Hace apenas cinco años Diana Forero estaba en la manigua, entre sonidos de guerra y sueños de libertad. Hoy es la ganadora del Concurso Nacional de Escritores del Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA. Fue elegida entre otros 39 participantes.
Desilusionada por la vida subversiva, Diana se desmovilizó y decidió que su camino tenía que ser distinto al de las balas. Siempre tuvo inquietudes por la literatura, y por eso en su reincorporación a la sociedad buscó la manera de expresar todo ese remolino de vivencias y recuerdos a través de la escritura.
Ingresó a los 24 años a las Farc, con la idea de que aquella doctrina que pregona esta guerrilla fuera una realidad, sin embargo, con el paso de los días, según lo relata se dio cuenta que las cosas “no son como las pintan”.
Durante 11 años estuvo en la guerrilla. Primero en el Bloque Oriental, luego en el Bloque Móvil Arturo Ruiz y por último en el Comando Conjunto Adán Izquierdo. Antes de ingresar como insurgente había estudiado algunos semestres de ingeniería civil en la Universidad Nacional y dos de ingeniería catastral en la Universidad Distrital. Diana aclara que haber sido estudiante de la universidad pública, no tuvo que ver con su decisión y sus errores.
Aunque siempre le había interesado la literatura, durante el tiempo que estuvo en las filas nunca tuvo acceso a los libros; por eso, cuando tuvo la oportunidad de escapar con su esposo (también exguerrillero) y su hijo de un mes de nacido y acogerse a un proceso de reintegración, no dudó en hacer eso que siempre había soñado: escribir.
Sus escritos dan cuenta de lo que vivió como guerrillera. Sus travesías, sus tristezas, y paradójicamente, lo que le dio sentido a su vida y el valor para escapar de la guerra.
“Mi deseo de vivir era tal, que ya me alcanzaba vida para contagiarla. Ocultamos mi embarazo lo mejor posible durante cuatro meses; para entonces, mis mareos y vómitos habían despertado tal suspicacia en el comandante, que tuve que confesar mi estado. Los jefes decidieron entonces que, ante la imposibilidad de conseguir un médico en esas lejanías para “hacer el procedimiento”, podían permitir que el bebé naciera, así que me dejaron en una finca cercana para que esperara allí los meses que me faltaban para dar a luz”, relata el cuento “Fénix”, texto con el que clasificó para ser una de las finalistas del concurso.
Diana se arrepiente de haber pertenecido a las Farc, pero aclara que nunca ha lamentado haber tenido a su hijo. “A mi hijo lo tuve allá y es lo mejor que me pudo haber pasado. De cierta manera uno se arrepiente de las cosas por las que le tocó pasar, sufrir y ver, pero no de mi hijo”.
En su texto narra cómo vivió el nacimiento de su hijo mientras que estaba en las filas.
“Johann nació por cesárea a nueve horas en ambulancia del lugar donde pasé mi embarazo, el doctor del puesto de salud debió remitirme hasta allí ya que era el hospital de tercer nivel más cercano. Estando tan lejos, pensé en no volver, pero saber que Jhon nunca vería a su hijo me partía el alma, así que regresé por él. Cuando Johann tenía un mes y medio, me hicieron subir cerca del campamento para que él pudiera vernos, y esa noche lo convencí de huir”,
Sin embargo, cuando llegaron a la ciudad adaptarse no fue nada fácil. Tenían miedo, la gente que estaba a su alrededor les generaba desconfianza; los rechazaban por su condición de exguerrilleros. Diana cuenta que empezar de cero fue todo un reto. Reconoce que, aunque el programa de la Agencia Colombiana para la Reintegración les apoya, ésta no mantiene a nadie y todo lo que Diana ha construido, luego de su desmovilización, ha sido por méritos.
“Durante cinco eternas horas corrimos bordeando precipicios y riachuelos, con el terror mordiéndonos los talones. Llegamos a la trocha a las seis, y nos escondimos hasta las siete, a ésa hora nos subimos a un campero, que nos llevó al caserío. Habíamos pasado lo más difícil, de ahí ya podíamos seguir en carro. Viajamos todo el día evitando los terminales y las avenidas para no ser notados: le temíamos a la guerrilla, a los paras, al ejército, a nuestra propia sombra. Al amanecer llegamos a casa de mi abuela, abracé con fuerza a mi bebé, le apreté la mano a Jhon y le dije en un susurro: “¡Estamos vivos! Somos libres, he vuelto a casa… Gracias, Dios mío.”, dice un fragmento de Fénix
Hoy en día Diana se desempeña como promotora de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), sin embrego advierte con vehemencia, que lo que ella ha logrado como profesional es por mérito propio y no porque a los desmovilizados les regalen las cosas, como muchas personas pretenden dejar por sentado.
Y como termina el texto “Fénix” con el que clasificó a la final del concurso de oradores y escritores del SENA, Diana pronto dejó de ser larva, tuvo alas, y como Fénix renació de las cenizas.