Desde los Viajes de Gulliver, clásico de la literatura inglesa y publicada por primera vez en 1726, no se había tenido registro de tan rica prosa, estructura narrativa y literatura de viajes, como las recientes visitas al exterior realizadas por Gustavo Petro, que, al día de hoy, baten record puesto que suman 21 en tan solo 11 meses de “gobierno” y, que le han costado a los colombianos alrededor de 6.000 millones de pesos.
Es decir, si bien Lemuel Gulliver, amante de los viajes y protagonista de la obra, en sus cuatro famosas excursiones termina naufragando, a diferencia de este, en Colombia, el protagonista de la obra encarnado en presidente, mientras viaja, tiene naufragando al país.
Sin embargo, no se puede comparar peras con manzanas, porque sería equiparar a un personaje como Guilliver, clásico de la literatura universal, creado por el británico Jonathan Swift, con un personaje como Petro, clásico de la historia guerrillera colombiana y, quien parece sacado de una narco novela de Gustavo Bolívar.
Por lo anterior, y sin ánimo de ofender la obra del autor irlandés, hay que admitir que, tanto Gulliver como Petro, comparten la vanidad, lo paranoico y cobarde. No obstante, el primero está puesto en la ciencia ficción moderna y, el segundo, vive de ella y en ella.
Lo más increíble es que después de casi 400 años, esta novela no haya perdido actualidad y, por el contrario, evoque las mismas reflexiones sobre las desventuras de la condición humana y el contexto socio político que hoy vive Colombia, y todo, gracias a los Liliputenses que coronaron a Gustavo Petro como su monarca. No sin antes saber que se iba a comer todo el pastel.
Solo alguien que se considere soberano de una nación como la descrita en la obra y bajo el nombre de Liliput, se cree con derecho a nombrar a sus altos funcionarios según su destreza y no, por sus verdaderas habilidades. Es decir, “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”.
En Colombia, el primer mandatario es respetuoso del sistema de pesos y contrapesos y de igual manera, se caracteriza por su don de gente, su capacidad de escucha y competencia frente a los temas que preocupan a la población en todo el territorio nacional.
Gracias a Dios, la alta popularidad de la que goza el presidente es reflejo de su excelente desempeño y capacidad de gestión, sin duda, adquirida a lo largo de sus fantásticos viajes por los diferentes continentes que, al mejor estilo de Gulliver, lo dejan cada vez más fuera de curso.
Para quienes no conozcan la novela, resulta muy pertinente leerla, pues está vigente y es el mejor ejemplo de cómo por medio de la metáfora, la sátira y la filosofía, se entiende la vida de un personaje ficticio que guarda muy poco parecido con el hoy, primer mandatario de los colombianos.