Protestas por pico y placa: la paradoja

La administración de Bogotá anunció que iba a cambiar las restricciones de pico y placa en forma tal que la secuencia acostumbrada de alternancia de pares e impares se variaría, dejando con los crespos hechos a quienes compraron un vehículo adicional para no sufrir los efectos de la medida. Estos “damnificados” están ahora protestando para que no se cambie nada, azuzando a su grupo con el argumento que los de las motos y de los taxis cuando se ponen bravos logran arrodillar a los gobernantes.

Esto implica una paradoja enorme, que vamos a explicar.

Desde 1998 cuando se anunció que se copiaría la medida de pico y placa de otras ciudades como México, para mitigar la congestión (el trancón, como le decimos comúnmente), se advirtió que la medida estimularía la compra de otro vehículo por parte de quienes sí podrían hacerlo, y que normalmente ese vehículo sería más viejo y por este detalle, más contaminador. Es decir, una medida más regresiva aún que el mismo tráfico inicial en el cual el 93% del espacio urbano dedicado a los carros lo usan no más del 15% de la población (lo cual es una barbaridad, ya considerada anacrónica en la nueva concepción de ciudades verdes con gran bienestar para sus ciudadanos) porque sólo las clases más pudientes podrían hacerlo y además, de dudosa eficiencia. Eso sí, produce algunos sectores felices como el de los vendedores de autos usados, pero también el de los importadores y todos los de la cadena de repuestos y mantenimiento, y por supuesto, los vendedores de gasolina.

La historia lo ha demostrado bien. La congestión no ha bajado, salvo los primeros días de aquella implantación. Ya se sabía, dicen los expertos. Lo que no dicen es que la congestión no se puede arreglar. Se puede gestionar (ver Gestión de la Congestión)  y mejorar sus efectos parcialmente, pero para solucionarla hay que bajar drásticamente el uso del carro particular. No hay remedio.

Quienes vociferan que los impuestos de la ciudad no se han visto reflejados en el aumento de la infraestructura, mas calles para transitar, pensando que es la causa del problema, no saben que ya se conoce en el mundo que a más infraestructura más vehículos, porque el efecto inicial induce a las personas a usar más su carro con la ilusión de que ahora sí podrá disfrutar de más comodidad en sus viajes dentro de la ciudad, hasta que la nueva capacidad se vuelve a colmatar, obteniendo al poco tiempo un peor resultado que al inicio. Ya ha pasado en las demás ciudades. Pero además, al presentar el argumento como que sólo los que tienen carro son los que pagan los impuestos, lo que solo es cierto en una pequeña proporción, se recurre a una falacia. Intentando confundir (ver video circulando en las redes).

No les falta razón a quienes objetan la medida reina para bajar la congestión, el uso del transporte masivo, que los viajes se hagan en bus y no en carro particular, puesto que su nivel de servicio es malo. Se volvió malo y se sigue deteriorando. Ya no solo por el hacinamiento en buses y estaciones en horas pico, sino por la inseguridad, el abuso a las mujeres y la dejadez que en muchos casos se le nota al sistema. En parte debido a las protestas contra el gobierno anterior que se manifestaron destruyendo uno de sus mayores activos sociales y ahora por la evasión generalizada, que según el mismo Transmilenio llega al 30% (se sabe que en algunas estaciones sobre pasa el 50%) que no solo induce a una crisis financiara del sistema sino que ahonda la crisis moral de la ciudadanía. ¡Gravísimo! (ver La sociedad descompuesta). La administración de la ciudad debe prioritariamente rescatar al sistema.

No solo más transporte público (Transmilenio) es lo que baja el uso de los vehículos particulares. Es otro de los “argumentos” de la guerra que quieren plantear los “damnificados” con el cambio de reglas en el pico y placa, dicen que la administración lo único que busca es volver a llenar los buses del sistema troncal. Desde el trabajo en casa o híbrido, vivir cerca al trabajo para realizar viajes a pie, o el uso de la bicicleta y la patineta, hasta medidas más sofisticadas como otorgar beneficios en los impuestos municipales a aquellas empresas cuyos empleados vivan a “distancia de caminada” son parte de las medidas más racionales en que las administraciones han debido embarcarse para realmente aminorar la causa del problema estableciendo estímulos significativos para inducir estos cambios. Ciudades de 15 minutos y Movilidad sostenible se le bautiza ahora en el mundo a todo esto.

Y hay mas estrategias para reducir la congestión en las horas pico, que tienen que ver con el desplazamiento del pico a franjas horarias más amplias, para lo cual las administraciones han debido estimular masivamente los horarios diferenciales de entrada y salida de los empleados en las empresas. O incluso, haberlo reglamentado. Los efectos de estas medidas son extraordinarios porque multiplican la infraestructura existente sin invertir un solo peso. Solo gestión. De paso, no solo sirve para reducir la congestión, que resulta siendo lo de menos en cuanto a bienestar de la población: mejora ampliamente el nivel de servicio de los usuarios del transporte masivo, que ese sí es el grueso.

Tampoco ayuda que la ciudad está en obra por todas partes, y que aquí las obras no solo duran mucho sino que son desordenadas e intervienen extensas zonas desde el día uno hasta el día final del contrato, causando más congestión que la que debieran. No ha habido forma en que hagan las obras por tramos, con trabajos concentrados y atendidas masivamente, incluso con horarios extendidos liderando que los vecinos comprendan que es mejor para ellos, y para toda la ciudad, unas incomodidades rápidas y no una supuesta menor incomodidad pero por mucho más tiempo.

Lo cierto es que por lo que protestan los “damnificados” es por el problema que ellos mismos han agrandado puesto que son los que más impactan a la congestión de la ciudad y de paso, han demostrado ser los peores ciudadanos de todos, con ninguna conciencia colectiva. Una paradoja.

La rotación del pico y placa y los cambios de reglas han debido establecerse desde el principio, porque precisamente se trataba de sacar vehículos particulares de las calles y no dejar una forma de que los mismos viajes se hicieran en otros segundos carros comprados por aquellos que pudieran hacerlo. Pero torpemente las cinco administraciones anteriores no lo hicieron.

Pero hay otra paradoja. Que estas personas con mayores recursos y supuestamente mayor escolaridad inviten a su grupo a tener los peores comportamientos ciudadanos, como los de los taxistas y los de las motos, que portándose mal, lograron beneficios por el miedo que infunden a los gobernantes de turno.

Y una mayor paradoja aún. Protesta o no, cambio de reglas o no, la congestión no se solucionará. Tendremos los trancones terribles de siempre hasta cuando los gobernantes logren liderar medidas como las mencionadas. Tampoco a la vista, puesto que el liderazgo, si lo hay, se ve saboteado por la polarización política en un verdadero frenesí de estupidez colectiva. El subdesarrollo en su esplendor.

Rafael Fonseca Zarate

* @refonsecaz