Obstáculos a las energías renovables: nuevas exigencias para proyectos de energía eólica y solar en tierras federales están ralentizando su despliegue, afectando incentivos fiscales y obstaculizando la transición energética (The Washington Post, 17 de julio de 2025).
Al igual que la democracia, la justicia, ciertos aspectos de la economía o la diplomacia, la sostenibilidad también se ve amenazada por esta nueva ola de conservadurismo. Esto provoca un nivel de incertidumbre, en todos los ámbitos, que no habíamos experimentado en nuestra época.
Hoy en día, atacar la sostenibilidad se ha convertido en una herramienta política, desplazándola de su análisis técnico y su objetividad científica. Lo vemos reflejado en acciones como la mencionada al inicio de este artículo. Al presidente de Estados Unidos no le basta con eliminar controles y permisos ambientales ni con reducir impuestos a empresas extractivistas; ahora también impone barreras a proyectos de energías renovables. Se trata de un ataque político deliberado a las iniciativas sostenibles.
Pero no podemos quedarnos en la queja constante ni en la perplejidad inmovilizadora. La pregunta es clara: ¿la sostenibilidad debe evolucionar o resistir? Esta interrogante podría aplicarse también a otros ámbitos que están atravesando transformaciones abruptas. Pero en este artículo, me enfocaré exclusivamente en la sostenibilidad.
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Es evidente que la incertidumbre generada por líderes como Donald Trump y otros actores conservadores obliga a repensar la sostenibilidad. Ya no puede verse como un lujo o un complemento corporativo. Hoy, más que nunca, es una herramienta estratégica para garantizar resiliencia, legitimidad social y estabilidad a largo plazo, especialmente en un contexto de cambio climático cada vez más acelerado.
Para que esto sea posible, es necesario adaptarse con inteligencia y rapidez, interpretando el entorno con claridad. Los actores clave deben continuar trabajando en sostenibilidad sin ser estigmatizados como “izquierdistas” o “creyentes woke”, etiquetas que han causado un gran daño a este campo.
Un buen ejemplo de adaptación lo dan empresas como IKEA y Unilever, que han ajustado su narrativa: han dejado de utilizar términos como “cero emisiones” y, en su lugar, hablan de “eficiencia”, “reducción de costos”, “innovación local” y “bienestar del consumidor”. Asimismo, ante el aumento de las tasas de interés y un escrutinio regulatorio más severo, muchos fondos ESG están migrando hacia enfoques de “impacto tangible”, priorizando resultados concretos —como empleo, acceso al agua o adaptación climática— en lugar de indicadores abstractos. El objetivo es demostrar valor social real, medible y visible, más allá del marketing de sostenibilidad.
¿Es suficiente con esta adaptación empresarial? Tal vez no. Podríamos ir un paso más allá y pasar de la simple “gestión de riesgos climáticos” al liderazgo en la transición justa, sin perder ambición, y enfrentando tanto los retrocesos políticos como las nuevas demandas sociales: justicia climática, soberanía económica y digitalización.
Es clave desvincular la sostenibilidad de banderas políticas específicas, incluso si sus temas cruzan con salud, empleo, equidad o democracia. De lo contrario, corremos el riesgo de que siga siendo estigmatizada como una causa “de izquierda” o “comunista”, lo cual ha alimentado las reacciones más violentas contra estos temas.
Por otro lado, está más que comprobado que la estrategia basada únicamente en argumentos científicos, datos objetivos y estudios rigurosos ha fracasado en influir a grandes sectores de la sociedad. Hoy, es necesario repensar cómo se comunica la sostenibilidad en redes sociales y medios, utilizando herramientas emocionales similares a las que emplean personajes como Joe Rogan o Javier Milei: miedo, amenaza, orgullo, revancha.
Personalmente, no es mi estilo de confrontación ni mi forma preferida de argumentar. Pero ante la pérdida generalizada de objetividad en el debate público, creo que debemos aprender de las estrategias narrativas de quienes han logrado posicionar discursos radicales con gran eficacia.
Es momento de evolucionar. No podemos seguir insistiendo en las mismas formas de comunicar y defender la sostenibilidad. Necesitamos nuevas herramientas para contrarrestar la fuerza arrolladora de los Bolsonaros, Mileis o Trumps, incluso si eso significa aprender de sus propias tácticas.
Juan Camilo Clavijo
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