Políticos indeseables
El 20 de julio en el Congreso de la República se vivieron las peores expresiones de la clase política. El cínico Presidente repitió durante una hora las mismas mentiras con las que engaña a Colombia y al mundo, mientras de pie lo aplaudían los senadores de Uribe y de los partidos de la corrupción que por aplaudir probablemente cobrarán un cheque en blanco del Ministerio de Hacienda para las elecciones de marzo del 2022. Duque, déspota sin talante de estadista terminó de hablar y se fue sin escuchar a la oposición.
Minutos después la vergüenza vino de la Colombia Humana que había negociado con el uribismo apoyar a Juan Diego Gómez para la presidencia del Senado si ellos votaban después a favor de Gustavo Bolívar para la segunda vicepresidencia. Sin embargo, el uribismo los traicionó y votó en blanco, los de Petro se fueron del recinto, entonces, el Partido Verde puso candidato, logró los votos necesarios y se quedó con el premio de consolación.
Lo cierto es que el centro y la izquierda están más divididos que matrimonio de infieles, y abrazan al uribismo como amantes perdidos. Esa ala arribista de la Alianza Verde, que le hizo la judía a la Colombia Humana, es igual a los partidos de los cuales supuestamente se diferencia. Los verdes suelen dar bandazos impredecibles y desafortunados. Si llegan con esas ideas a la Coalición de la Esperanza, serán un caballo de Troya.
De seguir así, Colombia camina a otra debacle electoral a favor de las bandolas del clientelismo, narcotráfico y corrupción. El alineamiento hacia la derecha es propio de un país históricamente ultraconservador que araña una que otra idea liberal para crear la imagen de una democracia moderna que disfraza el terror que entraña.
El centro y la izquierda le apuestan a la desgracia de Uribe, por eso no conversan ni hablan de unión, porque creen que cada uno por su lado llegarán a la segunda vuelta a disputarse la presidencia lo cual es una jugada temeraria. Si bien los que han gobernado a Colombia viven una crisis tremenda, también es cierto que tienen el control del estado, la plata del narcotráfico y la chequera del Ministerio de Hacienda. Como son cínicos, pueden inventarse que alimentar con mermelada a los políticos y a los pobres sería una medida contra cíclica para reactivar la economía. Así llegarían a la segunda vuelta.
A veces pienso que el centro es la derecha, que la izquierda es la izquierda, y que el centro siniestro es el Centro Democrático y sus aliados, que desde la gradería ven como en la arena se destruyen aquellos. Es el efecto del fascismo colombiano que martilla tanto con sus ideas que se introducen como virus en el cerebro de la gente, mientras el verdadero centro y la izquierda llevan años agraviándose favoreciendo al Uribe fascismo.
La Coalición de la Esperanza no estuvo en los sucesos del martes de la vergüenza. Si conservan cierto talente, afirman el carácter, afinan ideas innovadoras para iniciar una senda de transformaciones de largo plazo, triunfará si sabe conquistar a los jóvenes, como lo viene haciendo el Pacto Histórico que en los últimos días ha captado nuevos líderes salidos de la protesta social. No olvidar que los vulnerables de Colombia son el 90% de la población, que al 42% les ha fallado el Estado, y que a un 15% les han quitado toda esperanza y trato humano. En estos números está el 50% de abstencionistas que desde el 21N del 2019 salen a las calles. Triunfará la unión política que capte esta ciudadanía.
El Comité Nacional del Paro juega sucio
Hace un mes largo se rompieron las negociaciones con el gobierno. Sus voceros dijeron que convertirían los puntos del pliego de emergencia en proyectos de ley que entregarían al Congreso de la República el 20 de julio. También dijeron que los textos los trabajarían con estudiantes, profesores, profesionales independientes y otros actores, mientras tanto las marchas cesarían. Los jóvenes les creyeron. Pasaron los días, nunca se conocieron esas iniciativas, el 20 de julio el Comité hizo un concierto con Aterciopelados a escasas cuatro cuadras del Capitolio, pero no salió ninguna delegación a entregar los proyectos de ley al Congreso. Días antes el gobierno había negociado con los sindicatos el ajuste de los salarios del sector público. Queda planteada una duda ética.
El Comité hizo mal varias cosas: quitaron contenido a las movilizaciones del 20 de julio; dejaron a los jóvenes sin banderas para las movilizaciones de ese día dejándolos a expensas de la represión de la policía; y condujeron al gobierno a delirios ideológicos contra la protesta orquestando una estrategia de estado contra el vandalismo que se lo atribuyeron a la Primera Línea para dañar su imagen. ¿Por qué no pararon las movilizaciones del 20J si sabían que nada iban a entregar ese día, lo cual solo harán el 5 de agosto? El Comité hizo daño, mucho daño.
¿La Primera Línea nuevo partido político?
De la protesta en la calle tienen que pasar a las ideas para volver a la calle a transformar a Colombia. En unas ciudades avanzan en la conformación de unidades políticas, algunas afines con el Pacto Histórico o con la Coalición, pero apuntando a un proyecto político propio y de nuevo tipo.
Son por ahora grandes núcleos locales, por eso, unos tienen un nombre, otros otro, en este contexto, la Primera Línea no puede ser solo una fuerza de defensa contra el Esmad, porque se desnaturaliza. Debe ser una fuerza de nuevas narrativas. La primera línea debe ser toda la protesta, no sólo los escudos. Tienen que sentarse a pensar en el contenido ideológico y en la concepción de su propuesta, que debe ser superior a lo que plantean los demás partidos y a partir de ahí hacer alianzas para marzo y mayo sin perder autonomía e identidad política porque su camino se asume que será largo.
Los de la Séptima papeleta que llevaron a Colombia a la Asamblea Constitucional de 1991, están pensando en promover reformas a la constitución. Creo que se debe hacer un nuevo contrato social, toda vez que dos de los tres grandes cuerpos de la constitución necesitan reconstruirse. Me refiero a los máximos poderes del Estado con todo el sistema político y electoral, y al modelo neoliberal culpable de un país inequitativo y atrasado. Lo principal de la Constitución del 91, los derechos civiles y la paz, por culpa de los anteriores, han sido agredidos hasta más no poder, por eso los muertos se cuentan por miles, los desaparecidos aún más y las victimas por millones.
Un mal sistema político que destruye instituciones y ataca a la paz, y un fatal neoliberalismo económico, son los causantes de esta protesta y de las que vendrán mientras la realidad se siga maquillando, como ocurrirá con la nueva reforma tributaria que mitigará el hambre hasta el 7 de agosto del 2022. El texto constitucional del 91 era mucho mejor que el actual, porque cincuenta reformas han degenerado el treinta por ciento del articulado. Ahora es un texto que no convoca ni agrada no entusiasma ni orienta a la nación. La resistencia convertida en nueva fuerza democrática de cambio es lo que necesita Colombia junto a un nuevo contrato social.