De las declaraciones de Dussán y Petro quedaron dos cosas claras. Que Dussán quiere usar plata de pensiones para respaldar el disparate de Petro de hacer un tren eléctrico y elevado de 1.200 kilómetros entre Buenaventura y Barranquilla –que cuesta 650 billones de pesos, más que el presupuesto nacional– y que Petro busca gastar plata de los fondos privados de pensiones para reducir el déficit fiscal y promover más asistencialismo, de una parte, y de la otra, hacer “inversión en infraestructura”, que puede incluir este tren que no descartó en ese momento y que él y su gente siguen defendiendo.
Y el día de los Inocentes –pero no como un chiste–, en un trino, Petro le anunció a Juan Camilo Restrepo que había interesados en hacer estudios sobre un tren que no necesita analizarse en detalle para saberse que es inviable. No faltan los aviones.
Antes de analizar ese tren imposible, un comentario sobre las pensiones. Lo sensato con los aportes de los trabajadores es acumularlos y prestarlos con los mejores rendimientos, para que estén disponibles a la hora de pensionarlos. Porque si se gastan o se invierten mal y se pierden, como ya ocurrió años atrás en Colombia, le toca al Estado reponerlos, hecho que explica su aporte de 12 billones de pesos a los pagos de Colpensiones en 2022.
A la espera de que Petro detalle qué hará con la plata de los fondos privados de pensiones, comentaré su demagogia ferroviaria, tan incumplible como efectiva electoralmente, tanto, que tiene 214 mil vistas el video con el que tramó a la gente de Buenaventura, Barranquilla y el Caribe (citas: https://wp.me/a99Bcq-3Sq).
No hay que dudar que los trenes de carga o pasajeros, incluidos los metros, son un excelente e insustituible medio de transporte. Es más: son característicos de los países desarrollados, al igual que su ausencia en Colombia –salvo los dos trenes de dos trasnacionales del carbón– demuestra el subdesarrollo nacional. Pero estas verdades no significan que puedan emplearse en cualquier parte.
Porque como los trenes son por definición para transporte pesado y de alto costo, no deben construirse si no hay numerosos pasajeros y grandes cargas. Solo a alguien muy bobo o muy vivo se le ocurriría proponer un tren dentro de una población de apenas 50 mil habitantes o para conectar dos pequeños poblados.
El tren Buenaventura-Barranquilla y el Caribe no solo es inviable por los 650 billones de pesos de su costo, seis veces lo que cuestan las vías 4 y 5G y 60 veces el presupuesto del ministerio de Transporte, sino porque, según la charlatanería de Petro, sería para competirle al canal de Panamá, ocurrencia que no resiste análisis. Porque es bastante más barato el transporte por mar que por ferrocarril y el canal de Panamá mide apenas 80 kilómetros contra los 1.200 Buenaventura-Barranquilla.
Por eso a ese tren lo descartó Juan Martín Caicedo, de la Cámara de la infraestructura, y, por su impacto, la ministra de Ambiente puso en duda de que pasara el Acuerdo de Escazú. Y así lo evaluó el candidato presidencial y hoy ministro Alejandro Gaviria: “Gustavo, no más carreta (…) No más demagogia y propuestas que no se pueden cumplir (…) Respetemos la inteligencia de los colombianos”.
Que según Petro ya algunos –vivos, a mi juicio– hayan ofrecido hacer los estudios del tren, no autoriza a contratarlos. Porque sería tanto como que la alcaldía de Bogotá pagara un estudio sobre la viabilidad económica de un edificio de apartamentos de mil pisos de altura, contrato tan falso que tendrían que castigarlo las autoridades. Que tome nota el Contralor General de la República.
Jorge Enrique Robledo