De acuerdo con la más reciente encuesta sobre convivencia y seguridad ciudadana, con corte al año 2020 y presentada en los pasados días por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), en Bogotá el 78% de los ciudadanos se sienten inseguros, convirtiendo a la ciudad en la primera de un ranking nacional que nadie quisiera liderar. La cifra no sorprende y pareciera el reflejo real de lo que miles de bogotanos expresan en el día a día.
La foto no es buena y es lamentable ver cómo a la capital los problemas parecen superarla en todas las dimensiones. Vivimos una ola de noticias que son extraídas de las redes sociales de los ciudadanos que no pueden más que grabar escenas constantes de robos “simples” y acciones vandálicas en los distintos puntos cardinales de nuestra querida Bogotá.
Muchos creen que nos hace falta un mayor número de policías en las calles para enfrentar la delincuencia, pero lo cierto es que ese parece ser el menor de los problemas hoy en día. Precisamente, hace apenas tres días el alcalde encargado de Bogotá, dio a conocer algunos de los resultados del “plan de intervención especial” que fuera diseñado hace ya meses y que incluía el fortalecimiento de la fuerza pública en la ciudad con unos 1.523 nuevos oficiales. Dentro de los puntos más destacados de la gestión adelantada “entre el 12 de agosto y el 31 de octubre, lograron desmantelar 49 bandas delincuenciales, (10 de ellas tan solo en octubre), realizaron 137 allanamientos y efectuaron 6.255 capturas”, como lo reportaría el diario El Tiempo el pasado 4 de noviembre.
Lo paradójico es que el mismo funcionario diera a conocer que de esas personas capturadas, 4.865 lograron la libertad porque se carece de las leyes necesarias para que se les judicialice de manera correcta. La cifra representa que el 78% de las personas arrestadas fueron puestas en libertad en un periodo de tiempo irrisorio y con el agravante de que, sin lugar a dudas, continuarán delinquiendo como su principal fuente de ingreso y con plena conciencia de que, si los pillan, nada pasará.
Es triste ver como nuestra hermosa ciudad se ha convertido en una urbe llena de dolores, con profundas heridas que parecen estar infectándose a tal velocidad que las soluciones que se entregan son absolutamente paliativas. Nuestros errores y desatenciones históricas no nos dejan crecer. Continuamos persiguiéndonos la cola para buscar las ¨mejores¨ alternativas de movilidad mientras quitamos carriles a unas vías que no presentan mayores mejoras en décadas. Las salidas de la capital por cada punta están colapsadas y dejamos que se construyan viviendas a metros de lo que podrían haber sido lotes para ampliar su capacidad de movilidad e interconexión con el resto del país.
El comportamiento social se ha visto resquebrajado y los ciudadanos estamos olvidando poco a poco, como en una condición de alzhéimer colectivo, lo que hace un par de décadas nos enseñaran de cultura ciudadana. Vivimos preocupados por nuestro cuadradito de vida que muchos limitan a sus cuatro paredes, pero de ahí para afuera que se ocupe otro. Nos sentimos ajenos a nuestros vecinos, distantes de nuestros conciudadanos y sospechamos de todos los que nos rodean, viéndolos como una amenaza a nuestra seguridad. Estamos gravemente enfermos y tenemos que darnos cuenta para poder hacerle frente a esta cruda realidad.
La bella Bogotá, esa que fuera fundada en 1538 un 6 de agosto, y que tomara su nombre del vocablo indígena ‘bacatá’ que según dicen significa “cercado fuera de labranza” y en otras versiones “la dama de los andes”, tiene hoy una fuerte historia de pobres gestiones, ciudadanos desinteresados y males que se están carcomiendo lo que muchos valorábamos en una hermosa meseta rodeada de verdes montañas.
No podemos dejar que las conversaciones cotidianas continúen partiendo de la inseguridad, la falta de movilidad y el caos sencillo pero constante. Tenemos que atajar el miedo y evitar que se nos meta en las venas y el corazón. Esta ciudad está repleta de gente buena que no ha sabido cómo ayudar a dibujar un norte claro, es el momento de volvernos los principales activistas de nuestro futuro.
A tantos males hay que hacerles frente y tal vez nos corresponde a todos poner algo de nuestro mejor esfuerzo con acciones que parten de lo más sencillo y que vayan más allá de nuestro entorno cercano, nuestro pequeño cuadradito de vida. Sencillas acciones para que esta dama de los Andes se reencuentre con su mejor versión.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
Kreab Colombia