Hace pocos días anunció Piedad Córdoba su retiro de la actividad política. Y esa resolución tan personal produjo reacciones en este país, acostumbrados casi todos sus habitantes a discutir las decisiones de los demás, es decir, a meterse en la voluntad de los demás. Para la muestra miles de botones, desde que así lo anunció. Unos muy felices porque se va, otros muy tristes porque todavía no se había ido y otros, como yo, incrédulos, por su aviso.
Su aviso se produce días antes de regresar el Congreso de la República a sesionar la mitad de lo que le falta al período constitucional, Congreso que la tuvo entre sus grandes figuras nacionales de todos los tiempos, Congreso que extraña los debates donde templaba sus nervios y sus pantalones.
Allí estuvo en la comisión Segunda de Relaciones Internacionales y Defensa Nacional, Comisiones Tercera de Asuntos económicos, Quinta de Minas y Energía y Séptima sobre el trabajo y además Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado y de la Comisión de Paz. Impulsó proyectos en beneficio de las madres comunitarias, mujeres cabeza de hogar, comunidad afrocolombiana, gays, lesbianas, bisexuales y transgéneros; en contra de la violencia intrafamiliar y la corrupción.
Al retirarse de allí por orden del C.N.Electoral, el diario El Tiempo escribió que “No compartimos las ideas de la destronada congresista, pero reconocemos que cumplió una firme labor fiscalizadora y su ausencia priva al Congreso de una voz independiente y valerosa”.
Hoy los congresistas no hacen debates que le interesen y le sirvan al país nacional; hoy allí simplemente se hacen negocios de infraestructura, de salud, de medicamentos, de alimentos, de fincas, negocios eligiendo Contralor, Procurador, Fiscal y negocios de reelecciones. Las superintendencias deberían tener sucursales allí para legalizarlos de una vez.
Conozco a Piedad Córdoba hace algunos años, no pocos, soy amigo personal sin frecuentarla mucho; ha tenido como política de vida servir y favorecer a los demás, pelea todo el tiempo contra la injusticia sin importarle el origen; he conocido su trabajo electoral con resultados altamente favorables en los votos que la gente hace por ella y favorables también en el amor que logró sembrar entre sus amigos, electores y seguidores. Su desbordado e incomprendido amor por Colombia le ha cosechado muchos detractores y muy pocos amigos, pero con la diferencia que sus amigos la conocen y la entienden y casi todos sus detractores no la conocen y por eso no la entienden; ahh, pero lo que le vale.
Me declaré incrédulo ante la noticia de su retiro de la actividad política. La política es un virus que se le mete a las personas – para saber en qué momento por Dios -, sin vacuna hasta ahora probada e inventada, que tiene por ventaja dar soluciones, ideas, recursos, trabajos, esfuerzos, corazón y vida si es el caso, para lograr satisfacer una idea llamada “el bien común”.
El bien común no es precisamente la satisfacción de todas las necesidades. Ojalá. Lograr entregar una satisfacción general en una comunidad, produce una insatisfacción general en los rivales o contertulios enemigos. Contra esos hay que pelear. No está probado pues que hacer el bien, termine bien. Pero en política esa es la pelea; tomar las decisiones para el bien común, (J.Domínguez).
Y nos viene Piedad Córdoba a decirnos que se retira de la actividad política, lo que no es posible creerle. Si renuncia a ser candidata a un concejo, a un senado, a una asamblea, a una presidencia o que renuncia a un ministerio, le creo. Pero a la actividad política no lo podrá hacer porque en sus genes está pendiente de todo lo absurdo que ocurre en este país que es mucho y tampoco creo que deje de opinar. Le hace falta.
No he dicho que me alegra su decisión, tampoco me entristece porque como han leído, no la discuto porque no la creo. Pero guste o no, hay que escucharla.
Yo podría decir que los conflictos con Venezuela no pasaron de ser más que alegatos precisamente por su intervención. Chávez y Maduro demostraron estar lo suficientemente impreparados para gobernar y que lo mejor que habrían hecho para distraer a los venezolanos era una guerra loca contra Colombia.
Y en Colombia todos los días la afiliaron con los guerrilleros, precisamente porque muchas veces logró que estos dieran muestras, muy pequeñas por cierto, pero al fin y al cabo muestras liberando secuestrados e impulsando terminar una guerra infame e inútil donde perdieron todos los colombianos.
Ya la oyen ustedes que después de avisar su retiro, invita a Petro y a Uribe a que se retiren de la actividad política. Esa es precisamente Piedad Córdoba, una mujer opinando lo que ella cree lo mejor para Colombia, así le discutan sus palabras.
Las figuras no se retiran. Desaparecen por tiempos y empiezan a ser extrañadas. Ya escucharemos las voces de los adversarios políticos, viviendo en paz política o en el unanimismo, diciendo que “era mejor contra Piedad”, para significar la necesidad de escucharla de nuevo para combatirle a ella sus ideas o proyectos.
Por mi parte, quisiera creerle su decisión de retirarse de la política, pero mis pensamientos nuevamente me ponen felizmente en desacuerdo con su anunciado retiro.
Jota Domínguez Giraldo