, el primario, es el más apaleado por la religión del cambio climático. Los acólitos y temerosos del calentamiento global exprimen a agricultores y ganaderos de Europa entera haciéndoles cumplir requisitos de medio ambiente que hace que no sólo suban los costes de producción, si no que dejan en clara desventaja a los productos europeos del sector primario frente a los productos procedentes de países terceros.
No es únicamente España la que lo sufre, amigos ganaderos de explotaciones intensivas en Holanda también sufren esta sinrazón. Su talón de Aquiles momentánea, la reducción de nitrógeno. Uno de ellos me contaba que casi cada 15 días la desesperación por no poder pagar los gastos, por tener que reducir cabezas de ganado lleva a algún ganadero neerlandés a la desesperación y el suicidio. Y a nadie le importa. Bueno, el único que asume su fracaso es el ministro de Agricultura y Pesca, Henk Staghouwer de Países Bajos, que tras no lograr nada en las negociaciones presentó su dimisión a finales del año pasado. Francia y Alemania no se quedan atrás, hace años llenaron el campo alemán de cruces verdes y hoy se ven obligados a boicotear productos porque sus producciones son caras y si no, no tienen salida.
Toda Europa sufre esta muerte lenta en pro del Pacto Verde Europeo, ese que persigue una región climáticamente neutra, ecológica, justa y social, a través de la transformación social y la economía, ¿Cómo? Limitando las emisiones, rehabilitando ecosistemas, reforestando, bajando es uso de pesticidas, obligando a la reducción de los niveles de nitrógeno y metano para conseguir la neutralidad en 2050 y en 2030 la reducción a la mitad de los gases de efecto invernadero.
De la utopía no se come
Una de las grandes estrategias que Bruselas ha puesto en marcha es De la Granja a la Mesa, una iniciativa para apoyar la producción sostenible promoviendo el consumo de alimentos y dietas saludables. La idea es magnífica. Yo me atrevería a decir que es ideal y perfecta, si no fuera porque toda la presión se ejerce sobre la producción europea y no hay control sobre la producción exterior. Así que nuestros productores quedan sometidos al yugo de la burocracia, los límites y la locura mientras que a los mercados llegan productos que no han pasado ni por asomo un control de calidad, ni han crecido en un entorno tan climáticamente favorable para el planeta.
¿No sería mejor y más justo ayudar a otros países a que ellos innovaran su sector primario de tal manera que sus productos fueran competitivos y eco saludables en nuestro querida Europa verde? No sé si se lo habrán planteado o están en ello, pero deberían presionar allí donde los glifosatos, aún se usan, por ejemplo.
El resultado es que los productos europeos son más caros y los de fuera, baratos (incluso atravesando mares y océanos), y los bolsillos de los consumidores que cada vez son más estrechos (por la guerra, la inflación…) prefieren la mayoría de las veces el producto barato.
En un momento de incertidumbre general, Ucrania, el granero de Europa, arde bajo las bombas que lanzan drones, y la inflación ahoga a consumidores y productores a partes iguales, los nuevos objetivos del clima parecen dogmas para fastidiar en lugar de medidas para mejorar. ¿De verdad hay que ser tan climáticamente neutros en este momento? Me gustaría saber dónde quedó la gestión que facilita y mejora la vida de los ciudadanos, de todos.
Fondos para innovar o para vivir
Uno podría pensar que al menos los ganaderos y agricultores cuentan con las ayudas de la Política Agraria Común, la PAC, podrían pensar ustedes, y sí, gracias a esas ayudas en muchos casos sale neutro en la ecuación: lo comido por lo servido. Si bien, sus más de 40 horas semanales de trabajo no están remuneradas, al menos sus campos, sus ganados, sus tierras siguen dando frutos que nos alimentan a todos. Pero después de cubrir costes no quedan recursos para innovar y mejorar las explotaciones, y hay proyectos interesantísimos para fijar el nitrógeno al suelo plantando leguminosas en ciertos lugares y beneficiar así el aire que respiramos, pero los fondos no dan para implementarlos a gran escala, ni se sabe si funcionaría en todas las áreas, porque todas estas exigencias llegan desde despachos donde no se ha recogido jamás un huevo en el corral, piden y exigen niveles de medición delirantes y los fondos europeos, la PAC representa el 33,1% del presupuesto de la Unión, unos 55.710 millones de euros en 2021.
¿Sabían que España es el país que según el informe del Tribunal de Cuentas Europeo peor ha ejecutado los fondos de la PAC? Queridos gestores manchegos, paisanos de mis ancestros, ustedes han sido los peores gestores. Bravo.
Dicen que el sector primario muere en Europa, yo espero no sea así, porque la variedad, la calidad y el esfuerzo que se pone en mejorar y continuar con las tradiciones es inmensa. Espero que pase esta fiebre absurda de tanto control asfixiante y que se ponga la presión en los productos que llegan y compiten con los nuestros. Que se pueda controlar la fauna salvaje que atemoriza a los ganaderos y que hace que en ocasiones se sacrifiquen crías que estaban sanas, ¡con lo que cuesta criar! Sobre todo espero que escuchen al sector primario que son los observan, cuidan, mejoran y mantienen la tradición y protegen con su actividad el entorno y el medio ambiente.