El presidente Petro, evocando un extracto de realismo mágico, para revolucionar la política minero-energética, nos recordó que ‘no somos más que agua pensante en forma de energía condensada en nuestros cuerpos’, una frase que parece justificar su plan de dejar el hidrocarburo bajo tierra y el carbón en la mina. Claro, porque si somos energía condensada, ¿para qué necesitamos combustibles fósiles? Con meditar un rato y recargarnos mediante fotosíntesis, seguro resolvemos la crisis energética.
En esa misma línea el renunciado ministro de Energía, Andrés Camacho, ha decidido lanzarse al ruedo electoral para buscar una curul en el Senado de la República, presentando ante la opinión pública sus logros que van desde la construcción de 100 granjas solares (aunque prometió 18.000 comunidades energéticas) y una línea colectora en construcción, aumentó las tarifas de gas en un 30% por importación en lugar de promover los proyectos de gas nacional (sin olvidar el inconcluso gasoducto Colombo-Venezolano).
Incrementó el precio del ACPM y la gasolina después de liberar el fondo de estabilización, dejó que los taladros de hidrocarburos se oxidaran y, por si fuera poco, nos regaló el desplome de la acción de Ecopetrol. Con estos “logros”, no es de extrañar que su campaña se base en excusarse frente a un apagón como el chileno que, según él, es solo una “narrativa fatalista”, mientras tanto, tomémoslo como una advertencia para la capital.
El exministro no solo nos dejó con tarifas altas y proyectos estancados, sino que también nos regaló un desplome del PIB y una pérdida de soberanía energética, por si fuera poco, Camacho nos asegura que no hay desabastecimiento… porque hay gas pero lo compramos importado a mayores precios.
Volviendo al realismo mágico frente al “agua pensante en forma de energía”, en Bogotá nos preparamos para ver una nueva batalla entre el Gobierno Nacional y el alcalde mayor por la falta de otra línea de transmisión eléctrica para abastecer la creciente demanda y así El Gobierno repetirá como mantra que “sin redes de transmisión no hay transición energética”, pero parece creer que las redes se construyen con discursos de plaza pública. Así, el alcalde de Bogotá se dedicará a culpar al Gobierno y la desidia de sus ministros que quienes no son capaces de construir una nueva línea de transmisión eléctrica para la ciudad que está “embotellada” con una antigua infraestructura que se quedó obsoleta, mientras tanto, Bogotá debe prepararse para vivir con velas, porque la luz eléctrica parece ser un lujo que solo existe en su elucubración.
En conclusión, esta rivalidad política no solo nos dejará a oscuras y con todos los problemas que vivió Chile por unas horas donde el país puede colapsar, sino que también nos recuerda que, en Colombia, la energía del “cambio” no es la solar ni la eólica, sino la de la incompetencia, seguiremos esperando que alguien en el poder decida que la luz eléctrica es un invento útil. A esta hora, el país se pregunta si esta política es una genialidad visionaria o simplemente el resultado de un experimento cuántico que salió mal. Al final, el futuro energético no es más que realismo mágico donde las termoeléctricas y las minas serán reemplazadas por un sancocho nacional condensado.
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