El exconcejal ‘Lucho’ Díaz, conocido por haber llegado al cabildo en el año 2000 siendo un lustrabotas, se dedica ahora a vender empanadas. Su esquina, desde hace 4 años es la calle 85 con carrera 11, donde aprovecha el reconocimiento que ganó para desahogar con sus clientes algunas frustraciones políticas, mientras fortalece su sueño de llegar pronto al Senado.
A las tres de la mañana ‘Lucho’ se pone a hacer la masa para 100 empanadas. A las cinco en punto llega a su esquina de la 85 con 11, desde el barrio Veinte de Julio, en su camioneta roja Renault 12. Después de organizar su producto, se sienta a leer el periódico mientras espera una buena charla con un cliente que le interese la política, una de sus pasiones.
En 10 minutos, pasan por lo menos 6 personas que con toda confianza lo saludan: “Luchito, que más, feliz día”. Inevitablemente, Lucho es un personaje recordado por toda la capital. Su cara no solo tiene un aire al icónico ‘Heriberto’ de Jaime Garzón, sino que transporta las mentes de los ciudadanos 16 años atrás, cuando este menudo hombre llegó al cabildo siendo un embolador de zapatos, y que se atrevió a proponer asuntos polémicos como hacer obligatoria para los hombres más pobres de la ciudad la vasectomía.
Sin embargo, aún en su nueva faceta de vendedor callejero, mantiene una insatisfacción apasionante por la política colombiana. Tras haber sido inhabilitado por la Procuraduría para ejercer cargos públicos en 13 años (que se cumplen este 2017) por haberse posesionado haciendo caso omiso a dos sentencias en su contra por el delito de hurto agravado, este hombre espera con ansias la oportunidad de presentarse ya no al Concejo, sino al Senado.
Aún no tiene definido por cuál partido irse, pero lo que tiene claro, es que quiere demostrar que “la gente humilde es honesta y nos merecemos estar en esos lugares, porque somos incapaces de robarnos la plata de los colombianos, porque trabajamos duro”.
A los 55 años, Lucho vive de lo que gana con el negocio de empanadas. Además, su paso por el Concejo de Bogotá le permitió comprarse dos casas que tiene en arriendo, y por esta navidad, su esposa Gloria Esperanza Vargas se unió a la venta de papel de regalo y dulces, pero en la esquina opuesta a la de Lucho.
Como cualquier otro vendedor ambulante, a veces tiene que levantar su puesto para que la policía no le decomise sus cosas. Pero, a pesar de eso, dice sentirse feliz, pues se goza la vida con su familia, conformada por su mujer, cuatro hijas y dos nietos, y disfruta de su reconocimiento en las calles. “Extraño del Concejo poder desahogarme con los medios de comunicación por todo lo que pasa en Bogotá y en Colombia, pero estoy feliz, y si Dios lo permite y los colombianos lo ven bien, llegaré al Congreso. Finalmente soy reconocido. Si me voy a la punta de un monte, allá me van a decir “Hola lucho” y eso me hace feliz”.
Al mediodía, sin una empanada en el mostrador, el excabildante se dirige, junto con su tropa, a echar ‘corrientazo’ en un local cercano. Ya almorzados, su esposa se dispone a colaborar con las ventas de la otra esquina. A las seis de la tarde cierran y dan vuelta nuevamente al Veinte de Julio a preparar lo que se pueda de las empanadas de su próxima venta.