En la lejana tierra de los reinos financieros, los vientos del Viento del dólar seguían soplando con fuerza moderada. Aunque la bestia de la inflación en EE. UU. seguía viva con un aliento del 2.7%, sus rugidos se debilitaban: los sabios del Reino revelaron que tanto los precios subyacentes como los de los productores venían bajando.
Ante esto, el poderoso Consejo de la Reserva Federal mantuvo sus planes: lanzar dos hechizos (recortes de tasas) en el segundo semestre, con la esperanza de apaciguar a la bestia sin destruir el equilibrio del bosque de Wall Street.
Mientras tanto, en las aldeas internacionales:
El castillo del S&P 500 crecía casi hasta las nubes (6,300),
El dólar global, debilitado, permitía que nuevas monedas florecieran, entre ellas, el valiente peso colombiano.
Y el petróleo, cual río encantado, permanecía sereno en los $80.
En el Reino de Colombia, las cosas estaban cambiando…
El DANE, el oráculo de los datos, anunció un hechizo positivo: crecimiento del 2.8%, gracias a los gremios del comercio, las finanzas y la manufactura. Pero en las profundidades oscuras de las montañas, el gremio de los mineros sufrió una maldición: el carbón cayó -35%, víctima de decisiones del reino central.
En las ciudades, los ciudadanos empezaban a pedir préstamos otra vez. Los gremios de vivienda y comercio revivían, y en la aldea de la VIS, las construcciones crecían un 23%, como hongos después de la lluvia.
Pero no todo era armonía…
Un misterioso decreto buscaba prohibir que los fondos de pensión invirtieran en tierras extranjeras. Los sabios temen que, de concretarse, este hechizo desestabilice el equilibrio: peso muy fuerte y tasas locales muy bajas. Aunque improbable, el rumor corría como pólvora entre comerciantes y alquimistas financieros.
Aun así, los TES colombianos se convirtieron en el oro del momento. Los reinos lejanos – Noruega, Canadá, Países Bajos, Singapur y Kuwait – enviaron caravanas con 40 billones de monedas de oro en compras durante el primer semestre. El ministro Cuéllar, con su varita de políticas, también ayudó a que estos TES brillaran con fuerza.
Pero debajo del trono… algo se agitaba: La deuda pública creció como un dragón dormido entre 2019 y 2024. Primero, alimentado por dólares durante la pandemia, y ahora con pesos por menor recaudo y mayor gasto. Los sabios advierten: si no se doma, este dragón podría despertarse… y arrasar con todo.
El reino tenía poco margen para recortes, y muchos retos para el futuro.
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