El primer objetivo de toda empresa es su supervivencia y para ello debe dar resultados en el aspecto económico, social y medioambiental. No solo están obligadas a participar en la Agenda 2030 por los compromisos asumidos por su país ante la ONU, sino porque son entidades capaces de organizar recursos en forma de capital y trabajo de una manera más eficaz que el resto de las organizaciones. Sin embargo, el cumplimiento de estos objetivos no ha avanzado de manera significativa, de acuerdo con el informe de OBS Business School: RSC: ¿Cómo va el cumplimiento de la Agenda 2030? dirigido por Javier San Martín, profesor de logística sostenible de la escuela.
¿En qué situación se encuentran las empresas?
En diferentes análisis se ha comprobado cómo el tamaño de las empresas o su valor no implica mayor sostenibilidad. De hecho, sólo 11 empresas de entre las 100 más valiosas del mundo están entre las cien más sostenibles (Apple, Alphabet, ASM Internacional, Astra Zeneca, Cisco, Danaher, Merck, Pfizer, SAP, Tesla y Unilever), y únicamente 3 de ellas (Apple, Alphabet y Tesla) se encuentran entre las 20 primeras.
lado, son solo cuatro las compañías responsables directas o indirectas del 25% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, 24 del 50% y 100 del 71% (según los últimos datos, de 2017); siete de ellas se encuentran entre las 100 empresas más valiosas.
El informe resalta que ser sostenible es algo beneficioso para las empresas porque utilizan menos recursos y a veces estos son más baratos para generar sus productos o servicios; además pagan menos impuestos y están sometidas a menos regulaciones; y por otro lado, cada vez más los clientes buscan productos generados por empresas sostenibles. ¿Entonces, por qué no lo son todas? Probablemente porque muchos gestores desconocen las opciones que ofrece la economía circular y la economía colaborativa. No son conscientes de que la capacidad para llegar a las alianzas adecuadas les aportará beneficios. “El tamaño no importa para aprovechar estas oportunidades, sino la formación, el talento y el talante de las personas que forman parte de las empresas”, afirma Javier San Martín, profesor de OBS Business School.
En este sentido, diversas encuestas arrojan resultados sorprendentes: que más del 50% de las empresas encuestadas no conocen los ODS ni saben en qué consiste la Agenda 2030; y que solo un 20% establecían objetivos cuantificables sobre los ODS en sus planes corporativos en 2022.
Las compañías a nivel mundial que sí están mentalizadas prestan atención especialmente a los ODS 8, 9 y 13. El primero se refiere al trabajo decente y a unas condiciones laborales mejores. Para lograrlo son clave los incrementos de productividad que ya se están consiguiendo en los países más desarrollados, aunque no así en los menos adelantados, que no cuentan con tanta tecnología. El segundo de los ODS se refiere a la industria, que ya camina hacia la desglobalización en algunos sectores, lo que supondrá importantes transformaciones en los próximos años. Y el tercero va enfocado al clima y es el ODS sobre el que más se habla porque, a pesar de los nuevos compromisos regulatorios, lejos de mejorar cada vez aumentan más las emisiones que influyen en el cambio climático.
Para Colombia:
Actualmente, en los países latinoamericanos, por ejemplo, se ven índices muy bajos de empresas certificadas como Empresa B o B Corp (que cumplen los más altos estándares en sostenibilidad, impacto social, medio ambiente, transparencia y legalidad). Para el caso de Colombia, de un poco más de 1.6 millones de empresas, solo 216 aparecen certificadas, un 3,3%.
Las metas
La Agenda 2030, que firmaron 193 países en 2015, fue probablemente el mayor plan común de la humanidad hasta la fecha y permitió fijar 17 objetivos de desarrollo sostenible y 169 metas. Fue el fruto de mucho trabajo que ha tenido que soportar innumerables ataques por diversas razones: no haber tenido en cuenta objetivos tan importantes como los culturales, no haber fijado reglas de financiación y de cumplimiento obligatorio, haber primado los objetivos económicos sobre los medioambientales, no haber dado la suficiente importancia a la igualdad de género, inmiscuirse en la soberanía de los países o no hacerlo, ser poco beligerante con el cambio climático o ser una Agenda globalista dispuesta a arruinar a colectivos con el fin de cumplir sus objetivos. Y así un largo etcétera.
En los años 70 se estimó que con el 0,7% de la renta nacional se podría financiar un plan de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), pero lo cierto es que hoy, 50 años después, el porcentaje de la renta global destinada a este fin se ha estimado en el 0,36% y supone algo más de 204.000 millones de dólares. Sólo siete países cumplen ese objetivo del 0,7%: Luxemburgo (1%), Suecia (0,9%), Noruega (0,86%), Alemania (0,83%), Turquía (0,79%), Arabia Saudí (0,74%) y Dinamarca (0,7%). Y en relación con los importes, los cinco principales contribuyentes aportan el 69% de los fondos: Estados Unidos 55.300 millones de dólares (27%), Alemania 35.000 (17,2%), Japón 17.500 (8,6%), Francia 15.900 (7,8%) y Reino Unido 15.700 (7,7%). España aporta 4.000 millones (2%) con un importante crecimiento este año de un 26%. Además, los objetivos de inversión para la descarbonización de la electricidad tampoco se están cumpliendo hasta ahora y deberían recibir un fuerte impulso para alcanzar los 100.000 millones de dólares prometidos.
Tendencias de sostenibilidad
Las últimas tendencias que marcaba a principios de este año un informe del Pacto Mundial son: la aceleración de la transformación digital, asegurar la sostenibilidad en la cadena de suministro, las finanzas sostenibles, aumentar la transparencia empresarial, la acción climática y la sostenibilidad empresarial como una oportunidad de negocio.
Con respecto a la transformación digital, el informe de OBS afirma que, aunque es algo que en sus primeras etapas suele generar más problemas que beneficios porque estresa a la organización, cuando se alcanzan niveles más altos de digitalización un mundo de oportunidades se abre. Se optimizan recursos y se mejora la calidad del trabajo y la productividad.
Por otro lado, contar con cadenas de suministro menos globalizadas, más resilientes y digitalizadas será una prioridad muy generalizada para todas las compañías que comercialicen productos. La gestión de riesgos y el análisis permanente de alternativas y mejoras en el aprovisionamiento también será una tendencia clara. Optimizar rutas y recorridos requerirá un importante esfuerzo de inversión en talento y formación. Según Javier San Martín, “viene una época dorada para los profesionales que estén bien formados y capacitados para trabajar en este nuevo escenario”.
Acelerar el cumplimiento de la Agenda 2030, y en especial de la transición energética y la descarbonización, va a correr a cargo de las empresas. Se habla de un mercado de diez billones de dólares para la financiación de este cambio de modelo. Sólo las empresas que tengan ejecutivos financieros con esa visión serán capaces de aprovecharse de esa enorme oportunidad de negocio.
Será imprescindible crear alianzas con otras empresas, con proveedores y sobre todo con los clientes y consumidores de manera transparente. Para ello será importante la creación de códigos de conducta, políticas anticorrupción, de gestión de reclamaciones, canales de denuncia de comportamientos impropios y códigos éticos.
La acción climática sin duda será el punto de máxima atención para las empresas al menos hasta el año 2050, lo que es mucho tiempo. Estas deberán convertir sus emisiones en cero y para ello tendrán que hacer una transformación completa de su cadena de valor, ser muy ambiciosas con la transición energética que requieran y complementar hasta que lleguen esos cambios con medidas de compensación. Cada vez será más caro generar emisiones, se cerrarán puertas para la obtención de ayudas y financiación a estas empresas que no estén cumpliendo con sus obligaciones de descarbonización. Y también los consumidores cada vez serán más exigentes y miraran más estos aspectos a la hora de elegir qué producto compran.
Lo cierto es que el 79% de las empresas ya ha encontrado ventajas competitivas en ser más sostenibles porque se generan palancas de cambio internas, se motiva a los empleados, aumentan el sentido de pertenencia y todo ello se traduce en efectos tangibles en la cuenta de resultados.