En la gran aldea de los mercados, el dragón del dólar decidió descansar. Después de semanas lanzando fuego, se recostó sobre sus tesoros y permitió que el aire se enfriara. La inflación en el reino del Norte descendió al 3%, y los hechiceros de la FED guardaron sus báculos, al menos por ahora. Los vientos se calmaron y las aldeas del sur —Brasil, Chile, México y Colombia— comenzaron a celebrar con cautela.
El petróleo, por su parte, dormía sobre una colina dorada, soñando con volver a los 80 o 90 monedas por barril. Si despertaba de golpe, podría incendiar otra vez los campos de inflación, pero por ahora su respiración tibia traía alivio.
Los tesoros del reino (los bonos del Tesoro, dicen los sabios) seguían flotando entre el misterio y la indecisión. Los inversionistas, como oráculos confundidos, aguardaban una señal: ¿vendría el auge o el susto?
Mientras tanto, en las tierras de Latinoamérica, los mercados cabalgaban con energía. Las monedas brillaban, las bolsas repuntaban.
Pero no todo era calma. Desde su torre digital, el hechicero Trump volvió a agitar su vara, amenazando con lanzar aranceles sobre Colombia, acusado —según él— de malos conjuros en materia de narcotráfico. Los sabios, sin embargo, estimaban que era más humo que fuego: apenas un 20% de probabilidad real. Si su amenaza se concretara, el dólar podría elevar su vuelo hasta los $4.000, aunque sólo por un breve instante.
En el reino colombiano, las noticias eran de otro tipo. Las urnas se preparaban para la “consulta de la izquierda”, y los oráculos políticos advertían un cambio de ciclo. El apoyo al gobernante actual caía como hojas de otoño, mientras el centro y la derecha ganaban terreno en las aldeas de los jóvenes.
Los mercaderes, aliviados, susurraban: “la tormenta política parece amainar”. Las monedas sonreían, los TES se mantenían firmes, y el mercado dormía con un ojo abierto, esperando que la FED confirme su próximo movimiento: una casi segura reducción de tasas.
Así, entre dragones somnolientos, amenazas lejanas y urnas encendidas, los mercados navegan hacia el cierre del año con cautela… y con la esperanza de que el próximo capítulo traiga menos fuego y más estabilidad.
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