En el reino de los metales, el emperador Trump golpeó la mesa del Consejo con un anuncio que sacudió los mercados:
—¡A partir del primer día del octavo mes, el cobre importado pagará un tributo del 50%! —proclamó desde su torre de X.
Esta medida, con la que buscaba avivar la producción de cobre en su propio imperio, causó gran revuelo. Los sabios recordaban que el Reino del Águila no produce suficiente cobre por sí solo, y depende de minerales refinados que llegan de tierras lejanas. Una paradoja real.
El cobre, aquel metal rojo que fluye como sangre por los cables del mundo moderno, no solo vive en los hechizos tecnológicos, también en los carruajes eléctricos y en los templos solares del futuro. Su precio, ya tenso por una gran demanda estructural, comenzó a bailar como un dragón desatado.
Pero Trump no se detuvo ahí. Desenvainó su espada arancelaria y apuntó a nuevos reinos. Brasil recibió un golpe del 50%, bajo el pretexto de oscuros rumores sobre un posible golpe de Estado. México tampoco se salvó: 30% de tributo. Todo esto, con efecto mágico a partir del 1 de agosto.
En las tierras del Cóndor
Mientras tanto, en el reino colombiano, los oráculos anunciaron una buena nueva: la inflación descendió a 4.82% en junio. Gracias al enfriamiento de los precios de los alimentos, los sabios del Banco Central podrían bajar su hechizo de tasas en 25 puntos en su próximo concilio.
Y en un movimiento inesperado, el reino decidió invocar una estrategia en lengua extranjera: emitir deuda en francos suizos. ¿El objetivo? Comprar de vuelta antiguos pergaminos de deuda, fortalecer sus cofres de liquidez y redibujar el mapa de sus compromisos financieros.
¿Será el cobre la nueva joya de poder?; ¿Resistirá América Latina esta nueva tormenta de aranceles?; El juego sigue en el tablero…
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