El patrimonio de un mariachi

El pasado domingo la Unesco declaró al mariachi como patrimonio inmaterial de la humanidad. Confidencial Colombia habló con uno de los colombianos más viejos en el oficio y nos contó sus alegrías, glorias y como le parece el honor a su profesión.

Gabriel Acosta, mariachi desde hace más de 20 años, viejo periodista, filántropo, poliglota y escritor de sus propias canciones, es un mariachi que trabaja en la ‘playa’, uno de los lugares más reconocidos en Bogotá para encontrar los típicos mariachis que celebran el día de la madre y el día del amor y la amistad.

Para él, el reconocimiento otorgado por la Unesco es muy importante, pero se encuentra triste porque en Colombia “están tergiversando” el género de sus amores, y esto pasa cuando se le aplica coreografías a una música que evoca el mejor sentimiento del ser humano que es el amor, siente Acosta.

Lo que el considera música, lo alegra, pero “actualmente” la música además ha cambiado en estructura que él considera ruidos, y la “música debe ser música”, porque las musas lo llevan a la felicidad.

Al ser declarada la música mexicana como Patrimonio inmaterial de la humanidad, “si está muy lindo eso”, “porque en Colombia cantamos en español, en México cantamos en español, en Estados Unidos se canta en español, en Japón se canta en español” y eso demuestra que la música ranchera tiene el mensaje de que es nuestra raíz y es para todo el mundo.

El músico y sus palabras


Yo creo que la música ranchera tiene que seguir siendo tradicional y seguir los pasos que nos dieron Jorge Negrette o Javier Solís, ellos la llevaron de corazón y siempre llevaron un buen mensaje, no como ahora, y dando un alegre ejemplo le parece que la música sólo debe hablar de cosas buenas.

Comencé a cantar rancheras desde el año 91, antes de pasar por el diario El Espectador donde empecé desde el año 66. En el diario fui record mundial en fotografía, y fui la única persona que retrato a Gonzalo Rodríguez Gacha, cuando en el año 84 era el narcotraficante más peligroso que tenía el mundo.

En el 91 me dedique a las rancheras gracias a un hermano mío. Todo empezó cuando los músicos de Rocio Durcal se negaron a iniciar una gira con ella, por la poca cantidad de dinero que les pagaban, entonces la diva de las rancheras acudió a una agrupación colombiana, que afortunadamente fue la de mi hermano Gustavo Acosta.

Entonces acompañaron a Rocio por una gira en Latinoamérica y, cuando yo me retiré de El Espectador, mi hermano me invitó a cantar, me gustó y me quede cantando.

En un comienzo fue muy rentable cantar en Bogotá, pero los tiempos han cambiado y lastimosamente ahora hay mariachi juvenil, con coreografía, y la gente quiere que un mariachi vaya a hacerle coreografía, y los músicos como en mi caso nos dedicamos exclusivamente a cantar rancheras y a cantarlas bien.

Yo no considero que el mariachi deba hacer coreografía, tomar fotos, hacer filmaciones y llevar el transporte. El músico llega aquí y quiere hacer todo, deja el palustre y se pone a cantar, y desafortunadamente eso es una voracidad horrible.

El músico debe ser músico, y el cantante cantante, sin embargo, y siempre hay que hacerlo, lo que se hace hacerlo bien. Hay unos que cantan y tocan, y si cantan no tocan y si tocan no cantan.