La trigésima octava edición de la Semana por la Paz no fue un evento más en el calendario de la sociedad civil. Fue, sobre todo, un acto de amor colectivo, un grito de resistencia y un abrazo solidario a la esperanza.
Hoy las Organizaciones sociales, El SENA, las universidades Javeriana, El Bosque, Área Andina, RedPaz, Fe y Alegria, FiconPaz, el Consejo Nacional de Paz, la Agencia de Reincorporación y Normalización, algunas entidades del Distrito y un sinfín de colectivos se sumaron para decir, con fuerza y con arte, que la paz es un derecho, una urgencia y una tarea de todas, todos y todes.
Más de 350 personas llegaron al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación: jóvenes, mujeres, personas con discapacidad, comunidades afrodescendientes, indígenas, víctimas del conflicto armado, medios alternativos y comunitarios y las mujeres firmantes de paz. Allí, donde la memoria se hace palabra y la palabra se hace acción, se abrió la jornada con un ritual de armonización de la mano de la maestra Virgelina Chara que evocó la paz en el mundo entero, en especial la paz para Palestina, la paz para Colombia, el cese al fuego y la reanudación de la mesa de negociación. La paz es contigo, conmigo, con todas, todos y todes, la paz por nuestro entorno, por nuestro camino desde la casa, el colegio, el trabajo, el barrio y el país, pero hoy más que nunca por Palestina, por los que zarparon, buen viento y buena mar. ¡Palestina libre!
El escenario se llenó de arte y dignidad: obras de teatro sobre los falsos positivos, desarrolladas por jóvenes de la ciudad de Bogotá, disfrutar de las expresiones creativas de las Reinas de la Paz —el colectivo Lgbtiq+, las mujeres trans que con orgullo proclaman su amor por la vida— y, para cerrar, el polifónico de mujeres firmantes de paz, quienes, con sus rostros reales, mostraron la fuerza de las hermanas, las amigas, las madres, las hijas y las abuelas que un día soñaron con cambiar el mundo… y que todavía lo sueñan, lo luchan por que la revolución es la vida entera.
Hubo reclamos, hubo indignación, por que la digna rabia también se hizo presente, por que también el cambio es una espera en transición, claro que hemos avanzado, y claro que la paz es el camino, demos en paso y abramos la senda de la igualdad, zanjemos la brecha de desigualdad.
Este evento no fue solo conmemoración; fue un llamado al relevo generacional. Porque la paz necesita niñas, niños y jóvenes que tomen la antorcha, que continúen la marcha, que conviertan estos 38 años de historia en muchos más. La paz no se decreta: se construye con memoria, arte, justicia y compromiso.
Hoy más que nunca, arropar la paz es una tarea urgente y colectiva. Porque la paz no es de unos pocos: es de todas, todos y todes.
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