Banco de alimentos, la visión del Papa Juan Pablo II que quiere transformar Colombia

500.000 colombianos a día de hoy se alimentan un poco mejor, gracias, en cierto modo, al Papa Juan Pablo II. Su carta apostólica “Novo Millenio Ineunte” coincidiendo con el cambio de siglo era un descarnado llamado a dar un giro en la caridad de la Iglesia. “Es hora de una nueva imaginación de la caridad, no solo en la eficacia de la acción de quitar el hambre sino en la capacidad de hacernos cercanos con el que sufre. No se trata de una limosna humillante sino de un compartir fraterno. Levantar al pobre y sentarle en una mesa en la que a nadie le daría vergüenza comer”, como nos recuerda el Padre Daniel Saldarriaga, director Ejecutivo y motor de este proyecto en Bogotá desde 2001 junto a importantes empresarios como Arturo Calle, Gonzalo Restrepo, o empresas como Alquería, Grupo Éxito, Carulla o Pepsico.

El Banco de Alimentos es una obra basada en la generosidad y el interés de varios empresarios que buscaban la oportunidad de participar en un proyecto para beneficiar directamente a las personas más vulnerables. Casi 20 años después, el Banco de Alimentos de Bogotá, es una fundación completamente autosustentable, tiene un grupo de 126 colaboradores que día a día sirven para llegar a más de 307.000 personas en estado de vulnerabilidad en la capital. Con unas bodegas propias de 4.500 metros y una visión: poder mejorar la alimentación de estas personas en riesgo de malnutrición de la capital.

El Banco de Alimentos no funciona como una ONG usual, desde el punto de vista de que no trabajan directamente con los necesitados, sino con organizaciones, legitimadas y cercanas a esas comunidades de gente necesitada. “Es una manera de ser más eficientes. Gracias al desempeño de este equipo de colaboradores, es posible ser un puente para unir a los que quieren servir a los más necesitados”, recuerda el padre Saldarriaga.

Una de las cosas que más impresionan adicional al orden, la limpieza o lo bien estructuradas que están las bodegas es el concepto que ha ayudado a crecer al banco. “En el banco de alimentos nada es gratis, nos dimos cuenta que la gente no valora lo que es gratis, por eso cobramos a modo de aporte solidario un precio del 10% del valor real del producto. Ello nos permite, adicionalmente, comprar alimentos que complementan una dieta con productos perecederos como arroz, panela, fríjoles. Aunque parezca mentira se dona poco de estos productos. Estamos en el punto de no sólo dar de comer, sino de crear de conciencia en las familias de una dieta saludable”.

Un megaproyecto como este tiene que tener grandes aliados, en este caso son tres patas de una mesa: las empresas, organizaciones y la universidad, con la que ya cuentan 1.200 voluntarios de 64 universidad.

“Menos comida en los contenedores, más comida en los comedores”, es otra máxima del padre Saldarriaga que nos causa impresión, con esta visión, en Bogotá únicamente el año pasado se rescataron 2.200 toneladas de comida de Corabastos que iban a la basura, comida en buen estado que sirvió para paliar el hambre a miles de familias.

Desde 2007, el banco de Bogotá se unió a la red global de 1.530 bancos de alimentos en todo el mundo, en Colombia hay 19, aunque con origen católico, hay muchos bancos que son aconfesionales, el propio padre nos reconoce que “el 30% de las organizaciones que reciben ayuda no son católicas porque el hambre no tiene religión”-

“Me frustra a veces no poder ayudar a más gente, es un sentimiento humano el siempre querer abarcar más lo cual es imposible, aunque ese sentimiento se compensa con lo gratificante que es comprobar como las organizaciones son capaces de mejorar, progresar para sacar adelante a sus comunidades. Ver como se transforman vidas y muchos niños se alejan de la violencia y el micro tráfico no tiene precio”, reconoce el padre.

El hambre es la primera causa de violencia y enfermedades en el mundo. El germen de la desigualdad y el quebranto de la equidad de oportunidades, especialmente en los niños menores de 3 años, que si no están bien nutridos en sus primeros años de vida difícilmente podrán desarrollarse para el resto de su vida. El Papa Juan Pablo II lo tenía claro, lo que no creo que tuviera tan claro es el tremendo impacto que causaron sus palabras, al menos en Colombia. Seguro que hoy en día estaría orgulloso de ver como cientos de miles de personas trabajan organizadamente para paliar el hambre.