El cineasta colombiano Rubén Mendoza, estrena su segundo largometraje Tierra en la lengua. En él, Silvio Vega, un hombre crido en la orfandad y la violencia del campo Colombiano, en el ocaso de su vida, viaja con dos nietos para forzarlos a que lo maten antes de que lo haga la vejez. Por ello, Confidencial Colombia habló con Mendoza sobre el derecho a morir dignamente.
En un manifiesto sobre la hechura, Rubén Mendoza, afirma que en su segundo largometraje, Tierra en la lengua, “la cámara, mi voluntad, el sonido, el arte, están al servicio de la vida. De dejarla ser tan bella como ya es, frente a la cámara, y tan amarga y mínima como la hemos vuelto en términos humanos”.
Y es que no es para menos, en la cinta, es la vida misma la que desfila de la mano de Silvio Vega, un hombre crido en la orfandad y la violencia del campo Colombiano, que en el ocaso de su vida viaja con dos nietos para forzarlos a que lo maten antes de que lo haga la vejez. Al acercarse a la indescifrable esencia del viejo ellos prefieren prolongar su agonía y la sórdida inutilidad de esos días en mitad de la indiferencia de una naturaleza voraz, misteriosa y poderosa como la del Casanare, en los Llanos Colombia.
Por ello, Confidencial Colombia habló con Mendoza, sobre el derecho a morir dignamente.
Confidencial Colombia: ¿Cree usted en el derecho a morir dignamente? Es decir, con abandonar la vida cuanto uno lo considere pertinente.
Rubén Mendoza: Yo creo que sí, eso es tan íntimo que por supuesto creo en eso.
Hay un caballo que muere en la película, de esos caballos enfermos que se llevan las empresas cárnicas para hacer salchichas… y que nosotros a dos días antes que se lo llevarán para colgarlo de una pata para matarlo, decidimos darle la eutanasia para que muriera en la sabana.
Yo creo en la muerte digna y por supuesto creo en la lucha por la vida, creo que uno tiene que exigirse, dar lo mejor de uno… yo tuve que aceptar que un hombre hermoso que era mi papá, después que pasara por el quirófano cinco veces distintas, por cinco cirugías distintas, quedara cuadripléjico y volviera a pararse y volviera a caminar, él dijera: “yo ya me cansé y quiero prepararme para irme”, por supuesto que creo en eso, pero no como la primera salida, porque me gusta el rigor y me gusta la exigencia, pero cuando la vida le muestra a uno que esa es la salida, uno no puede ser sordo.
C.C: ¿Cómo ve la legislación colombiana respecto a la eutanasia?
R.M: La legislación colombiana está llena de hipocresías. Quienes hacen las leyes quieren prohibir el aborto, pero llevan a sus hijas a abortar por debajo de cuerda con sus amigos médicos, son capaces de matar, pero no de dejar que alguien quiera morir… mientras las leyes sigan en manos de tanto inepto, los caminos van a seguir igual de cerrados e igual de obtusos y de ciegos
C.C: ¿Cree que esto tiene que ver con que somos una sociedad ‘laica’?
R.M: Por su puesto y cada vez más.
C.C: Tal vez tiene que ver con aquella idea de que si Dios da la vida, sólo él la puede quitar…
R.M: Ellos se contradicen, porque si Dios fuera tan poderoso, entonces ¿por qué no le ataja la mano a los suicidas? Lo que pasa es que tienen una visión muy limitada de Dios, porque lo quieren es de socio de su negocio, pero Dios no es un milagrero, sino, a todas luces bajo su lógica, Dios sería un tipo cruel y horrible. Como dice Vallejo: “Dios no puede existir por imposibilidad ética”, en el sentido en que ellos lo ven…
Yo no estoy diciendo que no exista, porque ¿quién soy yo? Es una mala interpretación de Dios, Dios parece como un guardaespaldas de los poderosos, o ellos lo ven así, lo tienen como una cortina de humo para su ‘godarria’ y para sus movimientos de restauración nacional y todas sus tonterías, para ser racistas y para ser clasistas, xenófobos, arribistas, que esa es la gran peste de este país, ellos quieren legislar, pero a su medida, por eso creen en la ley y en la democracia sólo cuando les da los resultados que quieren o si no, no hay legitimidad.
C.C: ¿Ayudaría usted a alguien a morir dignamente?
R.M: Por supuesto que sí, es más, a mí me encantaría acompañar familias, no soy quién, no soy ningún líder espiritual ni nada, pero si he tenido que vivir situaciones que me permitirían acompañar a una familia a que padecería menos dolor mientras se preparan para una decisión profunda como es esa. Es que quién es uno para no imponerle la muerte a otro, pero quién es uno para imponerle a alguien que siga penando y lleno de dolor, especialmente cuando él ha manifestado su deseo de morir.
C.C: Hablaba usted de su padre y de la decisión que él tomó, ¿es en este sentido, Tierra en la lengua una catarsis?
R.M: No, porque tierra en la lengua es sobre mi abuelo. Mi abuelo materno y mi papá son dos hombres diametralmente opuestos. Mi papá era una belleza de ser humano, un hombre lleno de honor, de bondad y de humor, mi abuelo tal vez en eso se encontraba con él, pero los códigos eran muy distintos.
Catarsis con mi papá no, yo no quiero hacer catarsis con él, yo lo quiero tener a él siempre, y si algún día hago una película de cómo él se enfrentó a la enfermedad, ojalá me quede del 1% de lo que sentí de acompañarlo en todas sus luchas, y en el 1% de lo que era ese ser tan hermoso. Esa película tal vez ni siquiera haya que hacerla, es que hay películas que ya están hechas sin filmar, hay gente que es películas…
C.C: La pregunta odiosa, ¿qué ha cambiado en Rubén Mendoza, desde La sociedad del semáforo hasta Tierra en la Lengua?
R.M: Pues yo creo que muchas cosas, pero no podría decirte específicamente qué. Porque la base es la misma, voy a hacer algo que está en el fondo del mi corazón y lo voy a compartir tan radicalmente como pueda, sin concesiones, sin oír voces de los resultados, porque a mí me gusta oír y para eso hago películas, para aprender, para contemplar, para entender cómo se para la gente que tiene la vida que yo no tengo y poderlos contemplar.
C.C: Cuando se refiere a las voces de los resultados se refiere también a las voces ‘comerciales’
R.M: Los críticos también. A mí me parece que si uno quiere ofrecer algo honesto, tiene que oír a su corazón. Yo veo que hay mucha ruindad en planear para la buena crítica, tanto como ruindad para planear para un público masivo.
C.C: ¿Cree que el éxito de sus películas, es que estas salen del corazón?
R.M: Es que no sabría yo cómo se hace el cine de otra manera. Para mí en efecto, es lo bueno, porque me implica un viaje profundo con un tema y con unos compañeros de viaje -que generalmente se repiten de una película a otra- con lo que nos tenemos mucho amor y mucha confianza, y con los que hay casi una consanguineidad adquirida, entonces no sé cómo se hace de otra manera, pero yo paso unos días muy felices haciendo cine…